Banco Farmacéutico. «Para no quedarnos resignados en la oscuridad»

La pandemia ha agravado la necesidad de los que no tienen acceso a medicamentos. Y multiplica las dificultades de los que intentan ayudar. Filippo Ciantia presenta la recogida que se celebra esta semana
Giorgio Paolucci

«Nos preparamos para la JRF más importante y complicada de nuestra historia». JRF son las siglas de la Jornada de recogida de fármacos que desde el año 2000 promueve el Banco Farmacéutico. Su director, Filippo Ciantia, la afronta como «un desafío entusiasmante».

¿Por qué será la más importante y complicada?
Llega en una época marcada por la pandemia, que ha agravado la pobreza que padece mucha gente y que ha producido nuevos pobres, con unas circunstancias que además hacen más difícil la recogida de medicamentos por nuestra parte.

¿Cómo se desarrollará la jornada este año?
Como ya sucedió el año pasado, se alargará durante el arco de toda una semana, del 9 al 15 de febrero, aunque el sábado 13 será el día clave, cuando los voluntarios estarán presentes en las farmacias que se adhieren a esta iniciativa para darla a conocer a la gente y para invitar a donar uno o más medicamentos, que luego se repartirán entre más de 1.800 entidades que atienden a esta población.

Debido a la situación, no harán falta tantos voluntarios como en años anteriores..
Las normas de prevención impuestas por la emergencia del Covid19 nos obligan a evitar la presencia de personas dentro de las farmacias y a limitarnos a quedarnos en la puerta. Pero hay mucho espacio para la creatividad persona, por ejemplo dándolo a conocer en redes sociales o mediante el boca a boca, entre amigos, familiares, compañeros. Este año los gestos de gratuidad como este son aún más valiosos. La difusión del virus ha traído efectos colaterales muy duros, como la dificultad para acceder a los hospitales y la reducción de los tratamientos curativos y preventivos. Además, la crisis económica provocada por la sanitaria ha empobrecido a mucha gente y ha causado una situación de mayor marginalidad entre los que ya eran pobres.

Aparte de la observación empírica, en la que muchos están de acuerdo basándose en su experiencia personal, ¿hay datos que certifiquen este empeoramiento?
Las cifras del informe presentado en diciembre por el Observatorio de la pobreza sanitaria (órgano de investigación del Banco Farmacéutico) hablan de 434.000 personas que, por razones económicas, en 2020 no pudo comprar los medicamentos que necesitaba. Los pobres tienen una capacidad de gasto que es menos de una quinta parte que el resto de la población. Los fármacos más solicitados son para el tracto digestivo, el sistema nervioso y locomotor, enfermedades metabólicas y aparato respiratorio. También hacen falta ayudas médicas y complementos alimenticios. Pero estos meses se ha abierto un nuevo frente.



¿Qué ha pasado?
El 40 por ciento de las entidades asistenciales, por la imposibilidad de respetar las normas de seguridad en sus ámbitos, han tenido que reducir o limitar mucho su actividad, un seis por ciento han cerrado sus puertas y todavía no han reabierto, y se ha reducido mucho la participación de voluntarios mayores. De modo que cientos de miles de personas que recibían ayuda y cuidados, debido a la pandemia se han quedado sin ningún apoyo. Los costes que estas entidades tienen que soportar acaban siendo insostenibles y por eso hemos incrementado el reparto gratuito de dispositivos de protección individual (vestuario, mascarillas, desinfectantes) para permitir que estas entidades sigan haciendo su trabajo.

Uno de los datos más dolientes del consumo de medicamentos es su desperdicio, ¿cómo lo combate el Banco?
Cada año se tiran muchísimos medicamentos que aún valen. A eso hay que añadir que los procesos necesarios para deshacerse de ellos, puesto que se trata de residuos especiales, provocan daños en toda la comunidad, en términos económicos y ambientales. Por eso hemos puesto en marcha el proyecto “Recuperación de fármacos válidos no caducados”. En las farmacias que se han sumado a esta iniciativa se han instalado contenedores donde cualquiera, atendido por el farmacéutico, que garantiza que la operación se realice de manera correcta, puede depositar los medicamentos que ya no necesita y que luego se entregan a entidades asistenciales que colaboran con el Banco. A esto, durante la crisis sanitaria, se ha añadido la provisión de fármacos y equipos a médicos y enfermeros en los hospitales y en los centros sanitarios afectados por la emergencia del Covid19.

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El papa Francisco ha insistido mucho en la necesidad de que todos tengan acceso a la vacuna anti-Covid, y en general a los fármacos.
En septiembre del año pasado, cuando nos recibió en audiencia, el Papa expresó su deseo de que en la época de la globalización de la indiferencia se pueda «globalizar el tratamiento, es decir, la posibilidad de acceso a esos medicamentos que podrían salvar tantas vidas para todas las poblaciones. Y para ello necesitamos un esfuerzo común, una convergencia que involucre a todos». Y añadió: «Vosotros sois el ejemplo de este esfuerzo común». Refiriéndose a la JMF, dijo que era «un ejemplo importante de cómo la generosidad y el compartir los bienes pueden mejorar nuestra sociedad».
En la red que gira en torno al Banco participan empresas de producción (48 donantes en 2020), logística, 17.000 farmacias, 20.000 voluntarios, más de 1.800 entidades que atienden a población pobre, todos trabajando por la cultura del don. Y la Jornada de recogida de fármacos –gracias a la cual hemos recogido y repartido gratuitamente en estos veinte años 5.600.000 fármacos, por un valor de 34 millones de euros– es una posibilidad que se ofrece a cualquiera para dar cuerpo a esta cultura del don, para poner un ladrillo en esta casa común. Es un desafío entusiasmante porque interpela a nuestra humanidad, educa en la caridad y permite enviar una señal de construcción común para mantener viva la esperanza en un momento tan complicado. Todos necesitamos puntos de luz a los que mirar para no quedarnos resignados a la oscuridad que nos rodea.