Luigi Campiglio (Foto: Filmati milanesi)

Europa. ¿Es posible un nuevo sistema de bienestar?

Se inventó en nuestro continente, pero ahora está en crisis. Luigi Campiglio y Mauro Magatti analizan los puntos fuertes y débiles del Estados social. Crónica del tercer encuentro de cara a las europeas de mayo
Maurizio Vitali

Bienestar y cuerpos intermedios son características esenciales de la originalidad europea. Se podría decir también del humanismo europeo. Recortar el primero y no tomar en consideración a los segundos en el discurso público cultural y político sería una grave pérdida. Una erosión de las bases de la sociedad y de la democracia, según el economista Luigi Campiglio. Pero hace falta replantear radicalmente el Estado social porque el modelo de las últimas décadas no se mantiene en pie. Implicando a los cuerpos sociales como protagonistas de un nuevo sistema de bienestar sostenible, subsidiario, "generador”, usando la definición de Mauro Magatti.

A grandes líneas, esta ha sido la síntesis del ciclo de cuatro encuentros titulado “Bajo el cielo de Europa”, organizado por el Centro Cultural de Milán, la Compañía de las Obras y la Fundación Subsidiariedad. Los dos primeros estuvieron dedicados a los temas de la inmigración y las instituciones políticas. El que queda, que tendrá lugar el 8 de mayo, versará sobre “El futuro de la Unión Europea, entre confianza y desconfianza, crecimiento y declive”, con tras periodistas y analistas políticos como Ferruccio De Bortoli (Corriere della Sera), Fernando de Haro (Cadena Cope), y Gideon Rachman (Financial Times).

Luigi Campiglio y Mauro Magatti, profesores de la Universidad Católica de Milán, de Economía política y Sociología respectivamente, fueron los protagonistas de la cita del pasado 10 de abril, dedicada al sistema de bienestar y los cuerpos intermedios, moderados por Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación Subsidiariedad. Este empezó con dos advertencias. Primero: no se puede «dar por descontado la existencia de un sistema de bienestar europeo que no tiene igual en el mundo, por lo que respecta a garantías sanitarias, educación y servicios sociales. Basta pensar que en Europa solo vive el ocho por ciento de la población del planeta, pero aquí se concentra el 58% del sistema de bienestar mundial». Segundo: bienestar y cuerpos sociales tienen que ver no solo con cifras sino también con la humanidad de las relaciones sociales. Tienen una dimensión existencial fundamental, que no se puede obviar.



Para Campiglio, el bienestar es el principal instrumento de reducción de la desigualdad. Lo pudimos ver, por ejemplo, en un gráfico que mostraba, en referencia a los países de la Unión Europea, la proporción inversa “más bienestar, menos pobreza entre los menores”. Otra proporción inversa es la que existe entre nivel de bienestar y número de componentes de la familia media. Dicho de otro modo, a más singles, más bienestar. No está dicho que una crisis deba llevar a recortar el bienestar. Al contrario. La historia del sistema de bienestar en Occidente es una historia de grandes saltos hacia adelante después de acontecimientos traumáticos: el estallido de la cuestión obrera, la guerra mundial, la gran depresión del 29, la segunda guerra mundial. «Esto no solo se debe al intento de evitar el conflicto social y la revuelta popular, sino que también tiene una función anti-cíclica». Es decir, sirve como factor de contratendencia frente a la recesión. Un ejemplo: «Alemania. Patria del bienestar a finales del XIX con Bismarck y el papa León XIII. Supo usar muy bien el bienestar como instrumento anticíclico. Y hoy, que junto a China y EE.UU. es una de las tres potencias del poder económico mundial, tiene una economía casi tan grande como la estadounidense, pero un bienestar que lo supera en un 10-15%».

«Recortar el bienestar puede suponer recortar las bases de la convivencia civil», advirtió Campiglio. Y añadió que eso es sustancialmente lo que está haciendo Italia. En los gráficos se veía cómo Italia, Francia y Alemania partían en 2008 de puntos bastante cercanos pero luego empezaron a divergir de manera cada vez más marcada. Italia hacia abajo, los otros hacia arriba. Conclusión: Italia se mantiene «a remolque de Europa. Si Europa crece, Italia crece (pero menos); si se ralentiza, para Italia es un desastre». Moraleja: estar en Europa de esta manera es de tontos y no tiene sentido. «Debemos estar… como europeos, esforzarnos en converger hacia las grandezas económicas fundamentales y pedir a Bruselas que salga de esa grave incomprensión de nuestros problemas y deje de infravalorar la importancia del bienestar».

Mauro Magatti

También según el sociólogo Magatti, Europa cuenta con un sistema universal de protección social único en el mundo. Herencia de la historia cristiana y de los movimientos socialistas. Pero Magatti se preguntaba si hoy este sistema es una anomalía con la que hay que acabar o si podría ser un ejemplo para otros. Él opta por la segunda opción, aunque con ciertas condiciones bastante comprometidas. Sabiendo que no ayudan ni «una idea tecnocrática, según la cual basta con que funcione la economía, aunque sea haciendo trampas, ni una idea nacionalista que parece soñar con una suerte de cristiandad fragmentada». Es cierto que populistas y soberanistas, según Magatti, transmiten la exigencia de mediación y protección que nace de la gente, especialmente de los que se sienten más indefensos e incapaces de apañarse solos. «Claro que esta exigencia puede servir a procesos regresivos, pero debemos escucharla y asumirla positivamente. Creo que es posible una nueva etapa en el bienestar europeo». Sería la tercera, después de la posguerra de los años 70, basada en la ciudadanía y que acabó en una tendencia estatalista; y en segundo lugar los años 80, una etapa impostada sobre prestaciones individuales, con una tendencia financiera. Según Magatti, ya no se puede proponer «un bienestar entendido como fábrica de servicios que no dejan de aumentar frente a una demanda cada vez más individualista y fragmentada».

Giorgio Vittadini

Tres son para Magatti los puntos clave que hay que “reproyectar”. Uno, la formación de la persona desde sus primerísimos años de vida es inversión, no es gasto a fondo perdido. Dos, la sanidad, que hay que reinventar porque es un bien que nunca se satura y no podrá satisfacer todas las demandas. Tres, la relación renta-trabajo, porque la forma de trabajo ha cambiado radicalmente. Se trata de repensar también el modelo económico. Por ejemplo, «Alemania, desde la unificación en adelante, supo mantener unidos economía y sociedad; en este sentido Italia tiene por delante un gran trabajo de cohesión». Para ello, una buena brújula sería la encíclica Laudato si’ del papa Francisco, que estaría al nivel de lo que fue la Rerum Novarum a finales del XIX.

Un bienestar generador se recompone, según Magatti, a partir de los cuerpos intermedios, de una socialidad que evite el individualismo y el estatalismo en ámbitos decisivos. También aquellos que equivocadamente no se consideran bienestar, como por ejemplo la habitabilidad.

En Europa hay que cambiar el modelo de desarrollo, concluyó Vittadini al acabar el encuentro. «Ya no se toma en consideración a los cuerpos intermedios. Corremos el riesgo de aumentar la brecha entre ricos y pobres y eso es inaceptable. Hay que relanzar políticas y sistemas orientados a la inclusividad. El nexo bienestar-cuerpos intermedios es la clave original y decisiva que hay que devolver al centro del debate sobre Europa. No podemos seguir esperando medidas financieras que ya han naufragado entre las deudas ni insistir en las prebendas individualistas».