Don Francesco (centro) con el padre Emmanuel Braghini y don Giussani en 1963 (©Fraternità CL)

Francesco Ricci, «compañero de camino»

A los treinta años de la muerte del sacerdote italiano, uno de los protagonistas de la historia de CL, una serie de iniciativas para recordarlo, y sobre todo para conocerlo
Davide Perillo

«El primer gran compañero de camino». Palabra de don Giussani. En aquel cura alto y espigado, de ánimo vigoroso y ojos siempre riendo tras sus grandes lentes, encontró mucho más que un amigo y un colaborador decisivo para la maduración de CL. Además, Francesco Ricci, fallecido (a los 61 años y un día) el 30 de mayo de 1991 después de una enfermedad dolorosa pero serena, era sobre todo un hombre marcado por una «autenticidad» radical, por una «fidelidad inteligente al magisterio de Pedro», por una «vibración ecuménica adelantada a su tiempo». Y por un «apego indomable a la figura de Cristo». Y de ahí vamos a partir, del mensaje que el fundador envió entonces a todo el movimiento, para retomar el hilo de una vida tan rica, plena y capaz de generar. Nacido en Faenza en 1930, sacerdote desde 1955, canónigo de la catedral de Forlì, rector de la iglesia de San Felipe Neri, asistente eclesiástico de Acción Católica primero y después de CL, fundador de CSEO (Centro de Estudios de Europa Oriental), Ricci promovió decenas de iniciativas misioneras por todo el mundo, desde América Latina hasta África y Oriente Medio, pasando por el otro lado del telón de acero en los años setenta y ochenta.

En el trigésimo aniversario de su muerte, Ricci será recordado con una serie de iniciativas ligadas precisamente a esas palabras de Giussani. «El primer gran compañero de camino» es el título del encuentro de este martes 8 de junio organizado por el Centro cultural de Forlì (dedicado a él) a las 20:30 horas y retransmitido por YouTube, con la participación del cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, y Roberto Fontolan, director del Centro Internacional de CL. Después del saludo del alcalde, Gianluca Zattini, y del obispo de Forlì-Bertinoro, Livio Corazza (y moderado por Alessandro Rondoni), se profundizará no tanto en la historia de Ricci, sino en el presente, en «tratar de entender cómo un testigo así nos ayuda a afrontar el momento actual», explica Enrico Locatelli, uno de los organizadores del evento. «No queríamos conmemoraciones ni miradas al pasado. Los recuerdos son hermosos, pero no está claro que nos ayuden a vivir».

Don Ricci en Peschici en 1984 (©Asociación “Don Francesco Ricci”)

De ahí la elección de los ponentes. «El cardenal Zuppi es un ejemplo perfecto de la Iglesia en salida que nos pide el papa Francisco y que Ricci anticipó en cierto modo, encarnándola», afirma Valerio Girani, responsable de CL en la ciudad. «Fontolan representa al Centro internacional, es decir, un nudo crucial para la presencia del movimiento en el mundo entero, una tarea a la que don Francesco dedicó su vida».

Una vida que pasó en gran parte viajando por todas partes (en su ciudad le llamaban «don Kilómetro»). Pero ese ímpetu suyo hundía sus raíces en otra expresión de Giussani, que no en vano recordó Ambrogio Pisoni en su homilía durante la misa por el trigésimo aniversario, en la catedral de Forlì, hace unos días: «La misión es la epifanía de la identidad. Es la manifestación de lo que somos, gracias al Bautismo». No el fruto de una serie de proyectos y planes, sino una vida. «Don Francesco era así». Siempre lo fue, en sus viajes a Japón y Corea o acompañando a los universitarios del movimiento en los encuentros semiclandestinos con la Iglesia del este (a él se debe el comienzo de la amistad de CL con Karol Wojtyla, entonces arzobispo de Cracovia y futuro san Juan Pablo II) y por las callejuelas de su Forlì, donde se encontraba con todos gracias a la vida de su parroquia, el oratorio de San Felipe Neri, el periódico, las iniciativas culturales. «Su memoria en la ciudad está muy viva, ha criado a toda una generación de forliveses», cuenta Girani. «Muchos probablemente no estaban de acuerdo con él pero no podían quedarse indiferentes ante su visión de las cosas, su capacidad de apertura cultural. Y otros son literalmente hijos suyos».

En torno a Ricci floreció por ejemplo la vocación artística de Claudio Chieffo, autor de canciones que acompañaron de manera decisiva la historia del movimiento, y no solo. O la de Franco Palmieri, que llegó a ser actor gracias a una de las mil iniciativas de «don Kilómetro». «En los años setenta aquí hubo un boom de bachilleres», recuerda Palmieri. «Encuentros, actos culturales, escuelas de verano… Una de las actividades era el teatro, que a él le encantaba. Llegó a conseguir un almacén en Forlì para construir allí una platea y un palco. Así fue como varios de nosotros, a los 18-19 años, descubrimos no solo una pasión sino un lugar donde poder ponerla a prueba. El primer texto que hicimos lo trajo él de Brasil, Buraco quente, buraco frio (Agujero caliente, agujero frío, ndt.). Era un trabajo del Living Theatre. Nos daba a conocer el mundo entero».

Precisamente a Palmieri le han encargado un documental sobre don Ricci. Con el mismo título, El primer gran compañero de camino), de un cuarto de hora de duración. «Para mí ha sido una ocasión más para limpiar mis ojos de recuerdos pasados y ahondar en un vínculo presente», explica. «He descubierto rasgos que me han conmovido. Ciertas palabras suyas, por ejemplo: “El cristianismo se encierra totalmente en esta profunda, invencible y victoriosa corriente de pasión mutua entre la criatura y su Creador, entre Dios y el hombre”. Me impresiona ese “invencible y victoriosa”, oírlo decir hoy, porque es verdad. Esto redescubriendo muchas cosas de su paternidad».

Esa es otra de las palabras clave para entender el peso de Ricci. «Trabajando para este aniversario, me he dado cuenta de que en mi historia hay una línea continua de padres», afirma Girani. «Él, luego Enzo Piccinini, otra figura a la que se está recordando mucho estos días (debido también el libro que acaba de publicar en Italia Marco Bardazzi, ndr); y, gracias a ellos, también don Giussani y Julián Carrón. Y estoy muy agradecido porque esta paternidad permite adentrarse en la vida con una certeza afectiva: Jesús está presente, la realidad está habitada por Él. Y por eso podemos vivirlo todo. Aquí estamos muy unidos a una frase que Carrón escribió en su mensaje por los 50 años de la comunidad de Forlì, en 2011. Decía que es imposible en una ocasión así no pensar en los “muchos padres que os han generado”, como Ricci. Pero “la verificación de este origen se da en el presente”. Para mí, este aniversario está siendo así, no una conmemoración del pasado. El movimiento nos devuelve ahora a don Francesco vivo».

Lo mismo vale también para los que no lo conocieron, como el propio Locatelli. «Nunca lo vi, pero seguirle como hijo de don Giussani me ha ayudado a identificarme con lo que significa seguir el movimiento hoy. La Escuela de comunidad de estos meses sobre el “carisma” a la luz de ciertos textos que habíamos recuperado, a la luz de sus palabras, de su relación con Giussani, es de gran ayuda».

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Muchos de esos textos se añadirán al material que la hermana de don Francesco, Eugenia, ya había donado hace años al capítulo de la iglesia de San Felipe en Forlì. Y a nuevos testimonios, relatos, audios y videos (especialmente bonita la contribución del cardenal Angelo Scola). Así como el material que compone la última pieza (por ahora) de la fiesta, la web www.donfrancescoricci.it. «No se trata de un archivo científico, sino de una vida», declara Locatelli. «Nos estamos adentrando en o que el Señor nos hace encontrar. Es una ayuda más para poder conocerlo». Y para tenerlo ahora como compañero de camino.