La presentación del libro de Abbruzzese en Roma (foto Bruno Monaco)

Meeting. Donde puede nacer un pueblo

Presentado en Roma un libro de Salvatore Abbruzzese dedicado al evento del verano en Rímini. Dialogan con él Guzmán Carriquiry, Rocco Buttiglione y Fausto Bertinotti. Un regalo inesperado por su cuarenta cumpleaños
Guglielmo Evani

Ha sido un regalo inesperado por su cuarenta cumpleaños. Es el libro Il Meeting di Rimini. Dalle inquietudini alle certezze (El Meeting de Rímini. De las inquietudes a las certezas, ndt.), editado por Morcelliana, 512 páginas fruto de una búsqueda de años, y del análisis de cientos de documentos y testimonios. Gracias al Centro cultural de Roma y la Asociación Italiana de Centros culturales, el pasado viernes 14 de febrero, en la Universidad Pontificia Antonianum, se presentó este libro de Salvatore Abbruzzese, sociólogo de la Universidad de Trento, con Guzmán Carriquiry, vicepresidente emérito de la Comisión Pontificia para América Latina, el filósofo Rocco Buttiglione y el presidente de la Fundación “Cercare Ancora”, Fausto Bertinotti. Como anfitriones, fray Luca Bianchi, decano del Instituto Franciscano de Espiritualidad de la Universidad, y el rector Agustín Hernández Vidales.

«El subtítulo “de las inquietudes a las certezas” no identifica un antes y un después», empezó diciendo la presidenta de la Fundación Meeting, Emilia Guarnieri. «Cada momento de estos cuarenta años ha vibrado de inquietud y certeza a la vez. La inquietud que no nos ha abandonado nunca en la búsqueda sincera y sencilla de cualquier fragmento de humanidad, cualquier experiencia, cualquier intento con el que entrar en diálogo y construir juntos». Y respecto a la certeza que sostiene el Meeting, «es la confianza en la realidad, la estima por lo que sucede. En el origen, como señala Abbruzzese, está la certeza de que la verdad existe, certeza que la experiencia cristiana ha hecho evidente y razonable y que la historia del Meeting nos ha permitido experimentar».

Por la izquierda, Fausto Bertinotti, Rocco Buttiglione, fray Luca Bianchi, Guzmán Carriquiry y Emilia Guarnieri

«El Meeting merecía esta investigación», añadió Carriquiry. «Es la primera vez que este extraordinario evento se encuadra en el contexto del movimiento de CL, de la Iglesia, de nuestro país y de las grandes transformaciones culturales de nuestro tiempo». Carriquiry habla con una larga experiencia, pues está en el Meeting desde 1981 y ahora participa con toda su familia, hijos y nietos incluidos. Pero siempre con el estupor de un evento que «atrae a tanta gente incluso de fuera del movimiento, no presume de ostentación identitaria ni es una banal caja de resonancia de CL, sino que tiene su raíz en el modo en que el carisma se pone delante de la realidad, esa capacidad de “cribar” lo que encuentra para valorar cualquier mínimo aspecto positivo». Un ADN que se ve, por ejemplo, en los voluntarios. «Desde los años 80, me quedó claro que aquí había algo distinto del militantismo que había conocido en mis años jóvenes. Lo comprendí mejor al leer las palabras de don Giussani sobre el uso del tiempo libre como ocasión para crecer en la propia humanidad». Respecto al «diálogo a campo abierto», que distingue el origen de este acontecimiento riminés, «anticipó el enfoque del papa Francisco: no el grito de ideas sino una escucha diligente e inteligente».

En su testimonio, como él mismo lo llamó, Bertinotti identificó dos connotaciones fundamentales del Meeting: ser «un pueblo en construcción» y su «larga duración». «Sentimos especialmente la necesidad de pueblo en un momento de desertificación de lo humano», afirmó el expresidente de la Cámara, mientras que la duración del Meeting en el tiempo es un antídoto contra «el olvido del pasado y la disolución del futuro que sufre nuestro tiempo». Solo algo que dura puede, como decía Camus, «resistir el aire del tiempo», sobre todo cuando este aire se hace difícil de respirar. ¿Pero cómo volver a ponerse en camino en un tiempo que pierde todas las evidencias? Bertinotti cita a Giussani, Pasolini, pero sobre todo a Gramsci al recordar que «el momento en que todo parece perdido, ese es el momento en que hay que volver a empezar». En su opinión, el Meeting es justamente esta capacidad de volver a empezar de cero, de construir la casa común, una casa hecha de materiales usados, de la sabiduría de los constructores, pero en primer lugar de la gente que la habita. Es lo que le impresionó al conocer el Meeting. «El conocimiento físico de su pueblo, esa capacidad de fraternización ante la que yo me sentía extranjero». En su densísima intervención, Bertinotti situó el Meeting en la cumbre de la crisis del siglo XX, siglo fascinante y terrible, sueño imposible transformado en pesadilla real, para llegar a la época del nuevo desorden mundial, donde la política ha sido absorbida por la economía, la guerra mundial ha continuado a pedazos, el individualismo ha triunfado… pero «en este mundo sin salvación vosotros sabéis sacar elementos que generan esperanza».

Para Buttiglione, el libro de Abbruzzese es ante todo «una obra maestra de método, por su capacidad para participar plenamente en el evento-Meeting, pero también para mirar desde fuera y captar elementos objetivos». Hay que volver a don Giussani en los primeros tiempos de Gioventù Studentesca para entender el método de Rímini, sobre todo al “raggio”, el encuentro donde se partía de la experiencia concreta de la gente y se reconducía todo de nuevo a la experiencia. «Las contribuciones de cada uno se percibían como complementarias, no alternativas, y la riqueza que salía se veía como el fruto de Aquel que viene a nuestro encuentro, Jesucristo». De este modo, la verdad no se percibe en una idea o teoría exacta sino, citando a Claudio Chieffo, «en el rostro que tú tienes», es decir en el rostro de un pueblo, en personas que entran en nuestra vida sacándonos de la alienación. Este enfoque sugiere un método potentísimo, que no se centra en los errores de los demás sino en la valoración de su experiencia. «Valorando la experiencia, hasta el error se quema. Partiendo de la experiencia, la novedad emerge siempre y los errores se corrigen, esta es la grandeza de la extraordinaria historia del Meeting».

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Por último, tomó la palabra el autor, para quien dedicar medio millar de páginas al Meeting supone apenas «haber dado una señal, conscientes de que estamos ante algo mucho más grande. Tenemos que seguir buscando». Abbruzzese lo remite todo a la antropología, a la pregunta sobre el sentido de la vida, punto de partida para afrontar la realidad sin censuras, «no limitándonos a cultivar nuestro pequeño microcosmos». De ahí la capacidad de generar una vida, de ahí la duración en el tiempo. «¿Cómo ha hecho el Meeting para resistir después de los primeros años de subidón? ¿Por qué no se acabó a los diez, doce años después de nacer, como la DC o Solidarnosc? La respuesta está en la persona, en el hecho de que si la pregunta sobre nuestra existencia es seria, todo lo que se vive es importante. Y eso crea lo que llamo en el libro “un ambiente moral”». Un clima, en definitiva, que explica, por ejemplo, que tres mil personas «elijan desde hace cuarenta años dedicar una semana de su tiempo libre a vigilar puertas, lavar platos, hacer de chófer para los ponentes, pagándose su alojamiento y sus dietas… Es una antropología no teorizada sino en acto, que contagia a todos, incluso a los que vienen al Meeting como invitados». Porque, volviendo a Bertinotti, «aquí en el Meeting está la constituyente de un pueblo, aquí hay una meta y por tanto también un camino».

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