Algunos jóvenes trabajadores kazajos

Kazajistán. Cuando el corazón funciona a lo grande

Unos ejercicios espirituales “no convencionales” en Astaná, con Eugenio Nembrini. Muchos de los participantes son musulmanes, pero con todas las diferencias hay algo que les permite estar juntos…
Massimo Piciotti

Ejercicios espirituales de “jóvenes trabajadores”. Una cita habitual para los “veteranos” del movimiento, saben que se trata de un lugar privilegiado para invitar a los “nuevos”, los que han conocido recientemente. Aunque probablemente hasta los más expertos en la materia se quedarían asombrados antes los Ejercicios de jóvenes trabajadores celebrados en Kazajistán del 17 al 19 9de mayo. El motivo es muy sencillo: de los cuarenta participantes que han seguido las meditaciones de Eugenio Nembrini, que en este país está siempre “en casa”, doce eran musulmanes. Además, en pleno ramadán. El escenario de este encuentro inimaginable, quizás único en su especie, fue el obispado de Astaná.

Según Enrico Craighero, gran amigo de la comunidad kazaja de CL, que acompañaba a don Eugenio estos días, «por primera vez hemos decidido hacer unos Ejercicios especiales invitando a aquellos que, por diversas razones, habían conocido a nuestros amigos en el país exsoviético. Como estructura y como contenido, estos días han seguido fielmente los Ejercicios de la Fraternidad propuestos por Julián Carrón, pero obviamente cada detalle se ha cuidado mucho, teniendo en cuenta la “heterogénea” platea que teníamos delante. Además, en los espacios que el obispo ha puesto a nuestra disposición, hemos podido pasar tres días de gran cercanía, comiendo y conviviendo juntos, algo que ha favorecido un diálogo incesante entre todos. Han sido tres días en los que las meditaciones, las preguntas y las relaciones se mezclaban continuamente».



Esto ya podría ser suficientes para unirlos, pero lo que ha sucedido ha superado todas las medidas previas. Para muchos de ellos, la principal, si no la única, motivación para estar allí era haberse encontrado con alguien que les ha mirado como nadie antes. No iban por haber “entendido algo” sino porque en esa mirada habían percibido algo bueno para ellos. «Lo primero que nos llamó la atención, a mí y a don Eugenio, estando entre estos nuevos amigos es que hemos vuelto a descubrir, nosotros los primeros, que tenemos un corazón que funciona a lo grande. Lo que nos decíamos era verdad para nosotros mismos, pero hemos visto que cambiaba la expresión de sus rostros y de sus ojos».

Los Ejercicios coincidían con el periodo del ramadán, por lo que muchos de los participantes pasaron los tres días respetando al pie de la letra el ayuno, desde las tres de la madrugada hasta las nueve de la noche. «Pero igualmente se sentaban a la mesa con nosotros, sin comer ni beber», continúa Enrico. «Era conmovedor. Solo lo hacían por una belleza que se imponía ante ellos. Y justo porque no comían, la comida se convertía en el momento más intenso de la jornada porque te bombardeaban con preguntas, estaban deseosos de mostrar esa correspondencia que percibía su corazón con lo que habían encontrado.

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Al término de una comida, una de las chicas musulmanas dijo: «Sin haber comido, yo también estoy llena, de amistad y de alegría, porque mi corazón salta». Y otra: «Estoy aquí porque me ha invitado Ramzia y venía con una pequeña pregunta. Pero anoche, después de la introducción, me fui a la habitación con una pregunta enorme, tanto que casi no podía entrar». Lo decía abriendo los brazos de par en par. Nikolai es un joven de 20 años con un tumor cerebral. Una noche resumió su vida así: «Soy feliz, sé que mi vida será breve, pero este tumor es mi camino, el camino que otro ha pensado para mí. Todas las mañanas me levanto dando gracias a Dios por estar vivo y respirar. Qué hermoso es caer en la cuenta de estar vivo».

Una chica casada y con hijos escribió: «Cuando fui a los Ejercicios, la relación con mi marido era complicado y ni siquiera era capaz de mirarle a la cara. He vuelto a casa y me he descubierto capaz de volverlo a mirar». ¿Qué puede hacer posible un encuentro tan inimaginable y no convencional? Lo señalaba Maulen en su intervención en la asamblea final: «Yo soy musulmán y vosotros sois católicos. Somos diferentes. Pero no puedo dejar de estar con vosotros, y he comprendido qué es lo que nos une con nuestras diferencias: el carisma de don Giussani. Este carisma es capaz de vencer las diferencias porque corresponde al corazón».

Al acabar esos tres días, se abrió el plazo de inscripción a las vacaciones de verano y todos se apuntaron, incluidos los doce musulmanes. Ninguno de ellos se quería perder lo que había visto. «Damos gracias por cómo Cristo nos pone delante personas que, a veces, ni siquiera saben quién es Cristo, pero tienen un corazón despierto y leal, exactamente igual que el nuestro. Y nos enseñan a usarlo», concluye Enrico.