Un “yo” despierto al servicio de todos

En medio del drama, descubrir que hasta de la emergencia pueden surgir nuevas oportunidades para los enfermos. El relato de experiencias sanitarias ante la pandemia y lo que nos enseña para el futuro. La asamblea de Medicina y Persona
Andrea Costanzi y Paola Marenco

Más de 150 trabajadores sanitarios se reunieron el pasado 10 de octubre para participar online en la asamblea de Medicina y Persona para compartir las dramáticas experiencias vividas durante la pandemia, en las que muchos han podido reconocer un bien sorprendente. Novedades preciosas, origen de posibles cambios sustanciales en la manera de cuidar a los enfermos de ahora y de mañana.
Fue muy valiosa la observación inicial de Gabriele Tomasoni, director del Departamento de Reanimación y Centro Covid de Brescia. Explicó que compartir el saber supone una respuesta por parte de la comunidad científica ante las necesidades del enfermo. Una manera de atender a la persona, que merece que le atiendan contando con los mejores conocimientos disponibles en cada momento. Resultaba evidente en el intercambio inmediato de conocimientos científicos que, partiendo de cero, se han ido desarrollando sobre el terreno gracias a que se compartían inmediatamente –cosa inusual– entre colegas de todo el mundo. Ahora conviene estar vigilante para que médicos y enfermeros no pierdan el significado de aquella reacción primera ante lo que estaba sucediendo, que superó con mucho la normalidad de su labor. Señales de un cansancio muy extendido hacen presagiar una escasa disponibilidad para repetir aquel sacrificio en caso de una segunda oleada de la pandemia.

La evidencia de que ya no se puede cuidar bien estando solos saltaba a la vista en la intervención de Laura Cremagnani, que coordina un grupo de unos veinte médicos de Medicina general que se reúnen periódicamente desde hace tres años para compartir impresiones profesionales. Ante un desafío tan dramático como el que se han encontrado en primera línea, han sabido reconocer ante todo su responsabilidad profesional a la hora de estar cerca de quienes lo necesitan. Al mismo tiempo, no se han quedado en la queja, más que comprensible, por todo lo que faltaba, sino que en cambio lanzan propuestas constructivas que ofrecen insistentemente a las instituciones. ¿Resultado? Una propuesta de itinerarios válidos para todos. De hecho, les han convocado a varias mesas institucionales y médicas. Según la doctora Cremagnani, este trabajo trata de llegar preparados y equipados para hacer frente a la segunda oleada y al desafío de las vacunaciones.

Experiencias similares de médicos de medicina general son las que contaron Maddalena Isoldi y Fernanda Bastiani. La primera ha descubierto en Florencia, visitando a un paciente anciano, solo por dar positivo al Covid, la necesidad de ofrecer una asistencia domiciliaria sencilla. Al principio empezó dedicándose al paciente en primera persona, luego interpeló a la Región para que se ofreciera una ayuda así también en otros casos. Por su parte, Fernanda y sus colegas, en Parma, han solicitado el apoyo del hospital, apelando al Ministerio sobre las llamadas “Unidades especiales de continuidad asistencial”, que luego han derivado en un decreto del Gobierno y han contribuido a la puesta en marcha de unidades móviles interdisciplinares, muy útiles para evitar los ingresos en la medida de lo posible.



Matilde Leonardi, directora de la Unidad de Neurología, Salud Pública y Discapacidad en el Instituto Besta de Milán, amplió el horizonte hablando de su participación en la Organización Mundial de la Salud. El 75 por ciento de los países de todo el mundo, explicó, tienen dificultades para acceder a los servicios sanitarios, mientras que aquí el acceso a la sanidad es universal y además se presta atención a la persona. Una modalidad de atender que se debería describir con criterios objetivos para ser compartida con toda la comunidad científica internacional.

El grupo de psiquiatras, guiado por Giorgio Cerati, director del Departamento de Salud Mental del distrito oeste de Milán, mostró su preocupación por las consecuencias –ya visibles– de la pandemia en la salud mental, especialmente en los jóvenes, con un aumento de los suicidios y adicciones a la realidad virtual. Cerati señaló que una segunda oleada sería aún más preocupando porque se percibe como una realidad desesperante. Y explicó que a los médicos se les pide encarnar las razones de nuestra esperanza para compartirlas con los que tienen delante. Porque la base del cuidado es la relación.
Varios directores sanitarios contaron que han vuelto a aprender a mirar la realidad sin esquemas prefijados, dialogando con profesionales de varios sectores para encontrar, en medio de la emergencia, soluciones eficaces y todavía disponibles para todos.

Hay un hilo rojo que conectaba lo que todos decían: una posición constructiva. Los médicos piden a las instituciones libertad para ofrecer su contribución partiendo de lo que ven en las necesidades de sus pacientes. En una verdadera emergencia, la primera necesidad es que las reglas y la burocracia (o, peor aún, el temor judicial) no bloqueen o ralenticen los intentos de respuesta que nacen entre los que trabajan sobre el terreno, tocando con sus dedos necesidades reales.

LEE TAMBIÉN – Venezuela. El dinamismo de la caridad en medio de la cuarentena

Ya sea el fármaco más innovador, la asistencia al anciano que vive solo o al paciente ingresado en el hospital que corre el riesgo de morir solo (quizás por reglas irracionales aplicadas de manera mecánica), lo que se pide es siempre lo mismo. Que se facilite la labor de los profesionales que tienen el coraje de decir “yo” y que, tras hacer un camino de respuesta a la necesidad que tienen delante, puedan explicitarlo para ponerlo a disposición de todos, sin esperar a que algún otro se decida a tomar la iniciativa. Ese puede ser el inicio del cambio. Una nueva colaboración entre profesionales e instituciones, cuando el objetivo es realmente común, será cada vez más necesaria en el futuro, tanto para no desperdiciar recursos como para ofrecer una respuesta verdadera a problemas que pueden hacerse crónicos.

El presidente de Medicina y Persona, Felice Achilli, terminó retomando el Salmo 8: «¿Qué es el hombre (…) para mirar por él?». Un reclamo a la concepción más adecuada de la persona, «en la que necesitamos que se profundice continuamente para que sostenga nuestro empeño humano y profesional estando a su lado».