El papa Francisco con jóvenes en Polonia en 2016

Economía de Francisco. Cuando el futuro pasa por cada “sí”.

Tres días convocados por el papa Francisco en una cita prevista para marzo pero celebrada ahora online, con 1.500 jóvenes economistas reunidos desde 115 países para hablar de empresa, desarrollo sostenible, salud… «y felicidad»
Giacomo Ciambotti

Del 19 al 21 de noviembre se ha celebrado “La economía de Francisco”, donde el Papa ha convocado a jóvenes economistas de todo el mundo –académicos, emprendedores, change-makers– para formar parte activa en la construcción de una nueva economía, orientada al desarrollo integral de la persona. Este acontecimiento estaba previsto que se celebrara en marzo de 2020 en Asís, pero el estallido de la pandemia obligó al comité organizador, al que pertenezco, a repensar la forma. De hecho, el Covid no ha sido un impedimento sino una oportunidad mayor para «activar procesos creativos y valientes», como dijo el responsable de la organización, el economista Luigino Bruni.

De modo que en marzo comenzó un largo camino. Los 12 pueblos temáticos que se habían pensado –yo coordino el pueblo “Empresa en transición”– se pusieron en marcha y lo que surgió fue increíble. Al cabo de unas semanas nos dimos cuenta de que la Economía de Francisco ya había empezado, y no se miraba tanto a la meta final del evento, pospuesto a noviembre, sino al presente, a los pasos concretos que podíamos dar juntos.



Pensando en los meses pasados, me conmueve cómo en mi grupo doscientos jóvenes de todo el mundo han gastado energías, tiempo, pasión, conocimiento, para poder construir algo juntos de verdad. Organizamos varios seminarios online –con Robert Bilott, por ejemplo, un famoso abogado americano que se ha tomado en serio el tema de la contaminación ambiental en un territorio del oeste de Virginia y ha salvado cientos de vidas en una gran causa contra la industria química DuPont– y un montón de encuentros, divididos en cuatro áreas temáticas: misión y papel de la empresa, modelos de negocios sostenibles, tecnologías para el bien común, relación entre instituciones y ecosistemas empresariales.

La actividad y los diálogos han sido muy intensos, intentando desarrollar soluciones creativas que ofrecer al Santo Padre. En nuestro grupo hemos preparado quince propuestas que hemos presentado al Papa, algunas muy prácticas, como una plataforma que ponga en contacto a empresas que sean afines con los principios de la Laudato si’.

Los tres días de Asís, aunque de manera online, han sido una experiencia realmente grande y ha dejado varios apuntes para retomar en el futuro. El programa ha sido muy rico: sesiones plenarias con grandes empresarios y economistas (Jeffrey Sachs, Muhammad Yunus, Kate Raworth…), y otras en paralelo donde los jóvenes de varias localidades presentaban y debatían sus propuestas, hemos reflexionado sobre las palabras del obispo de Asís, Domenico Sorrentino, y del cardenal Peter Turkson. El “encuentro” con san Francisco ha sido impresionante. Entrar en varios lugares y ser partícipes de su vida y de su historia nos ha permitido experimentar una gran cercanía y sentirlo como parte de nuestro camino. Varios amigos que seguían los encuentros de lejos estaban muy impactados por esto, con un sentimiento de unidad en la tarea y en la acción que no partía tanto de un ímpetu revolucionario o de un ideal abstracto sino de una respuesta deseosa, viva y apasionada a la invitación del Santo Padre a reconstruir nuestra “casa común”.

Era evidente el deseo de muchos de asumir su responsabilidad, de poder y querer ofrecer su propia contribución, por pequeña que fuera. Ha sido una toma de conciencia que me ha animado, a mí en primer lugar, a entregarme por entero a este camino, desde el principio. Esta respuesta por parte de cada uno se ha fundido en la comunidad de los participantes y también se ha hecho visible en la alegría de los momentos festivos que ha habido: cantos, videos desde todos los rincones del mundo, una larga maratón dando la vuelta al mundo, animada cada hora por un país diferente.

Los temas de debate han sido muchísimo: salud, paz, empresa, igualdad social… Todos abordados por jóvenes en diálogo con adultos, pero sobre todo con una mirada práctica hacia todas las propuestas. Me llamó mucho la atención, por ejemplo, el encuentro con el profesor Jeffrey Sachs hablando de la felicidad del ser humano. Un tema inmenso, para muchos a primera vista parecía abstracto, pero en el fondo la economía tiene precisamente como objetivo la felicidad del ser humano, está hecha, como dijo el Papa en su discurso final del sábado por la tarde, «para el desarrollo integral de cada hombre y del hombre entero». De hecho, todos compartimos este deseo, y mediante la Economía de Francisco volvía a resultar evidente que el corazón del ser humano está hecho para esta felicidad y que solo se mueve en ese sentido.

Vuelven a resonar en mí las palabras del Evangelio de Marcos: «¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?». Es una pregunta crucial cuando hablamos de la relación entre beneficio y objetivos sociales y ambientales, que a menudo se contraponen. En el encuentro con Sachs se habló no tanto de una visión abstracta de la felicidad, o idealizada, sino concretamente de cómo tendrían que cambiar los territorios locales y las ciudades para favorecer el desarrollo de la persona, en todos los ámbitos. El tema de la subsidiariedad en los territorios y comunidades como medio para una sostenibilidad real no es por tanto algo abstracto sino experimentable en muchas realidades que se mostraron en diversos encuentros y propuestas de los jóvenes.

La Economía de Francisco me trae también una gran esperanza porque todos hemos podido ver y experimentar que un pequeño cambio es posible, y sobre todo que ya está sucediendo. El hecho de que, en una cultura en la que “el tiempo es dinero”, 1.500 jóvenes de 115 países se hayan dedicado a hacer este trabajo ya supone un cambio de paradigma que muestra más que el mero deseo de un mundo mejor. Trabajando codo con codo con compañeros de Guatemala, Argentina, Uganda, España, Filipinas, resultaba evidente que el futuro no es algo lejano sino que se alimenta del “sí” cotidiano de cada uno de nosotros.

El video del Papa en la clausura de estos tres días me dejaba finalmente muchos puntos de reflexión y una inmensa gratitud por la compañía que la Iglesia nos hace en este camino. De hecho, el Papa nos invitaba a cada uno a «incidir concretamente en vuestras ciudades y universidades, trabajos y sindicatos, emprendimientos y movimientos, cargos públicos y privados con inteligencia, empeño y convicción para llegar al núcleo y al corazón donde se gestan y deciden los relatos y paradigmas». Sobre todo nos desafiaba en el presente: «No pueden permanecer fuera de donde se gesta el presente y el futuro. O están involucrados o la historia los aventajará».

Eso supone una gran tarea porque, una vez más, podemos darnos cuenta de en qué consiste la vocación de cada uno de nosotros: decir sí, cada uno en su lugar de trabajo y en su propia realidad. Para mí, que me dedico a la investigación, se trata de decir sí a los desafíos cotidianos con el deseo de aportar mi pequeña contribución al mundo e iniciar en todas partes «procesos, marcar caminos, ampliar horizontes, crear pertenencias».

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Precisamente esta pertenencia a la gran familia de la Iglesia es un gran don que he vuelto a descubrir gracias a la cercanía con mis amigos y compañeros en la Economía de Francisco. No estamos solos, y lo hemos verificado en el camino que nos ha traído hasta aquí. Pero volver a tomar conciencia de ello, hacer mía esa conciencia de pertenencia, puede cambiar la manera de actuar de cualquiera, y transformar esa respuesta en soluciones creativas, concretas, que miran por fin a la cara la cuestión de la felicidad de la persona, de cualquier persona y de la persona entera. Empezando por mí mismo.

Después de estos días, es aún más evidente qué es lo verdaderamente urgente: que cada uno de nosotros parta de su pequeñez, de su rutina, pero con el corazón lleno de esta conciencia de pertenencia y de comunidad en camino. Donde la contribución de cada uno es más necesaria que nunca, y de la que cada uno es responsable. Los jóvenes ya están respondiendo, y eso me llena de gratitud, con una tarea aún más clara para el futuro próximo. Seguiremos trabajando sobre estos temas, construyendo poco a poco, pero encontrarse en Asís ha sido una bocanada de aire en este camino fascinante.