Cracovia, la Diaconía con responsables de CL en Europa (Foto: Gabriel Piętka)

Cracovia. El embate del tiempo y la esperanza

Un fin de semana en Polonia con más de 150 responsables del movimiento en toda Europa. Tema: el título de los Ejercicios y la vida de cada uno, desde el drama de perder a un hijo hasta la política...
Paolo Perego

La fatiga de la vida diaria, la aridez que siempre vuelve… «La auténtica batalla se libra en la vida. No estamos hablando de menudencias». Así comenzaba Julián Carrón la Diaconía con más de 150 responsables de CL en Europa celebrada en Cracovia, Polonia. La fatiga y las circunstancias son un desafío continuo. Exactamente igual que aquel dragón legendario que, según cuentan, vivía bajo la colina donde se levantaba el castillo de Wawel, a orillas del Vístula, en el corazón de la ciudad polaca. Durante años tuvo aterrorizados a los habitantes de los alrededores, que en vano traían caballeros de lejos para luchar contra él. Pero la solución al problema la tenían “en casa”: la astucia de un zapatero de la zona que derrotó a la criatura mediante una estratagema que permitió a la gente volver a vivir. «Fijaos, la esperanza está en vosotros, “en ti”». Las palabras de Carrón casi resuenan en la leyenda. Y este será el hilo rojo de estos tres días, una batalla que cada uno tiene que combatir y que retoma el tema de los Ejercicios de la Fraternidad de CL, “¿Hay algo que resista el embate del tiempo?”.

Cracovia, la catedral de Wawel dedicada a los santos Estanislao y Wenceslao

«Esto es lo más fascinante del cristianismo», dice Carrón, «pero hay que verificarlo siempre para custodiarlo». Debe responder también a Erica, una italiana que vive en Múnich desde hace veinte años. «No resisten las amistades, aunque antes estaban llenas de esperanza, de eternidad. Eran capaces de hacer vibrar mi corazón. Pero no resisten la lejanía, el paso del tiempo. Todo deja árido mi corazón, y me pregunto si aquel “fuego” volverá a arder o me iré de aquí con la boca seca…». «¡Esto es! ¡Tenéis que responder a esto!», salta Carrón durante la asamblea el sábado por la mañana: «¿Qué responde al drama del vivir? No a las palabras, porque las palabras no le bastan».

Ese “drama” del que habla Carrón lo viven todos. Alguien habla de la fatiga por los hijos que no llegan, de la aventura de la adopción, del dolor por un aborto espontáneo. «Ahora esperamos otro niño y surge la tentación de decir que todo va bien, pero en cada dificultad experimentamos la intensidad del vivir que seguimos deseando. No basta que los deseos queden satisfechos». Ilaria, de Basilea, habla de la enfermedad del padre de un chico que trabaja con ella. Ella le ayuda para que él pueda estar con su padre. «Me abstuve de escribir al enfermo, pero luego fue él quien lo hizo, dándome las gracias por lo que hacía por su hijo. Entonces le respondí, diciéndole que rezaba por él para que nada de lo que estaba viviendo se perdiera. No sé cómo reaccionó, no creo que fuera cristiano. Murió poco después pero me he dado cuenta de que, más allá del resultado, Cristo se presentó ante él…». «Por la esperanza que hay en ti», la interrumpe Carrón citando las palabras de don Giussani en la jornada de apertura de curso de CL. «Si la esperanza no está dentro de ti, cuando estás delante de ese hombre y no responde según tu proyecto, estás fastidiada… ¿Pero cómo se hace tuya esta esperanza?». No hay que buscarla “afuera”, continúa Carrón. «Cualquier circunstancia sirve para verificar esta intensidad, para una relación cada vez más profunda con Cristo. Para reconocer lo que te conquistó “al principio”. Como con este hombre enfermo». No hay otra cosa que valga. «Yo no creo en la magia, ni en los visionarios, sino en ese camino humanísimo que consiste en estar en la realidad. Soy hijo de campesinos: la tierra, la realidad… es lo que nos tiene pegados a la experiencia del vivir».



El toma y daca, pregunta-respuesta, es imparable. También con Katharina, de Alemania, con el accidente de tráfico donde hace unos meses murió una chica a la que conocía. «Yo estaba en la presentación de tu libro ¿Dónde está Dios? en Madrid, y esta pregunta me fue devuelta con una provocación para verificar delante de este hecho. Qué estupor cuando, ya en Alemania, muchos vinieron a preguntarnos cómo podíamos estar así, por la manera en que veían que estábamos afrontando esta tragedia…».

Igual que con Alessio y sus colegas de Estocolmo, «que no se explicaban cómo podía vivir sin desesperar tras la pérdida del hijo que esperábamos mi mujer y yo». Y luego las preguntas de Donjeta de Kosovo, Federico de Dinamarca, Laurens de Holanda… «Tenemos que entenderlo, reconocer lo que sucede en la experiencia que estamos viviendo. Debemos darnos cuenta de la diferencia que portamos y que interesa a todos. Y comprender que esa esperanza que llevamos y que los demás ven se debe al encuentro que hemos tenido con Él».



Como la vio Iván, por ejemplo, un bioquímico de 34 años, en un hospital de Praga. Oyó hablar a una colega de la caritativa y, a partir de ahí, empezó a ir a la Escuela de comunidad, llevando incluso a su madre. Cuando recibió la invitación para la asamblea de Cracovia no dudó en posponer unas vacaciones con sus amigos en Noruega, con los costes que suponía. «Me ha bastado la primera noche aquí, en Cracovia, para sentirme como en casa». También se ha dado cuenta de esto Pierre, un arquitecto parisino que tuvo que perderse el funeral de su abuelo por estar aquí, y se lo explicó así a su madre: «Debo ir, porque en aquel lugar está lo que me permite estar en pie. Lo que me permite estar también delante de este dolor».

Michal, aspirante a médico en Wroclaw, Polonia, conoció el movimiento por casualidad, en 2016. Estaba en Cracovia por la visita de Francisco durante la JMJ y acabó en una exposición sobre el Papa organizada por los de CL. «Me llamó la atención la forma en que estaban juntos. Les pregunté quiénes eran y me dieron un pack de revistas Huellas en polaco». De vuelta a casa, Michal, durante varios días, iba leyendo las revistas en el tren que le llevaba hasta el trabajo. «Al final fui a buscarlos, había un pequeño grupo en mi ciudad». Ha participado en la diaconía con su camiseta de voluntario, “al servicio”, junto a un grupo de universitarios entre los que también estaba Caterina, que está de Erasmus en Polonia. Hace un tiempo conoció a una española del CLU que estaba en el extranjero, como ella, y se unió al grupo en Cracovia dedicado a preparar el salón y acompañar al grupo en la visita a la ciudad y al santuario de la Divina Misericordia, donde el sábado por la tarde se celebró la misa.



¿Pero de dónde nace este interés? En un mundo como el que se describía en la presentación de La belleza desarmada con Carrón, el arzobispo Marek Jędraszewski y el teólogo Robert Wozniak, ¿de dónde viene esa esperanza que hay “en ti” y de la que habla don Giussani? «De Jesucristo, que ha entrado en nuestra vida de un modo tan potente que lo determina todo. Este es el origen de la diferencia que tantos ven en nosotros y que no debemos perder. Incide en la vida y en la historia». El mayor riesgo es separarse del inicio, caer en el escepticismo y dejarse llevar por los proyectos. «Es la gran diferencia entre anteponer a Cristo o presuponerlo, porque reconocer su Presencia es un juicio de valor con el que se puede afrontar todo».

Hasta la política, en vísperas de las elecciones europeas. «La experiencia de vida que hemos hallado en el encuentro con Cristo no puede no llegar hasta ahí». Hasta el orden social en un edificio, en un barrio, en un país. «El hecho cristiano tiene una incidencia histórica, ¿de dónde esperamos nosotros el cambio? Podemos partir de una teoría, o de una vida cambiada». Como la de Roberto, por ejemplo, español, muy enfermo. Se pasa la vida entrando y saliendo del hospital en Madrid, con un modo de vivir su enfermedad que ha empezado a cambiar a todos los que le rodean. Incluida una doctora que le ha pedido que vaya a hablar con un paciente de la planta de abajo, menos grave que él pero desesperado. «Así», cuenta Nacho, responsable español de CL, «la vida de Roberto y su fe generan en el hospital lo que la administración no es capaz de generar. Y contribuye al bien común, porque concurre al objetivo de esa realidad, que es que los que están allí puedan estar mejor».



«Es el bien de la polis», añade Carrón. Pero hay que darse cuenta de lo que genera el encuentro con Cristo, hasta conmoverse. Como Sofía, de Lisboa, al borde de las lágrimas cuando descubrió, trabajando sobre el documento de CL de cara a las europeas, “esa incidencia” en tantos ejemplos y hechos de la vida diaria.

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La asamblea de Cracovia se llenó de ejemplos de este tipo, desde Inglaterra, donde Gianluca cuenta una “colecta milagrosa” entre los empleados de una empresa que implicaron también a los colegas de otras empresas para pagar el tratamiento de la mujer de uno de ellos, hasta Irlanda, donde Mauro habla de su encuentro con el embajador musulmán de los Emiratos Árabes…



Solo una vida distinta que se impone es capaz de cambiar la historia. Y el rostro de la sociedad. «Releed lo que decía don Giussani en 1972, en “La larga marcha de la madurez”», propone Carrón. «El tiempo de Dios, muchas veces, nos parece demasiado lento. Pero esta es la primera trampa: la impaciencia». Es la tentación de querer medir el cambio según un proyecto propio, una idea propia. Deslizándose en las lógicas del mundo, poniendo la esperanza fuera de uno mismo: en un partido, en un voto, por ejemplo, dada la coyuntura.

«Nuestra propuesta es una vida distinta, que se expresa como pasión que la Iglesia de Dios vive visiblemente allí donde está, allí donde estamos. Donde uno puede renacer y empezar a construir el bien en el barrio, en la empresa… en el país», concluye Carrón en la síntesis final. No es fácil. Es una lucha constante que atraviesa toda la historia y «toda la trayectoria de la existencia». Pero es también una gracia, «para que cada vez sea más nuestro lo que nos ha sucedido».