Carrón y Palawaski en Rio Encontros

Brasil. Volver a empezar (cada instante) con Rio Encontros

Tres días cariocas, en una edición especial online. En un país sacudido por el Covid, la ocasión para contar que «se puede vivir toda la realidad». Como pasó en el diálogo entre Carrón y el periodista Evaldo José Palawaski
Isabella Alberto

El viernes 5 de marzo el papa Francisco comenzaba su viaje apostólico a Iraq. Una jornada histórica que, casualmente, coincidía con el comienzo de la sexta edición de Rio Encontros, que se inauguraba precisamente con la presentación de la exposición “Gestos y palabras. Jorge Mario Bergoglio, una presencia original”.

Nacido en 2014, inspirado en el Meeting de Rímini, Rio Encontros proponía este año tres días de eventos online debido a la pandemia que está causando estragos en Brasil. Pero, a pesar de ser en remoto, no ha faltado la valiosa ayuda de multitud de voluntarios, comprometidos en las retransmisiones y traducciones para permitir su seguimiento en toda América Latina.

Mientras Francisco en Iraq se expresaba con gestos concretos y hablaba de diálogo, acogida y perdón, cada una de las mesas redondas de Rio Encontros parecía reflejar sus mensajes. Así fue, por ejemplo, durante el lanzamiento de la exposición sobre la vida del Papa y su devoción a Nuestra Señora de Aparecida, presentada por el abogado argentino Alejandro Bonet y la artista Hilda Souto, de Sao Paulo.



El sábado por la mañana se abordó el tema de la educación, con la participación de Carolina Brito, directora de una escuela bilingüe en Boston (EE.UU), y el profesor italiano Franco Nembrini. Ella conmovió a todos contando el cambio que ha visto con sus propios ojos en la ruptura de relaciones debido a las luchas políticas, cuando una treintena de madres decidieron implicarse para echar una mano. «El momento más educativo del año, no había división alguna entre nosotros». Nembrini respondió mostrando que «la tarea del adulto es no tener miedo a la realidad». Otro encuentro internacional contó con la participación de Rony Rameh, del Líbano y Alejandro Marius, de Venezuela. En situaciones de guerra y violencia, estos hombres han permanecido en su patria, por nacimiento o “adopción”, para responder a su vocación. Rio Encontros también contó con dos momentos culturales, un concierto del pianista Marcelo Cesena y una velada de música y poesía.

El momento culminante llegó el domingo con Julián Carrón, en su primera “visita” a este evento brasileño. «Es hermoso vivir porque vivir es comenzar, siempre, a cada instante». Esta frase de Cesare Pavese no solo dio título a este momento sino a los tres días. Con Carrón dialogó sobre este lema Evaldo José Palawaski, periodista deportivo pero también filósofo y un apasionado de la educación.

«Despertarse cada día es maravilloso, pero al mismo tiempo es también dramático», empezó diciendo Carrón. «Recuerdo a mi padre, que un día no despertó. No estaba enfermo, simplemente no despertó. Desde entonces ya no puedo hablar del despertar como algo obvio. Despertar es un don, exactamente igual que la vida. Independientemente de lo que tengamos que hacer, esta es la primera novedad». Cuando nos despertamos y empiezan a aparecer las preocupaciones, «podemos tener miedo, estar distraídos o abrirnos a la posibilidad». Es el mismo desafío que afrontamos todos con la pandemia, para una mayor conciencia de sí.

Evaldo habló mucho de su experiencia como voluntario en África oriental. En enero de 2020 viajó al campo de refugiados de la ONU en Dzaleka, Malawi, que se abrió en 1994 para los supervivientes de la matanza en Ruanda. Por aquel entonces había nueve mil refugiados. Hoy el campo sigue aún en el mismo lugar y alberga a 48.000 personas que siguen huyendo de las guerras. «Al llegar se les ofrece una identidad nueva. Hoy todavía no hay estructura alguna, ni agua corriente ni electricidad. El desafío al que nos enfrentamos allí es el de construir una pequeña escuela para doscientos niños cuando hay casi 13.000 en una situación de gran vulnerabilidad». Con la llegada del Covid y el cierre de fronteras, Evaldo se quedó bloqueado allí durante cinco meses, lejos de su familia. «Pero pude aprender mucho y me sentía privilegiado por poder participar en esta misión».

«Los domingos por la mañana el campo se para y las iglesias se llenan de oraciones, cantos y bailes», relató el periodista. «Es como si la experiencia de haber perdido tanto en su vida les llevara a repetir: “Dios es el único que no me abandona”. No tienen nada. Son mil para compartir un solo baño, pero cantan y están alegres. Cuando miras tus problemas y dolores, te das cuenta de que no son nada en comparación con el suyo. Yo estaba allí para ayudar pero he acabado recibiendo mucho bien. Viviendo allí, he aprendido más que haciendo un máster. Para mí ha sido un nuevo inicio».

Sobre el tema educativo, Carrón afirmó que «la gran urgencia ahora es cómo despertar el interés». Y puso un ejemplo: «Estos días me decía una madre que toda la familia había estado en cuarentena y que su hijo de diez años le preguntaba cómo había podido estar en casa con ellos todos esos días. Su hijo estaba impactado por la forma tan valiosa que había adquirido la presencia de su madre, por la manera en que había vivido esos días». Esto es una experiencia educativa. «Evaldo también ha educado a sus hijas desde lejos, respondiendo a las necesidades de Malawi». De hecho, Evaldo contó que sus hijas habían escrito un mensaje donde decían que si él estaba bien, ellas también lo estaban. Carrón añadió: «Estos son ejemplos de lo que significa hoy educar. “En una sociedad como la nuestra, no se puede crear algo nuevo si no es con la vida”, decía don Giussani. Cada uno de nosotros, viviendo, puede testimoniar que existe una manera de estar en la realidad, en las circunstancias, sin borrarlas. Afrontarlas puede ser lo más significativo para nosotros. Y es imposible que eso no tenga un impacto en aquellos que nos rodean, si se dan cuenta, como decía Evaldo y como decía la madre de este niño. La cuestión es si hay alguien que nos introduce en la realidad, un testigo que tiene algo que decir con su propia vida».

En el encuentro de clausura de Rio Encontros, dos mujeres contaron su experiencia desde el norte de Brasil. Desde Manaos, Andreia Brasil Santos, profesora universitaria y responsable local de la comunidad de CL, describió el drama del colapso del sistema sanitario local que ha puesto a la población contra las cuerdas. Habló de la muerte por Covid de dos amigos, un hecho que la hizo redescubrirse a sí misma. Con la falta de oxígeno en los hospitales, pensando en sus “hermanos” que sufrían, contó que había sentido «una ansiedad que nunca había experimentado, hasta el punto de sentir un dolor en el pecho». Pero enfrentarse a su impotencia y fragilidad supuso un punto de partida para preguntarse: «¿Pero yo en quién confío?». Hasta llegar a sorprenderse pidiendo piedad para los que tenían la responsabilidad de ocuparse de su pueblo.

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A continuación intervino Claudia Figueiredo, de Macapá, empleada de una empresa pública, que mostró la dureza de lo que están viviendo por la pandemia, agravado por el apagón eléctrico de cuatro días que sufrió la región de Amapá a finales del año pasado, al que siguieron tres semanas de racionamiento del suministro. «Sin electricidad no hay comunicación, pronto empezaría a escasear el agua y el combustible». Un problema tras otro. A los que se sumaba un calor tórrido y el miedo por la propia seguridad. «Suena absurdo decir que hemos visto belleza incluso en esta situación, pero hemos visto nacer una gran solidaridad. Por ejemplo, mi hermano y mi hijo salían y se ponían en la fila para comprar agua, pero no solo pensaban en nosotros. Todo lo que conseguíamos traer a casa de más, lo repartíamos entre los que lo necesitaban a nuestro alrededor». Claudia citó las palabras que había oído decir a Carrón. «Hace poco decía que “no podemos controlar la pandemia, no podemos controlar la realidad”. No podemos controlar el apagón, pero tenemos la posibilidad de vivir lo que sucede de una manera distinta, sin estar agobiados».