Viena después del atentado

Viena. «Delante de Dios, para confiarle nuestros miedos»

Los atentados fueron a pocos metros de su casa, enseguida llegaron las noticias y los mensajes de los fieles. Enseguida el cardenal se fue a la capilla para rezar. «¿De dónde viene realmente la esperanza?»
Maria Acqua Simi

Matteo, Marcus, Giovanni y Christoph son misioneros de la Fraternidad San Carlos Borromeo y viven en Viena. Su parroquia, dedicada a María Anunciadora, está a pocos minutos de la zona que sufrió los atentados el pasado lunes. Cuando los medios empezaron a dar las primeras noticias de los disparos, los cuatro estaban en casa. «El lunes por la noche es el momento semanal para estar juntos y poner muchas cosas en común», explica Matteo Dall’Agata. Las primeras horas las pasaron pegados a los informativos y luego respondiendo a multitud de mensajes de amigos y fieles preocupados. Algunos terroristas habían huido, había muertos, heridos y el clima de seguridad que parecía blindar a la sociedad austríaca mostraba sus grietas.

El cardenal Christoph Schönborn

«A pesar de la pandemia, nos sentíamos relativamente seguros. Pero lo que estaba pasando nos quitaba todas las certezas de este tipo y al mismo tiempo nos hacía darnos cuenta de nuestra fragilidad. Una fragilidad que tenemos siempre, pero que ahora más que nunca debemos tomar en serio», continúa Matteo. «La pregunta que nos hacíamos, la que me planteaba yo esa noche, era: ¿de dónde nace realmente mi esperanza?». Más tarde escucharon las palabras del cardenal Schönborn, arzobispo de Viena. «Lo primero que hizo fue ir a la capilla a rezar. Se puso ante Dios con confianza, porque tenemos un Padre al que confiar todos nuestros miedos. Tenemos alguien a quien decir que estamos asustados, alguien a quien mirar, para no quedarnos simplemente atónitos ante el horror. Así que a la mañana siguiente nos pusimos a rezar juntos y quisimos mirar qué hay en nuestra experiencia que nos dé confianza y esperanza».

Las palabras del cardenal fueron muy claras: «Hoy tenemos miedo pero no debemos responder al odio ciego con más odio. Tampoco debemos caer en la tentación de encerrarnos en casa asustados. Aunque debamos mantener las distancias a causa de la pandemia, no debemos distanciarnos de nuestros corazones. Mientras el calor de nuestra sociedad sea más fuerte que el frío del odio, no debemos desanimarnos».

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Por esa razón, cuentan los sacerdotes de la San Carlos, esa mañana cada uno volvió a retomar sus tareas de siempre: en la escuela (tres de ellos dan clase) y en la Pastoral universitaria y con jóvenes inmigrantes. «Luego celebraremos la Escuela de comunidad con los amigos del movimiento», añade Matteo. Y no faltarán menciones a los atentados. «Y dos preguntas: de dónde viene nuestra esperanza y qué es para nosotros la libertad». La semana pasada celebraron una asamblea. «Ahora ha llegado el momento de verificar si todas las cosas que decíamos sobre la esperanza y lo que resiste a cualquier dificultad siguen siendo verdaderas en este momento». Puede dar miedo, «pero saberse en manos de un Padre bueno nos mantiene vivos y nos permite volver a trabajar, seguir en contacto con los demás. La certeza que experimentamos es más grande que nuestros miedos».