Un abrazo en el PuntBCN

Barcelona. Ese mar que es el corazón del hombre

Tres días en la capital catalana con testimonios, encuentros y diálogos. En PuntBCN se ha hablado de economía, Europa, música. Pero también de acogida, educación... un cruce de humanidades que ha conmovido a todos. Incluso a un joven vigilante...
Andrea Grau

«Habéis hablado de mí y necesito volver a veros». Algo ha cambiado en el chico de seguridad que debe vigilar el lugar hasta que finalice el acto. Algo le empuja a pedir el contacto de la compañía de teatro que ha organizado el espectáculo nocturno que clausura la jornada en PuntBCN. Al día siguiente, Marcos Madridasí se llama el joven vigilante– descubre que los actores del espectáculo son un grupo de amigos que voluntariamente se ha puesto manos a la obra para expresar el contenido de la cuarta edición de PuntBCN, cuyo lema es “El corazón del hombre es una mar, todo el universo no lo colmaría”. Sin saberlo, Marcos ha descubierto que existe un lugar donde el diálogo es posible y la construcción común es real. Al día siguiente, mientras realiza su función de control de seguridad, jugará con los niños al fútbol, hablará con los asistentes al evento en el tiempo de las comidas y cantará con los amigos que celebran el aniversario de una de las voluntarias que este año han colaborado a sostener PuntBCN en el centro de Barcelona, del 3 al 5 de mayo.

Las mesas redondas, los testimonios y las conferencias que se han desarrollado a lo largo del fin de semana han puesto de manifiesto la necesidad de un diálogo abierto que abarque toda la realidad, todas las dimensiones de la actividad humana. «Solos no se construye casi nada –reconocía el experimentado consultor Miguel Gallo al abordar los retos que afrontan las pymes–, hay que crear ecosistemas para ofrecer respuestas a las necesidades de proximidad. Estamos ávidos de conversaciones, de un servicio en el que me llamen por mi nombre». Del mismo modo, los empresarios Lluís Ventura y Fernando Abril Martorell señalaban la importancia de compartir la visión y condiciones de trabajo para reconocerse verdaderos colaboradores de una obra común. Ambos han resaltado el papel fundamental de sus esposas a la hora de conciliar la vida con el trabajo.

Por la izquierda: Eduardo Drabble, Jorge Martínez y Peio Sánchez

En un grito poético desgarrador, el cantante de rap ZPU también ha reconocido con sinceridad cuál ha sido el cambio que le ha permitido hacer un camino verdadero después de pasar media vida en el «infierno». «Pasé de creer que era Dios a entender que mi vida no es mía; yo solo no puedo». Las palabras de este famoso rapero recordaban a las experiencias de Eduardo Drabble con el Hogar de Cristo, y de Peio Sánchez con el Hospital de Campaña de Barcelona. Ambos, trabajando con situaciones de vulnerabilidad, han descubierto una riqueza que solo se puede dar compartiendo las propias fragilidades como vínculo con el otro. El valor de la pobreza como generadora de comunión, con dinámicas más creativas, ya que parte de la necesidad profunda del hombre. «El resorte espiritual del pobre es lo que nos enseña a vivir», sentenciaba el padre Peio.

En el acto que abordó la cuestión educativa con la exconsejera de Educación de la Generalitat de Catalunya Irene Rigau y con el joven profesor Michele Fumagalli se ha relanzado la avivada necesidad de interceptar respuestas. «Si el corazón del hombre es un mar, ¿qué podemos hacer?». A lo que de algún modo respondieron Antonio García Maldonado y Ricardo Calleja, dos consultores especializados en política internacional que acompañaron la sesión de diálogo abierto en vista del miedo generalizado, la inseguridad existencial y la cerrazón como exclamaciones que competen a la sociedad. Haciendo analogía con el reciente incendio de Notre Dame de París, Ricardo Calleja identificaba la crisis como ese fuego que obliga a separar lo que es imprescindible salvar. Y, ¿qué es lo que debe reconstruirse? El propio Ricardo ha expresado a lo largo de la jornada su fascinación por el hecho de que el foro fuese un espacio abierto a todo público, no solo a intelectuales sino también a familias con niños, reconociendo convencido: «esta es la esperanza para Europa».



Una belleza inesperada surgía, sin embargo, de las intervenciones de Jesús Montiel y José Manuel Roás, por las que muchos de los presentes han expresado su alivio al darse cuenta de que abrazar el dolor no quita nada, sino todo lo contrario. Jesús expresaba cómo había cambiado su mirada hacia su hijo descubriendo que uno no es dueño de su vida, mientras José Manuel, sorprendiendo a todos, decía: «Me libera la certeza de que Dios ha hecho todo bien».

Luego los participantes iban manifestando su deseo de que la experiencia del Puntás –con el documental Faraway Land– y el Puntet –actividades para niños con Rosa Fité y Rosa Navarro– continuara dándose. Rosa pedía quedarse todo el día en lugar de recibir alguna remuneración. Asimismo sucedía con el chico de seguridad con el espectáculo “¿Quién señala el camino a la tormenta para que llueva en el desierto?”.

Todo este recorrido llegaba a su culmen con los relatos de familias abiertas a la acogida. Romina (Rucu) Escalante, del Hogar de Cristo, compartía cómo un acompañamiento sin medidas, pero con un total respeto y amor a la libertad, le había permitido salir de la adicción a las drogas para luego descubrirse madre acogedora. Ferrán Riera y Tere Fernández, de Familias para la Acogida, se veían invadidos por la plena certeza de que existe una compañía con la que el miedo a perder lo que uno ama se desvanece por completo. ¿Qué es lo que permite esta novedad? Monseñor Antoni Vadell, en la celebración de la Eucaristía del domingo, presidía el anuncio gozoso de lo que todos habían encontrado. La Iglesia viviente que, como recientemente recordaba el papa emérito Benedicto XVI, es una Presencia en la realidad. Lo que parece imposible ya no lo es, y se ha evidenciado al contrastar la experiencia con los amigos. Inmediatamente emerge la verdad del corazón. Esa es la esperanza para una cultura nueva.