Lima, Perú

Perú. La novedad en un mundo fragmentado

Presentado, para el público peruano, “El despertar de lo humano”. Junto a Carrón, la artista Ivonne Labrousse y el geólogo Fredesbindo Vásquez. Una confrontación sincera y directa. «¿Dónde hay que buscar esa mirada de la que hablas?»
Daniela Altini

La artista Ivonne Labrousse y el geólogo Fredesbindo Vásquez presentaron con Julián Carrón el libro El despertar de lo humano para el público peruano. Fue un diálogo intenso, arraigado en el relato de la experiencia. Labrousse habló mucho de sí misma, contando lo que le habían provocado las preguntas que Carrón plantea en su libro. Dijo que durante los meses de la cuarentena su deseo se había amplificado y transformado, que había percibido de nuevo la necesidad de una mirada distinta, que le permitiera ver la realidad y a sí misma. Una mirada amorosa y llena de ternura, como la de su madre hacia su hermano, que nació sin un ojo.

En la relación con la realidad insistió también Vásquez, exdirector de las políticas ambientales del Ministerio de Energía del Gobierno peruano, un hombre acostumbrado por su profesión a observar las cosas que le rodean. «Me llama mucho la atención la insistencia de Carrón en la realidad, de la que ahora también forma parte la pandemia, que nos ha pillado por sorpresa, encerrados en nuestra burbuja. Me hace pensar y reflexionar mucho cuando, citando a González Sainz, afirma que “la realidad estaba ahí pero no la mirábamos. Ahora ha irrumpido de forma estrepitosa. La realidad ha entrado sin permiso”. Y añade que nos ha sacado de nuestra zona de confort, que hemos podido comprobar que los sentimientos que la realidad suscita –asombro, miedo, curiosidad– son como una lente que nos acerca al objeto».

El deseo de una mirada nueva, el deseo de la realidad. Carrón, por su parte, subrayaba la función educativa que la realidad desempeña en la dinámica del despertar de lo humano y, al mismo tiempo, la necesidad de aprender de la realidad para poder acompañar a otros a la hora de mirar: una mirada como la de una madre que, acompañando a su hijo al afrontar las cosas de la vida, le transmite la experiencia del vivir. Y citaba un mensaje que le había enviado un amigo enfermo de Covid: «Se trata de mirar de manera distinta porque ahora, con el Covid, aquí en mi cama de hospital, me paro, pienso, y no puedo evitar darme cuenta de la novedad que son mi mujer, mis hijos y mis nietos». Es un camino que podemos hacer en cualquier circunstancia, incluso en un hospital con el Covid, comentaba Carrón.



Pero en el mundo en que vivimos, descrito por Labrousse como fragmentado, donde la gente, con tal de no cruzarse, se pasa a la otra acera, donde prevalece nuestra fragilidad, donde Dios parece ausente, donde todo parece poco para producir un cambio, ¿cómo es posible contribuir al bien del mundo?, como preguntaba Silvia Neciosup, oncóloga y moderadora del diálogo.

Según Carrón, resulta paradójico que un sencillo gesto humano pueda repercutir en el bien del mundo. «Pero vemos que pasa. Pienso, por ejemplo, en una persona enferma de ELA a la que conocí hace poco, fragilísima, incapaz de hacer cualquier gesto. Una persona que parece que sirve para poco, ¿una persona inútil, por tanto? ¿Esta persona es inútil para el bien común? Es una pregunta que ella misma se hace. Pero, por la manera en que acepta y vive su enfermedad, está contribuyendo a ofrecer un significado de la vida a sus hijos, a sus nietos, infinitamente más potente que todo lo que podría hacer con sus capacidades plenas, porque les está ofreciendo una clave para comprender la vida. El “sí” de esta mujer tiene un significado para todos los que entrar en relación con ella: médicos, enfermeros, personas que la cuidan. Ofrece a todos el significado del vivir».
Como la Virgen, añadió Carrón. ¿Qué más podría haber hecho por los hombres que decir “sí” al anuncio del ángel? «En cambio así, sin salir casi nunca de Nazaret, hizo posible que Dios se hiciera hombre en su seno, con una repercusión enorme para la historia de la humanidad».

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Labrousse quiso dirigir después una pregunta directamente al autor del libro: «Yo he recibido una educación que bloqueaba mi deseo. Crecí en un mundo lleno de prohibiciones. Año tras año, crecía en mí un vacío… Tú dices que, para arrancarnos de la nada, hace falta “esta carne capaz de colmar el abismo de la vida”. ¿Cómo puedo buscar esta mirada de la que hablas? ¿Dónde hay que buscarla?». Carrón acusó el golpe preguntándose: «¿Qué hemos hecho los cristianos con el don de la fe que hemos recibido en gracia?». Y añadió: «Es un don recibido para testimoniar que en la vida, aquí y ahora, Cristo no es alguien que prohíbe sino quien llena ese vacío que sentimos crecer dentro de nosotros». Luego prosiguió: «Si estamos atentos, curiosos y llenos de deseo, podremos interceptarlo en personas que viven la fe como esta experiencia de plenitud. ¡Porque existen! El Señor las sigue suscitando, para ti y para mí».

Sin embargo, ni siquiera un desafío tan grande como la pandemia nos puede cambiar mecánicamente. Hace falta un trabajo, terminaba diciendo Carrón, para que todo lo que sucede pueda hacernos crecer como personas, con la capacidad de mirar el don que es el otro, los padres, los hijos, los amigos, la realidad.