Foto: Banco de Alimentos

La recogida de alimentos vuelve a los carros de la compra

Cientos de miles de voluntarios en miles de supermercados. Uno de los gestos de caridad más importantes retoma su forma habitual, la “presencial”. Hablamos con Giovanni Bruno, presidente de la Fundación Banco de Alimentos
Paolo Perego

Quedan pocos días para que vuelva a celebrarse el gran gesto de la caridad, la jornada de recogida de alimentos, que vuelve a ser presencial tras la edición especial de 2020. El sábado 27 de noviembre recupera su forma habitual con cajas y voluntarios en la puerta de miles de supermercados. Una historia que nació hace 25 años y que el papa Francisco recordaba en el Ángelus del domingo 21. Era el año 1997 cuando don Giussani recibía la primera recogida con el deseo de que pudiera crecer y convertirse en el «fondo común de los italianos». El sacerdote italiano promovió la puesta en marcha del Banco de Alimentos en 1989 con la idea de recuperar excedentes de la producción alimentaria de las empresas para atender a las entidades caritativas que acompañaban a los más pobres.
«No se trataba de ir directamente a los necesitados, sino de ayudar a quien ya lo hacía, siguiendo el ejemplo del primer Banco que ya existía en Norteamérica desde 1967, por ejemplo», explica Giovanni Bruno, presidente de la Fundación Banco de Alimentos. «Con los años, gracias al compromiso de muchos, voluntarios o no, el Banco ha pasado de recoger 200 toneladas de alimentos en 1990, con los que se ayudaba a poco más de mil beneficiarios atendidos por unas treinta obras caritativas, a las cien mil de 2020, apoyando a 7.600 entidades y a 1,7 millones de pobres».

¿Qué nos dicen esas cifras?
Como decía Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación por la Subsidiariedad, en el acto de lanzamiento de la Colecta 2021, estos datos muestran cómo una idea pequeña, particular, con el tiempo puede llegar a incidir en la historia de un país. Una obra laica, nacida de la experiencia del movimiento de don Giussani, pero que, fiel a ese origen y sin dejar de reafirmarlo, se ha ido estructurando y creciendo. Hoy, entre voluntarios y empleados, hay personas de todas las procedencias y credos.

Ahora vuelve la Colecta presencial. Qué importante es en un país que durante la pandemia ha visto movilizarse al 60% de la población en varios frentes solidarios.
Es verdad. En estos dos años hemos visto cómo la solidaridad se ha disparado. El año pasado, con una colecta a base de tarjetas disponibles en cajas, después de un periodo en el que parecía que todo por fin se acababa y volvíamos a la normalidad, nos horrorizaba pensar en el riesgo de volver al individualismo. Ese riesgo sigue al acecho en un momento en que se respira una cierta euforia porque parece que la pandemia empieza a pesar menos que la recuperación económica, pero la cuestión es que, aunque va volviendo la normalidad y la recuperación, no es igual para todos.

¿Qué quiere decir?
Debemos darnos cuenta de que no todo va bien. Hemos oído muchas veces la frase: “no dejar a nadie atrás”, pero de hecho está pasando. Muchas empresas cierran y el paro no deja de crecer. La cifra de pobres se ha disparado y todavía no hay datos de cuántos se han recuperado, pero podemos suponer que no muchos. Por eso esta Colecta sigue siendo tan importante para mantener despierta la sensibilidad y responsabilidad de la gente. Si la solidaridad se queda en el fruto de una emoción, acabará decayendo. Para que dure y crezca hace falta una educación y ese es precisamente el objetivo de un gesto como la recogida de alimentos.

Giovanni Bruno

Uno de los objetivos de la recogida de alimentos sería que al final el Banco no tuviera que existir. En un mundo “perfecto”, claro…
Es verdad, yo digo lo mismo, pero siempre añado que alguien importante nos ha prometido que «a los pobres los tienen siempre con ustedes», como nos recuerda el Papa en el mensaje de la quinta Jornada Mundial de los Pobres, de la que hemos tomado algunas citas para presentar la Colecta de este año. Delante del pobre, dice Francisco, se da la posibilidad de una educación para todos. La pobreza no la causa el destino, sino el individualismo y el egoísmo personal y social. Condiciones que determinan la pobreza de otros. Esto sirve de reclamo a una conciencia y a una educación personal, y también a estar vigilantes. Sabemos perfectamente que no resolveremos el problema de la pobreza. Pero educa nuestra vida, aunque a los pobres, por el tipo de servicio que prestamos, casi nunca los vemos. Y cambia la vida de los que nos encontramos porque tiene que ver con el sentido de la vida, como dice el lema del Banco y de la Colecta: «Compartir las necesidades para compartir el sentido de la vida».

¿Qué supone esta “posibilidad” que representa la Jornada de recogida de alimentos?
Volver a encontrarse con la gente también va ligado sin duda a la idea de retomar la vida normal. Que es importante, pero no suficiente. En 2020, implicarse dependía de cada uno, animando a los vecinos y comprando las tarjetas. Fue una gran ocasión para tomar conciencia. Ahora volvemos a la forma habitual, pero espero que lo hagamos con mayor conciencia de nuestra responsabilidad. Para ello, entre otras cosas, volveremos a proponer las tarjetas este año durante la semana siguiente a la jornada de la Colecta, y también la posibilidad de colaborar online.

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La Colecta es un día al año. ¿Cuánto ayuda a vuestra actividad cotidiana, teniendo en cuenta el aumento de las necesidades que decíamos?
El incremento de las peticiones de ayuda ha sido impresionante, sobre todo en la primera mitad de 2020. Estamos hablando de un aumento medio del 40% a nivel nacional. Una cifra que con algunos altibajos al final se ha asentado. En algunos barrios se ha pasado a atender de 30 a 90 familias. En 2020 hemos repartido cerca de cien mil toneladas de comida. La Colecta cubre una parte mínima, menos del 10% si partimos de las ocho mil recogidas en 2019. El resto procede de nuestra labor cotidiana en cientos de empresas.

Cien mil toneladas en un año parece mucho, pero repartido entre 1,7 millones de pobres…
No bastan para alimentar todos los días a una persona. Siempre es demasiado poco. Lo que nosotros aportamos es una ayuda: 60 kilos de alimentos al año, cinco al mes. Si tenemos en cuenta que los estándares europeos son de 500 gramos por plato, son diez platos al mes. Y no estamos hablando solo de los pobres de la calle sino del pobre “de la puerta de al lado”, del que está al otro lado del rellano. Gente con una dignidad enorme que suele esconder su necesidad, que tiene que decidir si comer a mediodía o cenar. Esta proximidad de la pobreza ha movilizado a muchos estos últimos meses, haciendo crecer también la percepción de que nadie está a salvo en una situación como la que hemos tenido que vivir.