Mario Delpini con los juveniles en el Duomo de Milán

«Tú eres amado y estás hecho para amar»

El arzobispo de Milán, Mario Delpini, se reunió con los juveniles de la diócesis. A sus preguntas y duda, respondió con otra pregunta radical: «¿Hemos nacido para acabar en la nada o para alcanzar una vida feliz?»
Stefano Giorgi

«Perdone, profesor, pero a mi hijo ya ni le reconozco». Cuántas veces, en las entrevistas con los padres de mis alumnos este año –doy clase de Religión en un colegio– he oído este grito, lleno de preocupación y de pregunta. Desde por la mañana veo también cómo los chavales hacen de todo con tal de ocultarse unos o de llamar la atención otros, de manera desmesurada.

«Yo estoy aquí para deciros: adelante con la vida, tal como sois, estáis hechos para ser felices. Estamos en el Duomo y las estatuas de mármol representan personas que encontraron la felicidad. Estos santos, más de tres mil, os miran con simpatía y os dicen: qué grande es tu corazón, qué grande es tu deseo de felicidad».
Preguntas, dudas, preocupaciones y… «yo estamos aquí para deciros: ¡eres amado, muy amado!». Qué impacto. Así empezó el arzobispo de Milán, monseñor Mario Delpini, a responder a las preguntas de los alumnos que viven la experiencia de los juveniles en la diócesis de Milán, reunidos en el Duomo el pasado sábado 29 de mayo –750 en persona y 400 conectados por streaming– para charlar con él.
«Somos adultos enamorados de Jesús y chavales marcados por un desafío», empezó diciendo don Marcello, el responsable de los juveniles, al comenzar el encuentro. «La vida es bella, y cuando nos damos cuenta de que Jesús nos quiere, se hace aún más bella. La pandemia ha puesto en cuestión esta belleza y entre nosotros han surgido muchas preguntas que venimos a plantearle a usted».

La conversación fue intensa, los chavales no se arredraron y el arzobispo tampoco. «No esperéis que os dé recetas. ¿Cuál es la receta de Dios para la felicidad? Se compone de dos palabras: eres amado. Jesús te dice: “Yo te amo. Y tú eres capaz de amar”».
¡Qué sorpresa! Vas allí por “cumplir con tu deber” de acompañar a los chicos y te encuentras de nuevo con alguien que te dice: «Tú eres amado y estás hecho para amar». Siempre, en cualquier situación.
«¿Y la fe? ¿Cómo estar seguros cuando hablando con tus compañeros te surgen un montón de dudas? ¿La fe puede ser verdaderamente un camino para mí? ¿Cómo reconocer la verdadera amistad?», empiezan a preguntar Myriam, Letizia, Alberto, Pietro, Caterina.

Don Marcello con monseñor Delpini

«Quiero decir que hay una pregunta mucho más radical», responde Delpini. «¿Nosotros estamos hechos para vivir o para morir? ¿Hemos nacido para acabar en la nada o para alcanzar una vida feliz? ¿Quién puede responder? Muchos os dirán: “Como ves, todos acaban muriendo. Hemos nacido para morir, pero mientras tanto no te preocupes demasiado y disfruta”. El mundo nos quiere despreocupados y caprichosos. En cambio, esta es la pregunta más radical y creo que vuestra edad es el mejor momento para planteársela: ¿para qué vivimos? Sería interesante encontrarse con alguien que hubiera pasado por la muerte y pudiera decirnos algo. La muerte sigue siendo un misterio complicado, a menos que no exista alguien que haya pasado por la muerte y viva. A menos que no exista un Jesús que entra por puertas cerradas y dice: “Paz a vosotros”. Los Evangelios documentan que Jesús venció a la muerte y resucitó. Y los Evangelios no son algo inventado, son relatos de personas serias que dieron un testimonio serio. No es tan difícil encontrar a Jesús, Él está vivo y habla. Si leéis el Evangelio veréis que esas palabras son verdad. Probad a leerlo, probad a rezar. Jesús está en tu corazón, en tu comunidad, en la Iglesia. Este es un camino de amistad que se hace juntos. La verdadera amistad es la que te anima a vivir bien tu vocación, no te hace perder el tiempo. Por eso os he regalado una estampa donde he puesto algunas respuestas a las preguntas que me habéis hecho».
Un amigo de verdad y un compañero de camino. Con la oración de los juveniles y la bendición, se puso fin al gesto del Duomo.

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Recuerdo cuando acabé el instituto, estaba cansado y me topé con una invitación firme y pacificadora del papa Juan Pablo II: «¡No tengáis miedo! Abrid de par en par las puertas a Cristo». Esa misma invitación se renovaba ahora para todos nosotros.
Salimos ordenadamente y en la plaza del Museo del Novecento, los chavales de Cremona, con sus flautas, trompas, clarinetes, saxofones y tubas, después de acompañar los cantos en el Duomo –una auténtica banda bautizada para la ocasión como “Band de la Madunina”– , entonaron La Grande Compagnia: «Desde la lejana África, desde Mississipi, cantaremos y bailaremos nuestro blues con todos aquellos que quieran vivir y cantar, construir cosas nuevas»…
Luego nos dirigimos hacia el metro… la aventura continúa.