La jornada de recogida del Banco Farmacéutico

Hacia la recogida de medicamentos del Banco Farmacéutico

El sábado 8 de febrero será el momento culminante de la jornada en Italia, en la que participarán 24.000 voluntarios repartidos en cinco mil farmacias. Veinte años después de la primera vez, un pedazo de historia que no deja de crecer
Paolo Perego

Era diciembre del año 2000. «Con un grupo de amigos farmacéuticos o que, por su trabajo, se dedicaban a este sector, nació la idea de proponer un gesto similar a la recogida de alimentos para responder a la pobreza sanitaria». Lucrezia Martino, farmacéutica en Giussano, en el corazón de la Brianza, estaba entre aquel grupito inicial. «La pobreza aún no alcanzaba los niveles de ahora, pero empezaba a hacerse notar entre las familias con menos recursos». Fue un gesto sencillo, con unos cuantos voluntarios que, durante un sábado de invierno, invitaban a los clientes de las farmacias de Milán y alrededores a comprar algún medicamento para el Banco, que luego haría llegar esa “donación” a una entidad caritativa que lo repartiría entre los pobres.

«A raíz de aquella primera vez estalló todo un mundo que hoy se llama Banco Farmacéutico», explica Lucrezia. «Pero no por una idea, sino ante todo por la evidencia de que, ante una necesidad que crecía cada vez más, aquello se mostraba como una experiencia muy útil para todos, también para quien la llevaba a cabo, no solo para los indigentes».

El Banco Farmacéutico ahora ha crecido. De aquel gesto puntual del año 2000 nació una Fundación que trabaja durante todo el año, recuperando medicamentos directamente de las empresas, organizando la Jornada de recogida y sensibilizando a la opinión pública. Se estima que en Italia hay cinco millones de pobres, 8,5 en España, según datos de 2019. Gente a la que no solo le cuesta llegar a fin de mes, sino que muchas veces ni siquiera es capaz de acceder a recursos de primera necesidad, como los medicamentos. El año pasado, esta Jornada consiguió a atender casi medio millón de solicitudes de ayuda, lo que significa solo el 40% de las demandas recibidas, que han crecido hasta un 30% en los últimos siete años.

De ahí la decisión de ampliar la Jornada de 2020 a una semana, que en Italia será del 4 al 10 de febrero y en España del 18 al 24 de mayo. En estos días participarán 24.000 voluntarios repartidos entre las cinco mil farmacias adheridas. Entre ellos estará Lucrezia con sus amigos de la Asociación Banco Farmacéutico Milán. «La idea surgió en 2015: dar al trabajo de la Fundación una dimensión más territorial, con el objetivo de recuperar medicamentos aún válidos que la gente ya no usa. En Milán, Roma, Turín…». Junto a un grupito de unas treinta personas, siguen de cerca a 16 farmacias de la Brianza que se han sumado al proyecto y donde se instalan los contenedores de recogida de fármacos. «Para nosotros es una ocasión para profundizar y dar continuidad a lo que nació hace veinte años». La asociación está dedicada a Agnese, la esposa de uno de ellos, Gary, que murió en 2016 en un accidente y siempre había participado activamente en el grupo. «Nos vemos el segundo sábado de cada mes en Seregno, en un aparcamiento, donde nos reunimos después de pasar por parejas a retirar las bolsas con los medicamentos recogidos». Se cargan las medicinas en un coche y alguien, por turnos, los lleva a Milán, desde donde se reparten entre las entidades y obras de caridad. «Principalmente los de la Brianza tenemos como referencia la Cáritas de Sesto San Giovanni, aunque decidimos asociar a cada farmacia implicada con una realidad concreta», explica Daniele. Como la de Triuggio, donde los farmacéuticos expresaron en una ocasión su deseo de ir a visitar a las monjas de la isla de San Giulio, en el Lago d’Orta, con las que se hermanaron. «Organizamos una excursión al monasterio y estaban velices».

La recogida de medicamentos alcanza allí cifras impresionantes. Solo en la Brianza en 2019 se recogieron casi 50.000 medicamentos, por un valor de casi 650.000 euros. «Imagina lo que significa multiplicado por los cientos de farmacias que se adhieren», añade Lucrezia.

Pero la necesidad es realmente grande. «Y no deja de crecer», apunta Gary. «En lo que hacemos nosotros con las asociaciones, pero en general en todas las actividades del Banco, no es fácil entrar en contacto directamente con los destinatarios». Tampoco con los donantes, aparte de la jornada de recogida. «Tú recoges medicamentos para que otros los repartan. Eres un instrumento, y eso te despoja de todo, deja al desnudo tu yo, tu necesidad. Y por ese motivo lo hago. Raffaele, un amigo que trabaja para la asociación, nos escribió diciendo: “Una vez oí a Julián Carrón decir que una obra no se mide por sus dimensiones sino por la novedad que porta. Siempre he pensado que se refería a una novedad para los demás, pero en cambio hablaba de una novedad para mí, para nosotros. Nuestra amistad es esta novedad”. Esta es la necesidad de la que hablo, de una novedad para mi vida».

Dentro de unos días llega el gran día de la recogida central en Italia, el sábado 8 de febrero todos estarán en primera fila, cada uno en “su” farmacia. «Hace veinte años buscábamos gente para la primera jornada», recuerda Enrico, profesor jubilado. «Yo pensaba: “Una vez al año se puede”. Pero luego la cosa creció... Don Giussani, en El milagro de la hospitalidad, dice que “hay algo que tiene que cambiar verdaderamente en nuestra sensibilidad cotidiana. Tiene que hacerse habitual una nobleza que todavía nos es desconocida, pero que presentimos y de la que percibimos su necesidad para que nuestra vida sea digna y fascinante: la gratuidad”. Esta nobleza siempre ha sido para mí el motivo para ponerme en juego. Alguien una vez, después de donar un fármaco, se inclinó para besarme la mano… “Esta es la nobleza”, pensé inmediatamente. La realidad supera con mucho tu propia sensibilidad. Te educa. Y se lo cuentas a todos porque también es para ellos». Como una pareja que recuerda Gary. Llegaron a la farmacia ya de noche, durante la jornada del año pasado. «Ella me escuchaba mientras le explicaba lo que estaba haciendo allí, y él le metía prisa: “Ya hemos gastado demasiado por hoy”. Pero yo no me detuve. Al final, él acabó diciendo: “Me equivocaba, no podemos hacer como si nada”. Fue él quien hizo la donación».

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Es una posibilidad para todos. «A veces piensas que no es el momento de pedir donaciones, delante de un inmigrante o alguien que ves que no puede», dice Gary. En cambio… «El año pasado mi hija se cruzó con una anciana», salta Lucrezia. «Le explicó todo bien y luego la señora se fue al mostrador y la farmacéutica no le cobró. “Ella es la primera que lo necesita”, le dijo a mi hija. Más tarde la mujer volvió. Tenía cuatro euros en la mano que alguien le había dado, “porque ya que no puedo donar nada…”».