Estados Unidos. La sociedad cambia por alguien que ya ha cambiado

Las presidenciales, las protestas antirracistas… un país cada vez más polarizado. Un encuentro con el teólogo Stanley Hauerwas y el historiador John Zucchi para releer “De la utopía a la presencia”, de don Giussani
Lisa Lickona

Ante la oleada de protestas por todos los Estados Unidos tras la muerte de George Floyd en Minneapolis, muchos en la comunidad de Comunión y Liberación de este país han sentido la necesidad de confrontarse sobre el desafío que supone este momento histórico. Algunos sentían la urgencia de unirse a las manifestaciones y ser solidarios con aquellos que sufren la opresión racial. Otros, en cambio, ante la polarización política y la violencia continua, se expresan con más cautela. En un país que se ha dividido aún más en sus posturas ideológicas (unos con Biden/Harris defendiendo la justicia racial, otros con Trump/Pence defendiendo a la policía y la seguridad pública), nuestra comunidad se ha sentido llamada a ir más a fondo, al corazón de lo que ha recibido de don Giussani. ¿Cuál es o cuál podría ser la forma de una presencia cristiana en el mundo, en este momento tan crítico? ¿De qué modo se pueden afrontar los problemas de manera creativa y responder a las heridas que están desangrando a América y a las que nadie es ajeno?
Algunos han observado que este momento es parecido a la experiencia del movimiento en Europa en los años sesenta y setenta, cuando protestas violentas, alimentadas por los ideales marxistas, sacudían las universidades. En 1976, posicionándose directamente sobre la implicación de los alumnos del CLU en aquellas protestas, don Giussani intervino en el équipe de Riccione, invitando decididamente a volver a los fundamentos del método cristiano. Después se refirió muchas veces a este discurso prácticamente como una refundación del movimiento.

Convencidos de que esta intervención, que luego se publicó bajo el título De la utopía a la presencia, es una valiosa ayuda para los americanos en este momento tan especial, los organizadores del New York Encounter y el Crossroads Cultural Center organizaron juntos un encuentro online dedicado a este texto. El acto tuvo lugar el 19 de septiembre y contó con la participación de Stanley Hauerwas, profesor emérito de Teología y Derecho en la Duke Divinity School, y John Zucchi, profesor de Historia y Estudios clásicos en la McGill University.
En su introducción, el moderador, el profesor Paolo Carozza de la facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Notre Dame, dijo a los más de ochocientos participantes que «nosotros, como los estudiantes a los que se dirigía Giussani, vivimos una época de activismo nervioso, de polarización y de conflicto, de proyectos y de ideales utópicos». ¿Cómo puede desafiar a nuestra perspectiva el «método de la presencia» que propone Giussani?, preguntó a los ponentes. ¿Qué puede significar en este momento?

La invitación al encuentro digital

Zucchi admitió que ha tenido que reflexionar mucho sobre este «método de la presencia» tras su primer encuentro con el movimiento Black Lives Matter, leyendo su propuesta local en la prensa. «Mi primera reacción fue: “¡qué pena no haber estado!”. Pero luego pensé: “¿por qué tendría que ir?”. Enseguida, por la mentalidad moderna, lo que nos viene a la cabeza es decir: “tengo que hacer algo”. Mientras que la verdadera pregunta es: “¿por qué lo hago?, ¿con qué conciencia lo hago?”».
Según Zucchi, reflexionar sobre esta conciencia es fundamental. «No dejamos de pensar qué podemos hacer para mejorar la sociedad, ¿pero hago algo porque debo hacerlo, o porque sencillamente quiero comunicar lo que he recibido? Es decir, donarme a mí mismo, compartir mi vida… lo que requiere por mi parte cierta autenticidad». Y añadió: «Si se trata de mero activismo, puede desgastar o resultar violento… Con una “presencia” puede llevar adelante mi propia iniciativa, puedo implicarme incluso en manifestaciones y protestas, pero sin el objetivo de resolver los problemas».
En la misma perspectiva, el profesor Hauerwas habló de la “presencia” del médico cuando le dice a un paciente a punto de morir: «Sencillamente porque estás enfermo, yo no te abandonaré». «Este tipo de relación es de la que habla Giussani. Con Cristo, nosotros estamos llamados a estar presentes en la agonía del mundo de una manera que no contribuya a aumentar los problemas de los hombres en nombre de la injusticia».

El ejemplo más potente de “presencia” que Zucchi afirmó haber encontrado durante este tiempo es un artículo de Gregory Charles, un hombre de raza negra dedicado al mundo del espectáculo. En él cuenta cómo su padre, quince años después de ser cruelmente rechazado en un apartamento a causa de su raza, tuvo que cuidar precisamente al hombre que le negó la casa porque ingresó en la planta en la que él trabajaba. Explicándole su decisión de hacerse cargo de un hombre que le había tratado tan mal, su padre decía a Charles: «Está sufriendo y necesita consuelo. Haré por él lo que haga falta, y lo haré de la mejor manera posible. Yo atiendo a este hombre porque así es como nosotros amamos y salimos vencedores, hijo mío». Cuando aquel hombre salió del hospital, le dijo: «Gracias por haberme atendido. Y no me refiero a mi pierna».

El padre de Charles, señala Zucchi, «era alguien que vivía una relación constante con Aquel que le había cambiado la vida. Iba a misa diaria, y una mañana, nada más salir de misa, le mató una máquina quitanieves. Ante los problemas relacionados con la tensión racial, respondía con una postura personal, sin ningún proyecto en mente sino como una persona cambiada, convertida. Giussani nos pide partir de este nivel, no del gran proyecto de construir una sociedad nueva sino de nuestra unidad, del punto en el que hemos sido cambiados. Lo que pase después no es nuestro problema… La sociedad cambia por alguien que ya ha cambiado».

En este contexto, Hauerwas afirmó que Black Lives Matter responde a una profunda necesidad de cambiar la sociedad, pero de una manera que al final no satisface. «El movimiento Black Lives Matter trata de obtener una especie de respuesta para el carácter esclavista-racista de nuestra vida aquí, en Norteamérica, de tal manera que pueda aliviar la agonía. ¿Qué hacer cuando se ha sido un pueblo que ha recibido en herencia una historia tan llena de equívocos que ya no tiene remedio? La manera de reconocer y saber seguir adelante supone uno de los grandes desafíos que se presentan a la ética americana».
La manera de “seguir adelante” es lo que pone en discusión el “liberalismo americano”, que «es producto de personas que creen que no deben tener más historia que la que han elegido cuando no tenían historia. Eso es lo que nosotros llamamos “libertad”». El problema, según el teólogo, «es que esta es una historia que no han elegido. Te deja con una vida que no estás seguro de querer. El movimiento Black Lives es una invitación que se identifica al final con algo inequívoco, que ofrece la vida que me gusta vivir. Pero la cuestión es que necesitamos algo más. No es nada evidente qué es este “algo más”. Giussani ofrecía a los jóvenes una orientación que generó vidas dignas de ser vividas. Eso es “presencia”».
Zucchi añadió que «hay algo falso en la utopía porque nuestro deseo de felicidad es infinito, y la utopía siempre es una construcción humana, con todos sus límites». Ambos identificaron signos claros de utopía en el momento actual. Zucchi en el «salto a las propuestas de solución de problemas sin ir antes a la raíz de dichos problemas». Hauerwas en la arrogancia de la pretensión americana de ser «la mayor nación del mundo».
La reducción del horizonte de la realidad y la incapacidad para ver los propios límites, se preguntaba Carozza, ¿también se expresan en el «deseo de borrar las realidades de la historia, de definirlo todo en las categorías dualista del bien y el mal?».
«¿Qué hay más justo que la corrección política?», señaló Hauerwas. «Hoy la universidad afronta serios problemas. No puedes preguntar para qué sirve. O para quién. Hay gente que dice que no se puede leer Macbeth porque no hay brujas buenas o porque es discriminatorio con las mujeres. Algunos piensan que no se puede leer El mago de Oz porque es literatura fantástica». Y añadió: «La derecha y la izquierda religiosas, ambas, tienen pretensiones sobre lo que se puede enseñar o no, de modo que acaban reduciéndolo todo a las disciplinas S.T.E.M. (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas) en detrimento de las ciencias humanas, que sirven para formar nuestras percepciones fundamentales sobre lo que es bueno y verdadero. Es un problema. No hemos generado personas dotadas de elocuencia y sabiduría».
Del mismo modo, Zucchi señaló los numerosos casos de manifestantes derribando estatuas de personajes históricos con la intención de “borrar la historia”, como «una trampa del moralismo. Tener una posición moralista no requiere un elemento comunitario, es decir, que yo pertenezca a otra cosa. Puedo seguir adelante solo y mantenerme en pie o sobre mi caballo de batalla pensando que soy capaz de seguir un código particular. Los demás no lo han seguido y su estatua es derribada».

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A la luz de estos desafíos culturales, Carozza afirmó que el discurso de Giussani concluye con admitiendo que no podemos “vencer”, pero al mismo tiempo está «empapado de esperanza cristiana». «La victoria ya está dentro de nosotros», decía Giussani.
Y Hauerwas está de acuerdo. «La no violencia no es un intento de vencer, porque la victoria ya ha tenido lugar mediante la cruz y la resurrección. La idea de que somos nosotros los que debemos vencer no nos pone delante de un Cristo que ya ha vencido».
Zucchi afirmó que él ya tiene experiencia de esa “victoria” desde que se hizo amigo de quien se oponía a la posición cristiana en el debate sobre la eutanasia en Canadá. «La experiencia de la victoria de Cristo se hace evidente cuando ya no veo la distancia que hay entre Cristo y el otro, cuando quiero llegar a la humanidad de los demás y espero que esa misma humanidad pueda llegar hasta mí».