La bienvenida del Belmont Abbey College, en Carolina del Norte

Estados Unidos. Arriesgarse a un compromiso con la vida

A mediados de junio, 75 personas participaron en la diaconía nacional de CL en Carolina del Norte. El relato de esos días, llenos de testimonios y diálogos. Con la visita especial de Stanley Hauerwas
Letizia Mariani

«Estar con los demás genera una amistad, un deseo de que todo esto continúe, que no se acabe. Profundizando así en la dinámica que Carrón presentó en los Ejercicios de la Fraternidad: correr el riesgo de no seguir mis criterios, sino los de Otro y comprometerse con la vida». Son las palabras introductorias del padre José Medina que sirvieron de leitmotiv para todo el fin de semana de la diaconía nacional de Estados Unidos, que tuvo lugar del 15 al 17 de junio en Belmont Abbey College, un colegio católico privado en Belmont, con el caluroso clima de Carolina del Norte. Participaron unas 75 personas, procedentes de las distintas comunidades norteamericanas. Entre ellos, los responsables, los visitor y los organizadores de iniciativas como el New York Encounter o la Med Conference. Desde Italia viajó también Giorgio Vittadini, profesor y visitor de las comunidades de EE.UU.

El fin de semana arrancó con diez testimonios, todos diferentes por contenido y procedencia, pero profundamente interrelacionados por temas comunes como el riesgo del seguir, la propuesta de un trabajo, el vivir en diálogo con los demás y el nacimiento de una amistad. Alberto, por ejemplo, cuenta la relación surgida con la nueva socia de su empresa y cómo ella se ha dejado provocar a lo largo de los meses por la relación con él, con su familia y con sus amigos del movimiento, cómo las conversaciones con ella se han convertido en «una ocasión para profundizar en el conocimiento de Cristo». O Marco, que se ha encontrado, junto con el padre Branson, un cura de veintiséis años, en la parroquia de Flowery Branch, a 200 feligreses interesados en leer ¿Se puede vivir así? de don Giussani. O Miriam, que ha tomado las riendas de un grupo de bachilleres de Florida central, al mudarse todos los demás responsables. Para ella es una oportunidad constante, «un despertar, porque su presencia me obliga a partir no de lo que ya sé, sino de lo que sucede».



Este momento de testimonio supuso el hilo conductor de toda la diaconía. A continuación, hubo una asamblea, donde Vittadini hablaba con los participantes sobre sus experiencias en la familia, con los amigos, los problemas en el trabajo y la vida de la comunidad. «Para entender que lo que vivimos es un acontecimiento necesitamos un encuentro», dijo Vittadini, respondiendo a una observación de Enrico, enfermero en Miami, que contó cómo, en los últimos meses, había tenido que cambiar su forma de guiar la Escuela de Comunidad. «Cuando, al final de las intervenciones, hacía una síntesis, siempre salía a hablar alguien que decía justo todo lo contrario. La frustración aumentaba. Sin embargo, luego he entendido que el problema era yo: no estaba allí con el deseo de aprender». Por eso volvió a empezar haciendo algo muy sencillo: cantar juntos antes de la Escuela de Comunidad. «No es automático reconocer las cosas que están delante de nosotros», explicó Vittadini. «Hace falta un encuentro, alguien que sepa ver lo que sucede de verdad. La propuesta cristiana necesita un hombre, un ser humano, entusiasta y humilde».

Ese día vino también a vernos el teólogo protestante Stanley Hauerwas, para una mesa redonda por la tarde, moderada por el profesor Alessandro Rovati. Hauerwas contó su historia, expresando su admiración por don Luigi Giussani, y contestó con entusiasmo y gran profundidad a las preguntas que le planteaban. Preguntas sobre “experiencia y deseo”, por ejemplo, dos palabras que para don Giussani, según Hauerwas, tienen un significado clave. «Creo que el uso que hace Giussani de la palabra experiencia es un intento de sugerirnos qué quiere decir aprender a pedir». El cristianismo no es solo un conjunto de “instituciones”, sino que está hecho de “cristianos”. Es decir, «tiene que ver con la vida». Y luego está el “deseo”. «Cuando la gente pregunta "¿por qué debería ser cristiano?", a menudo digo: "¿Te gusta comer?". Nos ha hecho como seres con un deseo que encontrará cumplimiento en nuestra capacidad de estar completamente en presencia de Dios sin quemarnos. El deseo es uno de los dones más importantes que se nos han dado, es el amor de Dios que nos empuja a vivir con Él». Y concluyó: «Quien piensa que el catolicismo en Italia ha muerto, sencillamente es que no se ha topado con el efecto Giussani. Verdaderamente es algo extraordinario».

El diálogo con Stanley Hauerwas (foto de Giulietta Riboldi)

El trabajo siguió con un debate sobre la biografía Luigi Giussani. Su vida, de Alberto Savorana (video de la presentación en el New York Encounter 2018), publicada en inglés el 26 de diciembre de 2017. El volumen, como el propio Hauerwas había dicho durante su intervención, es un texto documental lleno de anécdotas, «encuentros y ocasiones de vida», que ofrece un escorzo de la vida de don Giussani y de la historia del movimiento. «Pensando en la biografía de Giussani, la principal categoría es la experiencia», dijo Vittadini. «La experiencia es capaz de relacionar los mejores aspectos de la cultura americana y protestante con las raíces del catolicismo». Durante la conversación se dejó espacio a varias preguntas y preocupaciones, todas marcadas por el deseo de vivir cada uno su circunstancia con gran libertad, desde el estudio de los epicúreos con Chris a la muerte repentina de un joven padre de Raleigh.

Y mucho más compartieron los amigos de la diaconía nacional estadounidense. Cada uno pudo abordar libremente las cuestiones que más les apremiaban y compartir lo que más les agobiaba, pero también lo que han descubierto a lo largo del curso que acaba de terminar.

Para terminar estos tres días de convivencia, Medina leyó un comentario de un amigo que contaba la respuesta de su comunidad tras la lectura de La bellezza desarmada de Julián Carrón. «A pesar de habernos conmovido, no nos hemos movido». «¿Por qué digo esto?», preguntaba Medina. «Porque nuestra responsabilidad personal como protagonistas implica que frente a algo que sucede, frente a una propuesta, se nos llama a responder». Al término de los tres días, Medina concluía con las siguientes palabras: «Lo que sucedió ayer, desde el principio hasta el final, es muy valioso para nosotros, no solo porque fue muy bonito y conmovedor, sino también porque es algo que tendremos que retomar una y otra vez, tomándolo como modelo. El hecho de haber empezado nuestra convivencia con unos testimonios también nos sirve de modelo».

Giorgio Vittadini durante la asamblea

El fin de semana se pasó volando, pero el trabajo acaba de empezar. «He vuelto a casa muy contenta y agradecida por haber visto la belleza en la vida de muchas personas. Los testimonios que hemos escuchado son la prueba de que si nosotros vivimos una amistad con Cristo, todos podemos vivir una vida plena y fecunda en las circunstancias que Él nos da», escribe Raffaella de regreso a casa, en Minnesota. Y no fue la única; al término de la diaconía en todos se percibía una espera, un deseo de profundizar en esta novedad.

«Mirando alrededor, me llamaba la atención cómo, a pesar de las increíbles diferencias entre nosotros, era evidente, una vez más, que cuando nos reunimos suceden milagros: una imposible unidad y conversión. Ahora veo todo con mayor claridad», dice Jonathan, de Colorado, reflexionando sobre estos días. «En un momento determinado, durante el fin de semana escribí en mi cuaderno: “Yo soy los hechos y (Tú) los rostros que me han sucedido. Sigue mirando los hechos”».