Las stories de Atlántida

Instagram y 800 millones de latidos

Paula cumplió veinte años en pleno confinamiento. Nada de fiesta, todo cerrado. «¿Hay algo que no me quiera perder?». De esta pregunta nace "Atlántida", un perfil de Instagram sobre “Un brillo en los ojos” a cargo de un grupo de universitarios españoles
Davide Perillo

La herida se abrió de golpe, por un cumpleaños que no se podía celebrar. Veinte años. Y en vez de música, cantos y amigos, confinamiento. Todo cerrado, todo suspendido. A primera vista, todo enmudecido. Excepto esa pregunta, tan fuerte que no la dejaba en paz: «¿Pero hay algo tan interesante en la realidad como para no podérmelo perder?». «En la realidad» no quería decir en abstracto, en el mundo de las ideas. Tenía un examen de Fisiología que estudiar. «Allí, en esas hojas de apuntes, entre las cuatro paredes de mi cuarto, ¿había algo que no quisiera perderme?».
Allí, en el silencio de su habitación y de su estudio, Paula Seghers, estudiante de Biotecnología, se dio cuenta de que sí, había algo. Lo más sencillo y obvio, pero lo más valioso: el latido de su corazón. Justo el tema que entraba en su examen, «la sorpresa que me esperaba en aquellos apuntes».

Le salió entonces un texto, acompañado de un video de tres minutos, que empezaba así: «Ayer cumplí veinte años. Son más o menos 800.000.000 latidos. Un ocho con ocho ceros. Ochocientos millones». Tras una detallada descripción de ese «milagro» de la mecánica y la fisiología oculto en cada pulsación, recordó «una frase que dicen mucho Nacho (Carbajosa, responsable del movimiento en España, ndr.) y Julián (Carrón, responsable de CL): “¿Te asfixias? Es porque eres positivista. Te faltan factores”», es decir, no estás mirando hasta el fondo lo que tienes delante. «Me parece una versión actualizada y abreviada de la respuesta de Dios a Job», observa Paula con ironía. Ella la reescribe así: «¿Te falta el aire? Tómate las pulsaciones en la carótida». Porque «eso significa que al menos setenta veces al minuto hay Alguien que se acuerda de ti, más que una vez cada segundo». Ese latido indica que «el Misterio, ese desconocido Señor, nos interpela, nos llama con su designio misterioso, hacia el cumplimiento de la vida. Cada pulsación es como la voz del Señor que grita Su presencia. Es el signo de que soy amada en cada instante. Y ya he llegado a los 800 millones, un ocho con ocho ceros…».

De experiencias como esta ha nacido Atlántida, una revista online (solo disponible en Instagram: @_atlantida_) creada por un grupo de universitarios de CL por «la necesidad de vivir ahora, no en el futuro», come dice la propia Paula en uno de sus últimos post.
«Fue hace un año, en primavera, en pleno confinamiento», cuenta Juan Monsalve, estudiante de Musicología. «Nos juntamos un grupo de amigos que teníamos un gran deseo: verificar lo que nos estaba proponiendo Carrón en Un brillo en los ojos. Ver si era cierto que hasta la pandemia podía ser una ocasión para crecer». Con una doble clave de trabajo: «mirar la realidad que nos rodea buscando hechos y ejemplos que nos ayudaran a entender, y conocernos más a nosotros mismos, lo que vivimos». Puesto que la vida “presencial” estaba paralizada, decidieron hacerlo por Instagram. «Es un lugar que visitamos mucho, casi siempre por pasar el tiempo, así que nos dijimos: ¿por qué no ofrecemos la posibilidad de encontrarse con algo verdadero?».



Tomaron el nombre de la asociación estudiantil vinculada al CLU, los universitarios de CL. Se dividieron en grupos, por temas. De los cinco del núcleo original (con Paula y Juan estaban también Javi, estudiante de Pedagogía, Pati de Derecho, y María, filósofa en ciernes) pronto pasaron a quince, con una red de colaboradores aún más amplia. ¿El método? Sencillo: seguir el recorrido del Brillo, ejemplificando cada capítulo con textos literarios, música, artículos de prensa, ejemplos científicos, videos. «Cada uno trabajaba con su equipo y luego quedábamos para discutir sobre los contenidos».
Surgieron así historias y post como ¿Qué es la nada?, Nuestra humanidad que resiste, o La relación con el padre, entre otros. Ahí publicó Paula el video de su descubrimiento sobre el «latido del corazón»: más de tres mil visualizaciones en un día. Ahí acuden continuamente multitud de jóvenes para profundizar en un trabajo de conocimiento. «¿Qué estoy aprendiendo? Una manera más realista de mirar la realidad», dice Juan. «Una manera de mirar que va hasta el fondo de la necesidad de aquellos con los que nos encontramos: escritores, periodistas, cantantes… Entiendo mejor lo que urge en el mundo. Me doy cuenta de que la necesidad de mucha gente, expresada de una manera tan clara, es igual que la mía. No es que llevemos la respuesta en el bolsillo y ya está, sino que todo está por redescubrir continuamente».

Como le pasó, por ejemplo, con el “latido” de Paula. «Volvía a casa cansado, ahogado en mis pensamientos. Abrí Instagram y me encontré con ese video. Me dije: “¡Por eso te ahogas, porque eres positivista! Te faltan factores, te estás saltando algo de la realidad que no ves”. Conocía ese video, yo mismo le había ayudado a hacerlo, pero verlo publicado me hizo volver a levantar la mirada ante un factor que ya había dado por descontado. Esta es la experiencia que queremos compartir con todos».
«Todos» son principalmente los compañeros de la universidad, que lo leen, lo ven, lo comentan (Paula contó a sus amigos: «qué vergüenza, yo hablo con ellos de esto, pero muchos vieron el video y lo compartieron…»). A veces confiesan que se sienten menos solos al ver «un lugar donde se habla de mi problema, de mis preguntas», como le dijo una compañera a Ana María, otra de las jóvenes de Atlántida. Algunos hasta se implican. Alba, que estudia Derecho, ya se conecta a todas las reuniones. Y una vez, cuenta Juan, «mientras estábamos discutiendo sobre cómo mejorar la revista, si incide, si es útil, nos dijo: para mí lo más bonito es oíros hablar. Tenéis que mostrar lo que está pasando en esta reunión, cómo vivís vosotros…». También se han implicado algunos adultos. «Guadalupe, que es profesora universitaria, fue de las primeras en implicarse. Me sorprender verla llena de asombro ante esta iniciativa. Me hace preguntarme: ¿pero qué es lo que la atrae de verdad?». De nuevo, algo que sucede y arranca el velo de lo obvio.

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También le pasó oyendo a Javi, otro del grupo. «Estaba hablando de su padre», cuenta Juan. «No tienen una relación fácil, pero en un momento dado le dijo: “Javi, yo os veo, a chavales de veinte años, vivir con una seriedad que yo, siendo adulto, no tengo. ¿Puedo participar en Atlántida?”. Es impresionante, un padre que se hace hijo de su hijo, ¿te das cuenta?». Algo parecido le pasó a Paula con su madre, que «no es cristiana y no ve con buenos ojos al movimiento, pero lleva dentro una pregunta muy aguda por el significado de la vida», sigue contando Juan. «Hace dos semanas, Paula nos contó que en una conversación sobre un problema familiar, su madre le dijo: “Paula, a veces tengo la sensación de que yo soy la hija y tú la madre. ¿Sabes por qué? Creo que es por ese sitio al que vas…”».

¿Y ahora, que ha terminado el camino del Brillo? «Lo comentamos justo el sábado pasado. Nos gustaría retomar la pregunta de los Ejercicios del CLU, “¿Hay esperanza?”. Es lo que nos parece más urgente ahora». Era título de los Ejercicios de los universitarios y también lo será en los de la Fraternidad de CL. «Signo de que todos lo necesitamos. Todos».