Venezuela. El dinamismo de la caridad en medio de la cuarentena

Al empezar la cuarentena, Carlos veía cómo su vida pasaba al “modo pausa”. En cambio, cuando empezaron a surgir necesidades y él comenzó a responder, una cadena de encuentros inesperados y sencillos le empezaron a provocar «incluso más que antes»

Me he dado cuenta de que al principio del confinamiento pensé que en cierta manera la vida se ponía en pausa, debido a que me encontraba privado de todas las actividades que realizaba, luego he visto que mi “yo” ahora está siendo incluso más provocado que antes. Cerca de donde vivo hay una parroquia donde realizan una olla solidaria cada sábado, dando de comer a más de doscientas personas, hace unas semanas me he incorporado y con esta incorporación una dinámica ha puesto en movimiento mi vida.

Me he encontrado principalmente con los ojos de una niña que me miraba con ternura por darle comida. Con una voz suave me decía “gracias”, al despedirla me di la vuelta para continuar con mi trabajo y pensé: «por estos ojos de cielo es por lo que yo hago esto». Me doy cuenta de que en este lugar se manifiesta también toda mi necesidad de Cristo, mi necesidad de ser mirado por unos ojos que traspasen mi yo y me remitan a lo trascendental, no la he podido sacar de mi cabeza y siempre la recuerdo.

La semana pasada noté que había un muchacho que había pasado tres veces a buscar comida, me dirigí a él para decirle que no debía hacer eso, porque si él recibía el triple tal vez alguien de la cola podía quedarse sin su ración. Este chico me miró con ojos llorosos, apenado me dijo que no volvería a hacerlo e intentó marcharse. Yo dejé lo que estaba haciendo y le seguí, quería conocerlo y llegar hasta el fondo de lo que estaba pasando (que iba más allá de una ración de comida extra). Al hablar con él me contó que lo había hecho porque su abuela no podía venir y generalmente no tenían mucho para comer. Al instante yo también me conmoví y se me saltaron las lágrimas igual que a él. Le animé a contarme su situación y llegar a un acuerdo para que pudiera retirar su comida y la de su abuela. Este sábado, al llegar al patio donde repartimos la comida, vino a buscarme y me dijo: «hermano, aquí he traído lo que me has pedido, tenías razón, podíamos hablar y es mucho mejor ser sincero». Este chico no mostraba ni una pizca de arrogancia, siempre fue humilde y muy abierto, lo único que puedo hacer es mirarlo con ternura, igual que la niña me miró a mí.

También me encontré con una abuela, una señora bastante mayor que en una oportunidad, al servirle, me pidió colocarle el pan en otro recipiente ya que no le gustaba comerlo todo junto. Al atenderla otra vez el sábado pasado le dije: «abuela, deme sus tres potes, uno para el juego, uno para la comida y el otro para el pan porque recuerdo que a usted no le gusta comerlo todo junto». Esta señora me miró con alegría diciéndome: «¡hijo, tú recordaste eso!». Me contó lo que necesitaba y su estado de salud, y así, dándome la bendición con gran alegría, se marchó. Esta semana la he vuelto a ver y ella me ha mirado todavía con más amor. Con mis amigos de la olla pudimos conseguirle lo que necesitaba y la abuela se marchaba de nuevo vez feliz, agradeciendo y deseando que Dios me bendiga a mí y mis amigos.

Estos hechos tan concretos me ayudan a ser consciente de lo que don Giussani nos dice en El sentido de la caritativa: «Para nosotros la única actitud concreta es la atención a la persona, la consideración de la persona, es decir, el amor». Primero me ayuda a ver mi propia necesidad de ser mirado una y otra vez con ternura, de poder ver los ojos de cielo que me remiten a lo eterno y conocer al otro me hace también tener más deseo de amarlo y de abrazar toda su realidad junto con la mía. Porque podría ir a la olla solidaria y solo servir la comida sin involucrarme, en cambio Cristo me ha dado la gracia de abrazar mi humanidad y la de los amigos que ahí me encuentro, para abrazarlo más a Él, incluso sin ahorrarme la impotencia y el dolor que representa tener que decirles a veces: «hoy ya no tenemos más comida».

Participar de este momento de caridad aumenta mi deseo de dar la vida por la obra de Otro, pone en dinamismo todo mi “yo” que se encuentra con Él.
Carlos Pérez, Venezuela