Portugal. «Descubrirse hijos»

Presentada la edición portuguesa de “El despertar de lo humano”, con Julián Carrón, el economista João César das Neves y el historiador Rui Ramos. Un diálogo intenso y estrechamente ligado a la experiencia
Joana Ramos

El 23 de junio se presentó la edición en portugués de El despertar de lo humano. Reflexiones de un tiempo vertiginoso, en un encuentro virtual entre João César das Neves, economista y profesor universitario, Rui Ramos, historiador y también profesor universitario, y Julián Carrón, el autor, moderados por la abogada Sofia Gouveia Pereira. Partiendo de la provocación del libro y de la experiencia de este tiempo de pandemia, se desarrolló un diálogo vivaz que siguieron mucho no solo desde Portugal sino también desde Angola, Cabo Verde, Mozambique y Brasil.

«La cuarantena nos ha obligado a enfrentarnos a lo que somos, con toda nuestra vulnerabilidad, incluida la incapacidad de nuestra ciencia experta en darnos garantías y certezas», comenzó diciendo Ramos. «Cuando descubrimos nuestra vulnerabilidad, siempre existe el riesgo de que eso nos lleve a una especie de revuelta idealista. Pero también puede tener otro efecto, el de hacernos pensar en la provocación de la realidad, hacernos pensar en qué nos hace humanos». Das Neves añadió que «constatar el fin de la “burbuja” en que nos encontramos puede ser positivo si nos lleva a mirar la realidad tal como es y a dar un paso adelante, pero puede ser negativo si caemos en el desahogo, en la pretensión, en la rabia».

Cuando la moderadora preguntó al autor por qué hace coincidir el resurgimiento de las preguntas con el “despertar de lo humano”, Carrón rerspondió que «la realidad nos ha mostrado el engaño en que hemos estado viviendo y cómo a menudo, en nuestra forma de estar en la realidad, prevalece la ideología, es decir, una percepción reducida de la realidad, en la que vivimos con la ilusión de no tener límites». Y añadió: «¿Por qué podemos darnos cuenta de esta ilusión, del error de pensar que no tenemos límites y que tenemos todo bajo control? Porque crece en nosotros la capacidad para juzgar la realidad». Tenía que despertar lo humano que hay en nosotros, explica, «de modo que podamos ver la realidad con más verdad de lo que lo hacemos normalmente. Si somos leales con nosotros mismos, todos adquiriremos una mayor conciencia de lo que somos humanamente».

La segunda ronda de preguntas introdujo el tema de la derrota del nihilismo. Ramos observó que el problema no es solo un control externo sobre lo que hay fuera de nosotros sino también un control sobre nuestras propias fuerzas, sobre nosotros mismos. Luego se preguntó qué instrumento debemos usar para ejercer dicho control. Y la respuesta era la más obvia: el poder. «Pero puede pasar que el poder carezca de lucidez y de razonabilidad. La gran pregunta es si nosotros, por nuestra cuenta, solos, podemos desarrollar esa disciplina, esa lucidez, esa razón, o si necesitamos algo distinto para ser lúcidos y razonables». Y dijo que esta era la respuesta que siempre han ofrecido las grandes tradiciones religiosas. Provocado por la posibilidad que don Giussani llama «vivir intensamente lo real», Ramos, hablando de cómo los críticos de la religión en general la acusan de alienarnos de la realidad, planteó la hipótesis: ¿y si fuera al contrario? ¿Y si fuera la religión la que nos acerca a la realidad y las ideologías las que nos alejan de ella?

Carrón reaccionó diciendo que «la realidad se ha mostrado más poderosa que todas nuestras interpretaciones. En este sentido, el nihilismo se ha visto derrotado, pero eso no significa que todos aceptemos lo que hemos visto, pues depende de la libertad, de nuestra voluntad para atar lo que pensamos de la realidad a la experiencia que tenemos de ella». La derrota del nihilismo realizada por la realidad puede haber sido total, explicó, y sin embargo el nihilismo podría no haber sido vencido en nosotros. «Pero vivir la realidad hasta el fondo, como estos días, porque se ha impuesto ante nuestros ojos, nos ha llevado a ponernos delante del Misterio, a reconocer al Misterio como parte de la realidad. En este sentido, la religión se concibe como el culmen de lo humano y no como el límite de lo humano, el culmen de la razón humana, de la libertad y del afecto humanos».

Para Das Neves, el factor decisivo no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos de lo que nos pasa. «La cuestión es en qué corazón caerá el virus, cómo reaccionaremos a su llegada, porque el ser humano, ante el horror de la pandemia, solo tiene dos posibilidades: o se encierra en una burbuja protectora, o se abre a un amigo “influyente”, con poderes más grandes que los nuestros, para que lo ayude». Le ha llamado la atención la unidad del libro de Carrón, la relación entre sus partes. «La primera habla de la realidad y la segunda de la Presencia. Porque solo podemos abrirnos a la realidad si sabemos que ahí está la presencia del Señor. Solo es posible estar abiertos a la realidad delante de una presencia».



En este sentido, Carrón señaló que hay dos cosas que nos ayudan a reconocer esta presencia. La primera es la realidad misma. «Cuando abrimos los ojos ante la realidad, ante el mar, ante las estrellas, esta lleva dentro un atractivo, y ese es el origen de la relación entre el hombre y la realidad». Lo segundo es que «cuanto más dilata la realidad nuestra capacidad para razonar, más nos damos cuenta de que nosotros, al igual que la realidad, tampoco nos hacemos solos». La primera pregunta que siempre se ha planteado el hombre, explicó, es por qué existen las cosas en vez de la nada. Esta es la primera percepción a la que el hombre abre los ojos, esta pregunta, y si la razón no se bloquea no podrá evitar llegar hasta el Misterio. Esta Presencia que nos hace es misteriosa, pero no por eso es menos real. Por ello, decía Carrón, «solo podemos estar ante la realidad si estamos ante una presencia, pero esa Presencia ya está en la realidad y dentro de nosotros, porque nosotros somos los primeros testigos de que hay una Presencia que nos hace».

Sofia les preguntó a los tres qué habían aprendido de este tiempo y cuál podía ser la contribución de una experiencia así a nuestro mundo. Das Neves en este tiempo ha aprendido más de la vida, profesional y científicamente, «porque estamos viviendo uno de los momentos más ricos en experiencias a nivel histórico y económico». Y a nivel personal, «todo lo que era superfluo ha desaparecido, de repente me he centrado en lo esencial, los fundamentos, la familia, el amor, la importancia de las cosas de cada día». A nivel espiritual, habló de «hambre de la Eucaristía» y de «experiencia del desierto».

Por su parte, Ramos explicó que los acontecimientos ponen constantemente en cuestión nuestros cálculos. «Esto me lleva no solo como historiador sino también como persona a relacionarme con la realidad. Percibirla, comprenderla, aceptarla no pasa, como solemos pensar, por su explicación y control sino por la aceptación de su imprevisibilidad y nuestra dificultad para entender. Pasa por tanto también por reconocer que la realidad está hecha de misterio, que hay un misterio en la realidad y que el verdadero realismo es el que acepta ese misterio».

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Carrón dijo que había visto muchas veces en su vida la conveniencia de no sustraerse nunca a los desafíos que no podemos ahorrarnos. Contó cómo había aceptado esta provocación, por la experiencia de una vida dominada por esta Presencia. Para un cristiano que vive en la realidad toda provocación es ocasión para verificar la fe. Recordó la experiencia de san Pablo. «Fue perseguido, afrontó peligros tremendos en sus viajes, fue traicionado, odiado. Sufrió todo eso, pero decía: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado”». No porque vivamos a la altura de las circunstancias, sino porque ahí se manifiesta toda la potencia de Cristo. «Es como cuando un niño se da cuenta de que todas sus dificultades son ocasión para poder ver en acción lo que significa vivir la vida teniendo una madre». Y añadió: «El Señor nos da todas estas señales para mostrarnos que nada puede separarnos del amor de Cristo, de su amor por nosotros. Si vivimos esto, podemos contribuir al bien de la sociedad mostrando esta certeza. No hay miedo que no pueda ser derrotado, no hay virus que pueda vencernos, no hay desafío económico que no podamos afrontar con la cabeza alta… Pero solo podremos afrontarlo bien si la fe es capaz de generar en nosotros una novedad que podamos ofrecer como contribución delante de todos».
Para realizar nuestra tarea de cristianos, concluyó Carrón, «sentimos cada vez más la necesidad del alimento de la Eucaristía, sin la cual es difícil poder testimoniar una vida así. De Su mano, podremos entrar en la realidad sin miedo, no porque seamos más fuertes sino porque nos descubrimos más hijos. Un niño no necesita ser fuerte para entrar en un lugar oscuro, puede ser frágil, pero su fuerza reside en su relación con su madre».