Monseñor Giuliano Frigeni con alumnos del Centro Educativo Nossa Senhora das Graças

Amazonía. En la naturaleza, la belleza

El obispo de Parintins cuenta sus vacaciones con los chicos del Centro Educativo Nossa Senhora das Graças. En vísperas del próximo Sínodo de los obispos, estos días han girado en torno a la Laudato sì del papa Francisco
Giuliano Frigeni

Cada vez que empieza el curso, nuestro Centro Educativo Nossa Senhora das Graças (Censg) propone a niños y adolescentes una semana de vacaciones, en la que siempre se sugiere un tema que luego se retomará a lo largo del curso, convirtiendo así las vacaciones en un punto de referencia. El tema de este año no podía ser otro que el Sínodo para la Amazonía. ¿Cómo podemos ayudar a nuestros pequeños amigos a comprender la belleza y la importancia del contenido de la encíclica Laudato si’ del papa Francisco?
A partir de ese texto, escrito para «cada persona que habita este planeta», surgió en el corazón del Papa la necesidad de profundizar en el tema de la ecología integral para hallar un camino común (en griego, syn-odós), un método muy utilizado en la experiencia cristiana: hacer un camino junto a los amigos que se dejan educar en la fe y en el amor. Se trata de cómo proteger el planeta Tierra para que pueda seguir siendo un lugar sano, hermoso y sostenible, como Dios lo creó.

Dicen los científicos que esto debe suceder en el siglo XXI, o de lo contrario será demasiado tarde para la supervivencia del planeta, y el Santo Padre invita a la Iglesia (especialmente a la de la Amazonía) a no permanecer indiferente o ausente ante este gran desafío. Durante nuestras vacaciones, todo nos ayudaba a reflexionar y profundizar en el contenido de la Laudato si’: los cantos, los juegos, la película, el encuentro con una naturaleza bellísima, llena de agua, aves, flores y alimentos que tantas veces faltan en las mesas de las casas de muchos de nuestros pequeños amigos.
Con los menores de doce años, el tema “En la naturaleza, la belleza” despertó en ellos la búsqueda de la belleza que Dios ha “escondido” en la naturaleza y, como en la película de animación Ant Bully – Bienvenido al hormiguero, nos hemos convertido en “aprendices” de los animales, hasta de los más pequeños como las hormigas, que se ayudan a sobrevivir y disfrutar de sus bienes protegiendo la casa común, sin utilizar la violencia con los que viven de manera distinta. De la contemplación al trabajo, para cuidar la Casa común (ya sea esta el planeta o nuestra amistad, que es la casa que Cristo nos ha donado), y en el trabajo, valorar lo que hay de bueno, porque hasta Jesús definió a su Padre como el «Eterno trabajador».



Con los adolescentes, el hilo conductor era “Del caos al cosmos”. Empezamos con la meditación del papa Francisco sobre el “evangelio de la creación”, ¿pero cómo reflexionar sobre los vínculos que unen a una economía sana con una ecología integral? Alquilamos una barca para 70 personas. Entre ellas había 15 adultos, educadores del centro, que renunciaron a sus vacaciones personales para compartir la experiencia de una semana de vacaciones comunitarias con sus alumnos.
Dejamos la ciudad a medianoche (la casa de vacaciones estaba a orillas de un lago). Atamos nuestras redes, cargamos las provisiones y lo necesario para los juegos, los tatami de judo para dormir en el suelo de la barca y… a la luz de la luna estuvimos seis horas navegando por la foresta. Al alba, llegamos a la comunidad “Remigio”, donde una treintena de familias viven la fe cristiana. Tomamos café con ellos, nos contaron cómo ellos mismos producen la mayor parte de su alimento, valorando la cultura milenaria de la que procede la mandioca, la yuca, la fruta, el pescado y la “caza” de casi toda la comida que necesitan. Luego, gracias a la creatividad de estas mujeres, estos productos adquieren multitud de sabores deliciosos y naturales, sin aditivos químicos ni conservantes.

Aprendimos a valorar la experiencia, no de una pura supervivencia forestal, sino de una documentación práctica del capítulo de la Laudato si’ que habla de la sintonía entre economía y ecología. Nada de ideologías de partido, ni de izquierda ni de derecha, sino una experiencia de comunión sencilla y profunda entre ellos y respeto a la naturaleza. Cualquiera que intente entrar en esa zona para deforestar o practicar la pesca intensiva será apartado con firmeza, pero sin violencia. Quedamos fascinados por la gran dignidad de estos hombres, mujeres y jóvenes que viven en sintonía mutua, desarrollando juntos diversas tareas, unidos en la oración, en el tiempo libre, en el deporte, en la escuela que han construido con sus propios medios, y en armonía con la naturaleza, sin hacer complicados discursos sino con una vida sencilla que pide ser cada vez más amada y respetada.

Allí no se oye hablar de corrupción ni de apropiación indebida. En ellos hemos percibido, eso sí, la nostalgia de los hijos e hijas que se han ido a la ciudad para estudiar, pero también hemos visto, en los rostros y palabras de los hijos e hijas de la comunidad, que han estado con nosotros estudiando en la ciudad y hoy trabajan en el CENSG y viven lejos de sus orígenes, cómo vibran de alegría al reencontrarse con sus hermanos, padres, familiares y amigos.



Para ellos, que eran originarios de esa comunidad “fluvial”, era fácil hablar a nuestros niños y adolescentes (que por desgracia viven inmersos en la violencia de los barrios donde viven), recordando los primeros años de su vida en la “Amazonía interna”, donde fueron educados en el valor de la vida, en el respeto a los ancianos, donde aprendieron a tener y vivir la fe, y el gusto de la fraternidad, compartiendo las alegrías y sufrimientos del prójimo. Ese día conocimos a un padre que el año anterior había tenido un terrible accidente en la ciudad de Parintins, por el que tuvieron que amputarle ambos brazos. Todos le ayudan, incluido su hijo de ocho años, y él ahora ofrece a la comunidad su fe y su canto: tiene una voz preciosa. Desde pequeño alegraba a la comunidad con su canto y hoy sigue donando lo que le queda: su voz, que nos guio celebrando la Santa Misa, con todos los miembros de la comunidad, antes de comer juntos. No sabemos cómo, pero nuestras provisiones bastaron para todos. Por la tarde emprendimos el camino de retorno y tuvimos que socorrer a una barca que se estaba hundiendo, gracias a la bomba que llevábamos para aspirar agua.

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Después de todo esto, al día siguiente fue muy fácil abordar el capítulo sobre la ecología y el ser humano, no como una separación ni como un dominio de uno sobre otro, sino retomando la experiencia del encuentro que habíamos tenido con aquella comunidad. La naturaleza nos deja libertad para quedarnos en ella (en la ecología) o seguir adelante, seguir nuestra vocación, es decir, alcanzar ese nivel de la naturaleza donde esta toma conciencia de sí misma: depender del Creador, depender de la naturaleza. Eso quiere decir que nunca debemos actuar contra ella, pero tampoco quedarnos solo en ella, pues ella siempre es signo de Otro, y por eso debemos seguir siendo cazadores de nosotros mismos, como dice una canción de Milton Nascimento. «Soñando a lo grande», descubrimos nuestra vocación, siguiendo «conectados», porque, como muestra la Laudato si’, «todo está conectado».