Cajas con medicinas preparadas para el reparto

Argentina. La recogida de medicamentos y una caridad sorprendente

Se tenía que celebrar en septiembre, pero la pandemia obligó a modificar los plazos. Nada de turnos de voluntarios en las farmacias para la jornada del Banco Farmacéutico. Y esto es lo que pasó entonces en Buenos Aires y alrededores
Silvana Terenzano

Como todos los años, comenzamos nuestro trabajo de preparación de la Jornada del Banco Farmacéutico en marzo pero esta vez, a los pocos días, llegó el “imprevisto”: la pandemia por Covid-19 puso en vilo al mundo. El 20 de marzo se decretó en Argentina la cuarentena obligatoria con estrictas restricciones de movilización y el cierre de la mayoría de los negocios.

En esos días surgió un pedido urgente del hogar Amparo Maternal. Todos compartimos el sentir de Patricia: «Nos sorprende la pandemia y nos desafía. ¿Cómo daremos respuesta a las necesidades que tienen las entidades?». Sonia recuerda esos días así: «Junto a la improvisación de la modalidad del teletrabajo como consecuencia de la cuarentena obligatoria decretada de la noche a la mañana, empezaron a llegar los pedidos de ayuda anticipada de las entidades con las que colaboramos hace años. Las primeras respuestas las fuimos dando a partir de colectas realizadas entre amigos. El mes de la Jornada de Donación de Medicamentos que realizamos anualmente en septiembre estaba lejos y ya volveríamos a la “normalidad” para organizar los turnos con voluntarios apostados en las farmacias, tal como lo hacemos desde hace ocho años».

La entrega de fármacos

Hicimos un folleto y un texto que enviamos a amigos, conocidos, compañeros de trabajo, etc., para difundir la campaña. Silvana pasó los datos entre las mamás del colegio de su hijo. Una de ellas le consultó enseguida cómo concretar la donación y realizó una transferencia. Carina tenía a su padre gravemente enfermo y aun así se involucró. Ya este gesto me conmovió pero lo que más me impactó fue que cuando le agradecí, me contestó: «gracias a ustedes por la posibilidad que nos dan para ayudar a otros en este contexto tan difícil». Rápidamente se juntó el dinero y pudimos entregar lo que pedía el hogar pero luego contactó otro, “El Pobre de Asís”, y luego otro; así, seis hogares fueron demandando ayuda fuera del tiempo previsto y de lo que anualmente calculamos

Óscar nos cuenta: «Yo había escuchado a una amiga de Venezuela que ayudaba con medicamentos de modo solidario; ella expresaba que, ante una carencia o dificultad por una necesidad real, “no hacer nada” no es la opción correcta. En nuestra primera reunión decidimos no realizar la jornada tal como veníamos haciéndola años anteriores, con voluntarios en las farmacias, pero tampoco podíamos quedarnos con los brazos cruzados».

Para Sonia, comenzaba una sinfonía cuyos compases empezaban a escribirse: «Un sponsor que ayuda todos los años respondió en menos de 24 horas aumentando su contribución en una magnitud inesperada». Evidentemente Dios estaba presente en estas circunstancias. Llamamos a las farmacias que años anteriores colaboraron con la jornada y se sumaron con la donación de los productos solicitados. Nos quedamos impresionados por la prontitud en respondernos y la generosidad de los responsables. En quince días teníamos todo y unos amigos que tenían permiso para circular nos ayudaron con la retirada de los productos. Me preguntaba si era generosidad, solidaridad –la de los amigos y los responsables de farmacia–, o si habían sido heridos, tocados en su humanidad.

En junio todos estábamos desgastados por la cuarentena y el aislamiento, otros se quejaban por el trabajo incesante. El temor de la gente crecía y aún no se veía el pico de infección, muchas empresas y negocios cerraban sus puertas… Y surgieron cuatro hogares más solicitando ayuda.

Nuevamente la pregunta: ¿qué hacemos y cómo respondemos? «Idas y venidas sobre la modalidad adecuada para llevar a cabo nuestra misión de una forma desconocida, sumado al hecho de que la mayoría de los que formamos el Banco Farmacéutico no tenemos conocimientos tecnológicos ni manejo de redes suficiente para proponer alternativas creativas digitales. Empezamos a indagar qué hacían otras organizaciones benéficas en medio del bloqueo y surgieron algunas propuestas, pero debíamos encontrar una idónea que las implementara», recuerda Sonia.

Tomando el ejemplo de otras ONG decidimos hacer una campaña solicitando colaboración a través de las redes. «Un amigo, experto en marketing digital, nos propuso rediseñar la página web y llevar adelante la campaña virtual sin cobrarnos sus honorarios personales. Primer donante externo del 2020. ¿Por qué lo hacía? Esta pregunta no me ha abandonado a lo largo del tiempo que trabajamos juntos. La respondió personalmente en una reunión virtual: es su forma de colaborar con el Banco. Una respuesta suficiente para los balances habituales, pero que no alcanza a colmar la admiración que se despierta por algo que rompe con las medidas cotidianas del “deber y haber” contables, como suele suceder ante eventos extraordinarios que hablan de otra cosa, que evocan lo sublime dentro de lo efímero», remarca Sonia.

Esta modalidad representaba algunos desafíos tales como, en el caso de Sonia, generar confianza en los donantes que no nos conocían y acercarse al mundo de las redes sociales. «Como no soy usuaria de redes sociales el primer desafío virtual fue cómo llegar a mis conocidos. Gran ocasión para pensar un mensaje corto, claro y representativo de lo que estábamos haciendo, que me obligó a ponerme en la piel de quienes no conocían nuestra actividad porque viven fuera de Buenos Aires y nunca los habíamos podido invitar a comprar en las farmacias adheridas. ¡Qué gran oportunidad invitar a amigos y familiares que no vivieran en la capital! La contraparte positiva de esta peculiar modalidad de campaña».

Dada la situación del país, Óscar no tenía muchas esperanzas de que lo donado superara el coste de marketing y organización. Pero comenzamos igual, con el empuje de Chicca casi al término de su embarazo y varios amigos más como Sonia, Carlos y Patricia, entre otros. En un mes se reunió el dinero para cubrir el coste de lo solicitado. Imposible de creer para mí. Y nuevamente la sorpresa de una voluntaria que, a pesar de sus bajos recursos, hizo su aporte. Me preguntó cómo podía donar en efectivo y mantuvimos un diálogo durante varios días. Otros voluntarios donaron una cantidad enorme y otros repetidamente. Todos preguntaban cómo hacerlo ya que el sistema era novedoso para la mayoría, pero eso nunca fue un impedimento.

La campaña duró hasta el 15 de octubre y ya estábamos con los mayores contagios. El «dona desde tu casa» había sido un éxito. Pero ahí no terminó mi asombro. Cuando fui a mi farmacia a hacer las compras –yo estaba de vacaciones, así que se encargaron de todo mis compañeras–, una me averiguó el precio de pañales más baratos y trajo bolsas y bolsas desde Tigre, donde vive. Otra averiguó sobre los productos más baratos en droguería y preparó los listados para hacer la mayor cantidad de descuentos en la facturación. Otra preparó las bolsas con el nombre de cada hogar. La cajera se dio cuenta de que faltaban más descuentos y tuvo que refacturar. Y una más me ayudó a cargar todo en el auto. Un verdadero despliegue de trabajo en equipo… pero realmente estas compañeras ¿por qué lo hacían?, ¿por qué se movilizaban con tanto afán? Ellas fueron voluntarias en otras jornadas y siempre participaron activamente en la ayuda de los hogares que conocían. Tenían conciencia de la necesidad real de los hogares y ahora, en plena pandemia y siendo trabajadoras de la salud, estaban aportando ellas mismas a modo personal y en vivo. «“Donarse para ellas era imprescindible» y no solo les hacía bien, como dice nuestro lema, sino que tomaban la ayuda como propia, como si fuera para un familiar. Como dice Mikel Azurmendi, «la caridad no es dar limosna sino entregarse y vaciarse de uno mismo para ayudar al prójimo». O como nos comparte Patricia: «Sí, volvemos a darnos cuenta de que la solidaridad surge frente a una propuesta clara, nunca deja de sorprenderme el deseo de ayudar de las personas. Y fueron las donaciones en dinero, también en productos por las farmacias adheridas al gesto, la preocupación de las mismas por conseguir los mejores precios, etc… El deseo de ayudar moviliza y saca lo mejor de cada uno».

Descubrirse necesitado y reconocer la ayuda imprescindible abrió de par en par el corazón y resurgió toda la humanidad posible de cada uno. Para Sonia, «la invitación a la gratuidad no conoce barreras de aislamiento, basta que nuestra imaginación se pliegue a lo que la realidad impone para proponer nuevas formas de desplegarla. Así volvimos a constatar que donar-nos hace bien, cualquiera que sea la modalidad que nos convoque».

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Todo fue superado por una humanidad que despertó con esta campaña, que nunca fue nuestra. ¿Quién hace todas las cosas? Jorge Ali, de Venado Tuerto, lo resume así: «veo las expresiones de felicitaciones y también de asombro porque no creíamos mucho en esta campaña; nos lanzamos pero lo que nosotros podíamos hacer es solo eso: dar el primer paso confiadamente y, contra todos los pronósticos, se hizo el milagro porque hay Otro que hace las cosas». Ese Otro que puede sostener la esperanza de verdad, que aun en pleno pico de pandemia, te hace seguir caminando y deseando vivir más humanamente, como decía Patricia al final: «Ahora a esperar, con entusiasmo, qué nuevo desafío tendremos el año próximo».