Davide Prosperi

Empresa. ¿Qué nos sostiene en medio de la tempestad?

Algunos empresarios de la Cdo de Milán dialogan con Davide Prosperi, vicepresidente de la Fraternidad de CL. Dificultades, desafíos y descubrimientos en medio de la pandemia
Stefano Filippi

Junta a un grupo de emprendedores tocados pero no hundidos por el virus. Gente acostumbrada a afrontar pérdidas y beneficios, fracasos y éxitos; personas que han superado la primera fase de la pandemia sacando energías, recursos, nuevas estrategias, sin conformarse con un consolador «Todo saldrá bien». A un empresario la realidad le habla, le hace preguntas y le propone sugerencias de acción que exigen respuestas inmediatas. Un empresario siempre tiene una mirada abierta a la realidad, lanza una iniciativa apostando por que la realidad le responderá de manera positiva. Pero con esta pandemia hemos aprendido que la palabra «positivo» tiene una faceta añadida. La segunda oleada del Covid no es como la primera. «Nos hemos visto desplazados, nos ha pillado desprevenidos y hemos vuelto a estar perdidos ante el avance de los contagios, las soluciones “técnicas” que podíamos poner en marcha ya no resultaban ser una fuerte de esperanza», confiesa la Compañía de las Obras de Milán en un manifiesto que pone al descubierto la fragilidad propia de estos tiempos.

Añade que estos empresarios sienten la necesidad de juntarse, aunque sea a distancia, de discutir, de plantear sus dificultades, experiencias, preguntas. No son interrogantes abstractos. Y sobre todo no son fruto de una queja. Es demasiado fuerte su sentido de responsabilidad ante sus empleados y clientes para dedicarse a lamerse las heridas. El deseo de echarse una mano dio lugar primero al manifiesto y luego a una velada por Youtube con Davide Prosperi, profesor de bioquímica en la Universidad Bicocca de Milán y vicepresidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación. Los hombres y mujeres de empresa abrieron ante él no sus libros de cuentas sino los de su vida de estos últimos meses. Luciano Anceschi, propietario de una empresa de exportaciones con cien empleados, dice que ha aprendido a mirar a las personas por su deseo y no por el rol que ocupan. Gabriele Cantoni, que se dedica al montaje artístico y escenografía, afirma que superó el desánimo inicial tras el bloqueo de todas las actividades gracias a la conversación con un amigo que le invitó a «volver a mirar».



Luca Casati tiene una constructora que, entre ayudas y deducciones, no va del todo mal. «Pero nos hemos encontrado con otros problemas que nos han hecho ver que la facturación y los márgenes no lo resuelven todo». Monica Olmo trabaja en una empresa familiar y se pregunta cómo puede durar en el tiempo la unidad que ha surgido con los que trabajan a su lado. Por su parte, Giovanni Brambilla ve cómo los números caen. Su empresa pastelera trabajaba sobre todo para la restauración colectiva y ahora «solos no saldremos de esta». Lo dice también Stefano Redaelli, al frente de una agencia de viajes, y expresa la exigencia de un «vínculo continuo que hay que buscar y abrazar». Carlo Iobbia, agricultor, ha descubierto la importancia de «un gesto gratuito» en un mundo donde todo se mide por el beneficio.

No es un espectáculo habitual poder ver a empresarios que se interrogan y piden ayuda. No es nada obvio, como señala Prosperi. «La primera manera de responder a la crisis no es quejarse, eso lo hacen todos y a la larga no ayuda. Lo más importante es juzgar las cosas, es decir, mirar lo que hay detrás de la apariencia», que a primera vista no se ve. ¿Y qué es lo que no se ve en esta segunda oleada de coronavirus donde el optimismo que predominaba en primavera ha dejado paso a la rabia y a la debilidad? «La reaparición del Covid nos obliga a preguntarnos dónde se apoya realmente nuestra esperanza», afirma Prosperi, «muestra si nuestra actividad es puramente reactiva, un parche mientras dure la tempestad. Lo que no vemos es que la realidad siempre es positiva. Este puede ser un tiempo propicio para preguntarnos qué nos sostiene, y si basta con soportar las circunstancias o es necesario ante todo amarlas. Que haya en nosotros un atractivo del bien incluso cuando ese bien no se ve es lo que nos da energía para descubrir lo positivo cuando no se ve».

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¿A qué proveedor hay que llamar para conseguir ese factor que se llama atractivo, energía de adhesión, certeza en el presente y en el futuro? El manifiesto de la Cdo («Un lugar para aceptar el desafío») prefigura una respuesta. «Solo un lugar hecho de personas nos puede sostener», dice Prosperi. «La pertenencia a algo más grande es lo que nos permite estar delante de la realidad. Una compañía. No basta que alguien nos lo diga: hay que verlo. La pertenencia es hoy una palabra tabú, se ha convertido en sinónimo de sospecha, igual que la idea de los cuerpos intermedios. Se cree que las redes sociales nos ha hecho superfluos pero esta experiencia de distanciamiento es justamente lo que nos permite entender que necesitamos relaciones, corrección, compartición, un sostén real en la vida de cada persona».