El coronavirus y «la fragancia del acontecimiento»

La pandemia y la conciencia de sí. El diálogo, organizado por la Universidad Bicocca de Milán, entre los psicoterapeutas Fabrizio Asioli y Giovanni Staghellini, y Julián Carrón
Maurizio Vitali

Un tema –“La conciencia de sí y la experiencia del presente en tiempos del Covid-19”– punzante que no da tregua a los discursos académicos y tres ponentes que se ponen en juego personalmente: Fabrizio Asioli, Giovanni Stanghellini (ambos expertos de renombre en psiquiatría y psicoterapia) y Julián Carrón, profesor de Teología, sacerdote y guía de Comunión y Liberación. Dos horas y media de diálogo intenso, con 480 personas conectadas online, y al terminar un puñado de preguntas recogidas por el moderador, el profesor Cesare Maria Cornaggia. Se trataba del segundo de los cuatro encuentros del curso optativo 2020 organizado el pasado 11 de mayo por el Departamento de Medicina y Cirugía de la Universidad Bicocca de Milán, bajo el título “Malestar psíquico y sociedad”, centrado totalmente en la “conciencia de sí”.

Los ponentes abordaron el tema desde perspectivas diferentes, propias de sus respectivas competencias y experiencias. Fue sorprendente asistir al espectáculo de tres voces “en resonancia por simpatía” como las cuerdas de ciertos instrumentos musicales ante frecuencias capaces de interceptar el punto neurálgico secreto en común. No es una cuestión de repetición sino de sintonía.
Cuando Asioli utilizó la pareja de palabras “crisis-humildad” para abordar el tema propuesto no trataba de replicar sino de entrar en “resonancia por simpatía” con el itinerario sugerido por Carrón –“irrupción de la realidad-despertar de lo humano”. Lo mismo pasaba con Stanghellini cuando recurrió a la clave “herida-reconocimiento” para iluminar los nudos del reencuentro con uno mismo y la relación positiva con los demás.
Con estas tres parejas de conceptos ya podríamos resumir los rasgos principales de las tres intervenciones.

Para Carrón, el estallido de esta pandemia representa una «irrupción de la realidad» en nuestras vidas, habitualmente anestesiadas por la ilusión de tenerlo todo bajo control. «Varios observadores han empezado a considerar esta irrupción de la realidad como primer detonante de la aventura de la autoconciencia». Aventura cuya posible trayectoria ha trazado Carrón recientemente en su libro-entrevista con Alberto Savorana, El despertar de lo humano. Ahora la «realidad pura y dura ha puesto al desnudo toda nuestra fragilidad y al mismo tiempo ha despertado las preguntas ineludibles del significado, que constituyen el tejido de nuestro ser».
Para Carrón, con la pandemia ha salido a la luz con más nitidez la dimensión constitutiva de nuestro ser, que es la dependencia. «Solo podemos estar bien si estamos en relación con un tú. Solo en relación con un tú que lo ama y lo acepta, nuestro yo puede aceptarse y amarse a sí mismo». Sin embargo, a su vez esta presencia humana se revela frágil, insuficiente respecto a la infinita amplitud del deseo. En definitiva, «solo si Dios mismo me acoge y yo estoy seguro de ello podré abrazarme verdaderamente, con la certeza de que es bueno que yo exista».

Para Fabrizio Asioli vivimos una crisis profundamente traumática. «Cada uno de nosotros ha pasado de sentirse dueño de su vida a estar confinado y despojado de todo, de gestor del tiempo a condenado a un peligro que quién sabe cuánto durará, de intencionadamente ignorante de la muerte a espectador cotidiano de su inexorable presencia». ¿Pero qué significa “crisis”? «Una crisis implica ruptura y discontinuidad, pero también indica posibilidad de cambio. Nos pode delante de una realidad ambivalente, que puede hacernos sufrir o renacer».
Asioli no está nada convencido de que todo mejorará automáticamente. «Tendemos a oponer resistencia al cambio, nos dan miedo la ruptura y la interrupción, tememos el trauma del dolor y la pérdida». En realidad, observa Asioli citando a Paul Valéry, «cada nueva vida comienza con una interrupción. El nasciturus vive cómodamente en el seno materno, sin traumas, en un paraíso terrenal; venir al mundo coincide con una ruptura brusca de este estado y con la experiencia del dolor y el malestar».
¿Cómo puede afectar todo esto a la conciencia de sí? Puede ser «una gran lección de humildad». Si naufraga nuestra imagen de omnipotencia, «podremos relativizar ahora nuestro yo dentro del nosotros», sostiene Asioli, quien, sin caer en optimismos fáciles, capta señales positivas en la vida de estos meses. «Nos ayudamos mutuamente, somos más atentos y disciplinados, agradecemos la labor de los médicos y los que están en primera línea, etc». Pero atención, advierte Asioli: el impulso a borrarlo todo siempre está al acecho.

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Asimilar esta «gran lección de humildad», como invita Asioli, “resuena por simpatía” en el «reconocimiento de la herida», indicado por Stanghellini como trayectoria del despertar de la conciencia, de uno mismo y del otro. Navegando entre Homero, Sófocles y Caravaggio, Stanghellini proponía reflexionar sobre cuatro grandes heridas. La corporal oculta, por la que reconoce a Ulises su nodriza. La del alma de Orestes y Electra, que descubren sus lazos consanguíneos. Y «aquí la herida de uno resuena en la herida del otro. A través de la empatía, el otro entra en la definición de mí mismo». En la historia mitológica de Filoctetes y Neoptólemo, tiene lugar el reconocimiento no entre consanguíneos sino entre dos extraños, mediante la superación de la repulsión (por la repugnante herida de Filoctetes y por la falsedad del engaño urdido por Odiseo) dando paso a la compasión y al cuidado.
Luego está la herida del costado de Jesús, en el centro de La incredulidad de santo Tomás de Caravaggio. Aquí el cuerpo visible, su imagen como diríamos en el lenguaje moderno, no es suficiente para el apóstol. Este quiere un cuerpo tangible, una carne. El dedo en la herida, al que el mismo Jesús acompaña, es como querer penetrar carnalmente en la verdad profunda de las cosas. «Señor mío y Dios mío»: el reconocimiento brota dentro de la dialéctica dramática y fascinante entre lo humano carnal y tangible, y a la vez lo misteriosamente divino. Así, la sacralidad del otro y su reconocimiento se entrega «a la fragancia del acontecimiento».
La verdad nace de la carne es el título del último libro de don Giussani traducido al español. A él y a su libro quiso dedicar Stanghellini su intervención.