Polito, el camino y esas “luciérnagas” que iluminan la noche

Antonia Arslan y Julián Carrón presentan en el Centro Cultural de Milán el último libro del subdirector del Corriere. Con la metáfora de la peregrinación, un movimiento del cuerpo y de la razón, despertando las grandes preguntas
Maurizio Vitali

Un camino de Nursia a Montecasino, con la mochila al hombro durante treinta kilómetros diarios, en compañía de tres amigos –el Profesor, la Colega y el Cura–, marcado por san Benito, que nació en Nursia y fundó el famoso monasterio de Montecasino. Un camino real, físico, que despierta el cuerpo. Pero también un camino de la razón y del alma, que despierta las grandes preguntas por el sentido. Y, por último, un camino entre la tradición y el futuro, pasando por un presente marcado totalmente por la pandemia.

Más que el diario de un viaje, es como un maravilloso reportaje. Se trata del último libro de Antonio Polito (que no en vano es periodista de mochila aparte de escrito), titulado Le regole del cammino. In viaggio verso il tempo che ci attende (Las reglas del camino. De viaje hacia el futuro que nos espera, ndt.). El Centro Cultural de Milán organizó una presentación online el pasado 3 de diciembre con Julián Carrón, responsable de Comunión y Liberación, y Antonia Arslan, escritora, aparte del propio autor.

Alessandro Banfi, periodista y moderador del encuentro, empezó invitando a Carrón a intervenir a propósito del capítulo central, titulado Con la ayuda de Dios. Con su peculiar mayéutica, Carrón no habló por el autor sino que le fue citando, subrayando e iluminando ciertos pasajes cruciales. Como las páginas en que Polito introduce en su reflexión Un brillo en los ojos, de Carrón, y la pregunta que le apremia sobre qué puede arrancar al hombre contemporáneo de la nada.

El camino del autor, después de un largo confinamiento, es «como salir de una burbuja y re-descubrir la realidad». Como sucede, cita Carrón las palabras de Polito, «cuando un evento suspende o da un vuelto a nuestra rutina cotidiana», cuando «aislamiento y fragilidad vuelven a despertar las preguntas sobre la existencia» y uno no quiere «volver a la apatía incolora que vuelve grises nuestras jornadas». El relato de Polito describe perfectamente, según Carrón, la dinámica que despierta las preguntas que nos hacen humanos, porque «la vida es un camino en el que continuamente nos vemos provocados por las circunstancias».
«Sigo las preguntas como conviene a un caminante», escribe Polito. «Soy alguien que busca señales con los sentidos siempre alerta y la mirada puesta en el horizonte todo lo posible». En esta casi peregrinación del autor, el asombro por la naturaleza y la belleza de la creación –señalaba Carrón– son de por sí un desmentido de la nada y desencadenan una dinámica del conocimiento que implica toda la racionalidad partiendo de la fascinación por lo real. De modo que Polito llega a decir: «Si puedo pensarlo (a Dios), quiere decir que existe». A lo que rápidamente llegó su hijo, un adolescente (que no va a catequesis ni clases de religión) en una excursión a los Dolomitas: «Papá, hay que felicitar a Dios por haber creado estas montañas».




De Antonia Arslan, que es de origen armenio, es muy conocida La casa de las alondras, pero Banfi destacó El libro de Mush, relato que cuenta el camino de dos mujeres empeñadas en salvar un libro precioso que es la clave de bóveda de toda una civilización. Arslan se declaró «fascinada» por el libro de Polito, porque «es un camino concreto, no una divagación intelectual». Porque «se centra en las preguntas… en una actitud para nada pasiva sino receptiva». La escritora también se mostró fascinada por la inmersión del autor en el corazón de pueblos situados en la espina dorsal de la península itálica, testigos de una antigua civilización sin nostalgia alguna por el pasado. Pueblos donde se encuentran muchos santos, algunos más conocidos que otros, «descritos –señaló Arslan– con un interés abierto y sereno, sin críticas preconcebidas ni exaltaciones acríticas». «Santos que apenas conocemos, a los que nadie reza, pero que ahí están, esperando a lo largo del camino. A través de ellos, Dios se hace plausible y cercano».

Polito se detuvo en el camino como metáfora del camino de la “comunidad nacional” italiana. Se mostró en total desacuerdo con las intenciones y promesas anunciadas para “volver a la normalidad”. «¿Qué normalidad? Tenemos que darnos cuenta de que habíamos considerado y aceptado como normales muchas cosas que no son normales en absoluto». Polito teme al “síndrome de la cabaña”, una tendencia a pararse y encerrarse. «Porque desde febrero estamos parados. Unos han perdido el trabajo, otros viven de subsidios, otros son mayores y viven solos y aterrorizados». La cuestión es: «¿Tendremos fuerzas y ganas para seguir caminando?». Con una exhortación: «Volvamos a caminar, pero no volvamos atrás, a la presunta normalidad de un país que desde hace dos o tres años vagaba alrededor de sí misma». Para ver dónde ir hace falta luz.

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Es lo que pensó el autor una noche en Arpino, sorprendido por el espectáculo excepcional de las luciérnagas, un espectáculo que le hizo recordar el famoso artículo (publicado precisamente en su Corriere) de Pasolini sobre la desaparición de las luciérnagas como signo y cauce de un cambio de época en la vida y en los valores. La necesidad de luces indica, para Polito, la necesidad de un liderazgo, «una élite que tenga perspectiva, fuerza cultural y moral, y el coraje de ser una guía». Promover la formación de este liderazgo resulta crucial.
¿Por dónde empezar? Sugería Carrón: «Por el encuentro con personas que, por cómo viven, sepan atraer y despertar el deseo de construir respuestas a esta situación de vulnerabilidad y a la deriva del nihilismo».