El encuentro "El valor de la persona" en Novosibirsk (Foto: Kirill Kanin)

Siberia. «El fondo del problema es el amor»

Novosibirsk, congreso público sobre la «educación como encuentro», con testimonios de Uganda, el drama del Sida, el sistema escolar ruso, la libertad… El relato de alguien que, precisamente por un encuentro, ha caído en la cuenta de su fe
Dmitrij Kholyavchenko

El 27 de enero, en uno de los centros culturales más importantes de Novosibirsk, el “Pobeda”, tuvo lugar un encuentro público con Matteo Severgnini, que llegó desde Uganda para contar su trabajo como director de la Luigi Giussani High School de Kampala y el método educativo de su escuela.
El título del encuentro era “El valor de la persona”. Tras las intervenciones de los invitados, se proyectó el film Greater de Emmanuel Exitu, que narra la historia de Rose Busingye y las mujeres enfermas de Sida de Kireka, un slum de Kampala. Se trataba de mostrar que la educación es el encuentro de mi “yo” con el “yo” del otro, y que ese encuentro es capaz de transfigurar a ambos.

Eso es justo lo que me pasó hace unos años. Comunión y Liberación me “sucedió” mediante el encuentro con mi amigo Aleksander Bayanov. Al principio quedábamos para tomar una cerveza con más gente, y Aleksander era el único con el que podía hablar de la filosofía de Nicola Cusano y de la escolástica medieval. Luego me invitó a la Escuela de comunidad y así conocí a Luigi Giussani y su libro El sentido religioso, que me llamó muchísimo la atención porque planteaba cuestiones que me parecen fundamentales, como el vínculo entre fe, razón, experiencia y realidad.

Matteo Severgnini

Antes de este encuentro, siempre me había considerado agnóstico. Inicialmente, para mí los libros de Giussani eran sencillamente el claro ejemplo de una óptima filosofía social. No soy un sentimental, ni estoy acostumbrado a tomar decisiones sobre la base de las emociones. En este sentido, el contenido de El sentido religioso me ha ayudado a darme cuenta de que la fe no contradice a la razón, que la fe en Dios es profundamente razonable y corresponde totalmente a la realidad en que vivimos. Así es como he caído en la cuenta de que en realidad yo creo en Dios desde hace mucho tiempo, solo que hasta este encuentro no era capaz de admitirlo. Mi camino hacia el reconocimiento de la presencia de Dios en mi vida ha sido por tanto extremadamente racional, totalmente fundado sobre la realidad y sobre el pensamiento de Giussani. Ha sido así en el encuentro con mi amigo Aleksander y con el movimiento.

Preparando el evento del 27 de enero, para nosotros era importante que saliera, en el relato de la experiencia ugandesa, que el bien solo puede nacer cuando reconocemos que tenemos un valor infinito, que “nuestro yo vale más que el universo”. Sabíamos que en el encuentro participarían enfermos de Sida, una plaga muy presente también en Novosibirsk, junto a personas de asociaciones dedicadas a frenar esta epidemia, que tienen que hacer frente no solo al terror y la incomprensión de la sociedad sino también a la indiferencia de la burocracia estatal. Un riesgo que veíamos era que la gente esperaba de Matteo un “descubrimiento milagroso” capaz de atenuar el dolor y el vacío que cada uno siente dentro de sí, o bien alguna técnica social o médica, “recetas disponibles” para resolver estos problemas. Pero no fue así.



En la experiencia que contaba Matteo no había un enfoque basado en una técnica, abstracciones sentimentales ni constataciones morales, sino que se mostraba en acto de qué modo el amor puede convertirse en parte de la vida de la gente, la alegría puede llenar cada instante, incluso en medio del dolor. En la película se ve a Rose diciendo: «Nosotros tenemos un valor infinito que ningún dolor, ningún pecado, ningún virus pueden destruir. ¡Tú eres ese valor infinito! Y llevas contigo la responsabilidad de este valor». Se hizo evidente en el relato de la historia de las mujeres de Kireka o en los testimonios de algunos alumnos de la escuela de Matteo. No eran solo hermosas palabras sino lo que define la vida de cualquier persona, el valor que tiene cada uno, allí donde viva y sea lo que sea lo que haya hecho en su vida. Para todos los presentes era muy sencillo reconocer el alcance de la propuesta.

Después de Matteo, intervinieron dos personas que trabajar en el ámbito educativo: Tatyana Tripolskaya, profesora en la Universidad Estatal Pedagógica de Novosibirsk, y el sacerdote ortodoxo Anton Kovalenko.
Al empezar su intervención, Tripolskaya dio las gracias a los organizadores diciendo que lo que acababa de escuchar de Matteo le interpelaba en su tarea y en lo que significa educar a alguien. Luego contó cómo el modelo contemporáneo de educación promovido por el Estado ruso, cada año con más fuerza, excluye del proceso escolar el problema de la persona y su educación, apostándolo todo solo a la funcionalidad. Acabó subrayando lo importante que era, en su opinión, encontrar el nexo que une formación y educación, procesos profundamente ligados entre sí.

Tatyana Tripolskaya y el padre Anton Kovalenko

El padre Anton resaltó la importancia de reconocer no solo el infierno que el hombre es capaz de generar a su alrededor, sino también el infierno que hay dentro de cada hombre, iluminar las vertiginosas profundidades que el hombre puede tocar cuando se lanza a la búsqueda de sí mismo y, a la vez, los subterfugios que se le pueden ocurrir para rehuir del riesgo de su propia libertad. Luego contó cómo, en su experiencia con los jóvenes, percibe una concepción equivocada de la libertad y del amor. «La libertad», dijo, «no es el todo vale, sino la posibilidad de ser uno mismo. Así como el amor no es una emoción o una cuestión de endorfinas, sino el deseo de conocer verdaderamente a la otra persona». El padre Anton terminó afirmando que la experiencia narrada por Matteo es lo que a él le gustaría que se dijera en la Iglesia, en vez de proponer como solución la construcción de muros.

Margarita Loginova, una periodista muy conocida en Novosibirsk que habla muchas veces del Sida, denunciando la estigmatización de las personas enfermas, intervino públicamente para dar las gracias y destacar lo importante que es afrontar estas cosas abiertamente. Se puede discutir mucho de soluciones técnicas, médicas y preventivas, pero el fondo del problema está precisamente en el amor.

Mi amigo Aleksander, moderador del encuentro, dijo que «para la redacción de los subtítulos en ruso de Greater he tenido que ver la película cinco veces. Solo a la quinta entró en mí el sentido de una frase que, en un momento dado, dice una de las mujeres de Rose: “Me siento sana”. Entonces volví a sentir el impacto del hecho que ese imprevisto e increíble Amor ha invadido la vida de Rose, de Matteo, de todas estas mujeres y sus hijos, que es el mismo Amor que también me ha invadido a mí, que he empezado a experimentar una gran alegría y ternura conmigo mismo, mis amigos y todos aquellos que junto a nosotros han colaborado en la organización de este encuentro. Siempre me he preguntado qué hacer para comunicar la experiencia del movimiento a gente no solo alejada de la Iglesia, sino totalmente ajenas a la fe. La gratitud de mis amigos y de la gente al acabar este encuentro me sorprende mucho en este sentido. Gratitud por este gesto de atención y de amor no solo a los que están enfermos, sino a cada uno de los presentes».