Carrón a La Croix: «Frente a la crisis de Europa, los cristianos están llamados al testimonio»

¿Qué está pasando en el Viejo Continente? ¿A qué desafíos nos enfrentamos los creyentes? ¿Cómo volver a proponer la fe en el contexto actual? Las respuestas del presidente de la Fraternidad de CL a las preguntas del diario católico francés
Marie Malzac

En vísperas de las elecciones europeas, Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, movimiento católico nacido en Italia, estará en el Collège des Bernardins el viernes 24 de mayo para participar en una velada sobre los problemas del anuncio cristiano en una Europa en crisis. Con esta ocasión, responde a las preguntas de La Croix.

¿Cómo describiría la actual crisis en Europa?
Los puntos de referencia que se habían planteado y consolidado con el paso de los siglos hoy se ponen en cuestión desde su raíz. Los valores compartidos respecto a la familia, las relaciones intergeneracionales, la configuración del trabajo: todo eso está en cuestión y ya no constituye una base común en torno a la cual los europeos convergen. Hace solo unos años, era impensable imaginar construir muros para protegerse del exterior, justo cuando se luchó tanto para hacer caer el muro de Berlín.
Entre padres e hijos, entre profesores y alumnos, o en cualquier otro tipo de relación, asistimos a malentendidos y, a veces, a una radicalización de posturas. Estos cambios generan inquietud. Para una parte de la población y para ciertas fuerzas políticas, la tentación de la retirada es una realidad. Es el signo de una incapacidad para proponer una respuesta positiva a la nueva situación en que nos encontramos.

Ante esta crisis y las inminentes elecciones europeas, ¿cuál es el principal desafío para los cristianos?
Como subraya Hannah Arendt, la crisis siempre es una ocasión para volver a ponerse en cuestión y, por tanto, cambiar. Nos pone delante interrogantes que nos desafían. Todos la tenemos delante. Los cristianos también están llamados a responder, partiendo de la fe que han recibido y que ilumina su vida. Y a mostrar un modo de vivir que no sea negativo sino, al contrario, capaz de atraer. Frente a la crisis están llamados, por tanto, al testimonio.
En una sociedad multicultural como la nuestra, no se trata tanto de proponer valores que puedan ser compartidos por todos sino, más bien, una experiencia de vida fascinante, una manera de estar delante de la realidad. El cristianismo no es una serie de principios sino la religión del Verbo que se ha hecho carne. Es una vida que se transmite.
Como dice el teólogo Henri de Lubac, los grandes valores como la libertad, la fraternidad, la verdad o incluso la justicia, fundados sobre el cristianismo, «se hacen muy pronto irreales, en cuanto no aparecen como rayos emanados de Dios». Lo fundamental es la expresión de esta irradiación.

¿Cómo se puede volver a proponer la fe en este contexto?
En su tiempo, Cristo fascinó a los discípulos que lo abandonaron todo para seguirle. Hoy la fe puede tener esa misma fuerza de atracción si vivimos verdaderamente de aquello en lo que creemos.
En el siglo XVIII, después de las guerras de religión que siguieron a la Reforma protestante, la Ilustración quiso reconstituir una base para la convivencia, pero dejando a un lado el cristianismo y la trascendencia.
Hoy constatamos que esa base ya no resiste. La cohesión social se agrieta por todas partes, como un castillo de naipes que se derrumba. Por supusto, no se trata de volver a lo que había antes, sino de explorar nuevas formas de vivir juntos.

de la-croix.com