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Nuevas huellas imprevistas

Los Ejercicios de la Fraternidad después de diez años de ausencia. El regreso a la Escuela de comunidad… Marilena cuenta cómo ha vuelto a despertar su esperanza

Después de más de diez años, he seguido los Ejercicios de la Fraternidad con mi marido, encerrados en casa por la cuarentena de mis hijos. Escuchando las palabras de Julián Carrón sentía el corazón alegre y lleno de asombro. Me sentía llamada, yo personalmente. Ya no estaba sola. También para mí, como para muchos, este año ha sido especialmente difícil. «Peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla». Oír de nuevo esas palabras del Papa me ayudó a empezar a ver cómo todo se va transformando en oportunidad.

En octubre murió mi padre. En el funeral me encontré con amigos que hicieron volver a vibrar mi corazón, uno de ellos especialmente. Ese encuentro me hizo desear algo más, a mí, que hasta entonces me conformaba con “ir tirando”. Me di cuenta de que el misterio de la pérdida de mi padre era un Misterio bueno, que prendía una llama en mi corazón. No había perdido la fe, solo había perdido sus huellas para poder seguirlas.

Esta es la cuestión, volver a ver las cosas, desde el miedo a la pandemia a la pérdida de seres queridos, como la ocasión de volver a despertar. A raíz del encuentro con esta amiga decidí volver tímidamente a la Escuela de comunidad. También he vuelto a leer Huellas, después de mucho tiempo sin ni siquiera hojearla a pesar de que llega a casa todos los meses. Y así decidí inscribirme a los Ejercicios de la Fraternidad. Al mismo tiempo, tuve la suerte de encontrarme en la parroquia con familias nuevas que me presentaron amigos comunes y que no conocía, pero que han empezado a convertirse ellas en esas nuevas “huellas” que me permiten encontrarme con el Señor en la realidad. Era como redescubrir el camino que había perdido.

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Incluso ahora, con este aislamiento forzoso en casa, con todos mis miedos por mi salud y la de los míos, tengo la tentación de vivirlo todo como un esfuerzo más, pero mi única esperanza es que esto también se puede “ofrecer”. Me doy cuenta de que lo que he recibido es una gracia. Imprevista, pero mi única esperanza, como decía Montale.
Marilena, Milán