Julián Carrón (Foto: Lupe de la Vallina)

Carrón: «No desertemos del impacto con la realidad»

¿Cómo vencer el miedo? ¿Qué contribución pueden ofrecer los cristianos? ¿Qué desafío presenta esta pandemia a la fe? El presidente de la Fraternidad aborda en esta entrevista los temas de su nuevo libro, “El despertar de lo humano”
Simone Baroncia

«La situación que estamos viviendo nos ha hecho conscientes de que en estos años hemos vivido en cierto sentido como en una burbuja que nos hacía percibirnos protegidos de los golpes de la vida. De este modo hemos vivido distraídos, fingiendo que todo estaba bajo control. Pero las circunstancias han desbaratado nuestros planes y nos han llamado bruscamente a responder, a tomarnos en serio nuestro yo, a preguntarnos sobre nuestra situación existencial concreta. En estos días la realidad ha sacudido nuestra más o menos tranquila vida cotidiana asumiendo el rostro amenazante del Covid-19, un nuevo virus que ha provocado una emergencia sanitaria internacional».
Así empieza, en formato e-book, El despertar de lo humano. Reflexiones de un tiempo vertiginoso, de Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, un libro-entrevista con Alberto Savorana donde, partiendo de «la irrupción imprevista e imprevisible de la realidad bajo el rostro del coronavirus», describe la gran posibilidad de redescubrimiento de lo humano que se nos concede vivir: de la soledad al silencio, de una amistad compartida a la conciencia que tenemos de nosotros mismos y del mundo.

¿Por qué es necesario el “despertar de lo humano”?
Para no sucumbir al desafío que la emergencia del coronavirus nos plantea a cada uno de nosotros. Nos habíamos acostumbrado a una vida más o menos tranquila. Pero no nos habíamos dado cuenta de que el precio que estábamos era la pérdida de nuestro yo. Desde hace semanas, la irreductibilidad de la realidad no nos da tregua y nos obliga a medirnos con las preguntas que nos constituyen humanamente, y que habíamos dejado a un lado: ¿cuál es el significado de la existencia?, ¿por qué existen el dolor y la muerte?, ¿por qué merece la pena vivir? Aquí reside el corazón de la auténtica religiosidad, del despertar de lo humano.

¿Cómo es posible vencer el miedo?
El miedo nos asalta cuando la realidad deja al descubierto nuestra impotencia y desenmascara «esas falsas y superfluas seguridades», como afirma el papa Francisco. ¿Cuál es la fuerza de un niño, qué le permite vencer el miedo cuando debe entrar en una habitación oscura? La presencia de su madre. Con ella se atreve a entrar hasta en el lugar más remoto.
Esto vale para todos. No son los discursos, las estrategias, los esfuerzos voluntaristas lo que nos sostiene cuando el miedo nos bloquea. Solo una presencia cargada de atractivo nos vuelve a poner en marcha. Incluso delante del miedo a la muerte. Por eso Dios se hizo hombre, murió y resucitó, para testimoniar a todos que la muerte no es el fin de todo, porque la semilla de la Resurrección permanece viva y sigue floreciendo en la humanidad de aquellos que reconocen a Cristo y se dejan aferrar por Él.

En este tiempo, ¿cómo se pueden “crear huellas”?
Más que cualquier discurso, más que cualquier conjunto de instrucciones para el uso, sobre todo hoy se necesitan personas que encarnen en su vida –sufriendo por el virus, cuidando a los enfermos, aceptando el aislamiento impuesto por el riesgo de contagio– la experiencia de la victoria de Cristo, de un abrazo que permita afrontar el dolor y la muerte.
Solo genera quien es generado. El cristiano sabe muy bien quién es el protagonista de la historia: Cristo. Por tanto, solo dejándose generar constantemente por Él podemos contribuir, allí donde estemos, a generar huellas de vida y esperanza para nuestros hermanos los hombres. Estas personas son verdaderamente “amigas” porque veo que estos días nos testimonian el camino para vivir en un tiempo vertiginoso.

¿Pero qué significa “hacer de las tripas de la realidad corazón de inteligencia”?
Significa que la potente irrupción de la realidad ha sacado a la luz con toda su fuerza esa exigencia de entender a la que llamamos razón. Ahora comprendemos por qué hemos acabado en la burbuja. Durante mucho tiempo tal vez nos hemos podido permitir desertar del impacto con la realidad (que aun así no ha dejado de suceder ni interpelarnos), no nos hemos dejado desafiar por ella, hemos creído que la habíamos domesticado, protegidos como estábamos por una condición de vida privilegiada.

El papa Francisco ha invitado muchas veces a la libertad de ser hijos, ¿cómo no perder esa libertad?
Aceptando ser continuamente generados como hijos. Hay una frase de Péguy que me gusta mucho: «Por esa libertad lo he sacrificado todo, dice Dios, por esa afición que tengo de ser amado por hombres libres, libremente». Imaginemos la alegría del padre cuando ve al hijo pródigo volver a casa.

¿Qué “desafío” comporta esta pandemia para la fe?
Paradójicamente, se está mostrando como una ocasión formidable para profundizar en la naturaleza de la experiencia cristiana, para una maduración de nuestra fe. En circunstancias como esta sale a relucir el camino que hemos hecho. «La fuerza de un sujeto radica en la intensidad de su autoconciencia», decía don Giussani.
Sería una verdadera lástima no aprovechar la ocasión para darnos cuenta de la naturaleza del acontecimiento cristiano y limitarnos a quejarnos por la situación. Seríamos como los discípulos en la barca en medio de la tempestad: muertos de miedo porque todavía no habían entendido quién era Aquel que habían encontrado. Repito, nuestra gran contribución a la salvación del mundo es nuestro «sí» a la llamada de Cristo, único fundamento y fuente de todo lo que podemos hacer.
Entrevista publicada en korazym.org