Peregrinación Macerata-Loreto

Macerata-Loreto. Cuando la petición se hace camino

En vísperas del cuadragésimo aniversario de la peregrinación nocturna que lleva a decenas de miles de personas a la Santa Casa, la primera de algunas historias de vidas cambiadas por este camino. Como la de Adriano, Mariella y sus hijos…
Paolo Perego

«La peregrinación refleja la vida, la cotidianeidad. Sales emocionado, de noche, del estadio de Macerata, pero después vienen las dificultades, el camino de noche, la fatiga, un ritmo que no es el que a ti te gustaría… Cuando sale el sol, te llenas de esperanza. Pero todavía no ha terminado, queda la subida. Después llegas y te encuentras a la Virgen que te acoge, y te das cuenta de que ha estado siempre contigo durante el camino, en la oración, en los rostros…». Adriano es toscano. Tiene cuarenta años, justo igual que la peregrinación Macerata-Loreto de la que nos habla, que este año será el 9 de junio.

Era el año 1978 cuando un grupito de trescientas personas, en su mayoría estudiantes de enseñanzas superiores que habían invitado a amigos y parientes, se encontraron en Macerata para emprender un camino nocturno de 27 kilómetros que les llevaría, acompañados por su profesor de religión, Giancarlo Vecerrica –hoy obispo emérito de Fabriano-Matelica–, a la Santa Casa del Santuario de Loreto, a la mañana siguiente. Desde esa primera vez, de aquellos primeros trescientos, la peregrinación ha ido creciendo hasta llegar a las cien mil personas en 2017.



Cuarenta años se celebran de muchas maneras. Se puede hacer una fiesta, se puede indagar en los orígenes o recorrer de nuevo la historia. O bien contar relatos de personas cuya vida ha estado marcada por este gesto, decenas de millares durante muchos años. Como Adriano, precisamente. Y su mujer Mariella. Él es empleado en un consorcio de cooperativas, ella gestora.

«Nos casamos en 2003, después de habernos conocido en la Universidad de Milán, durante el periodo del CLU. Ella era de allí, y me siguió a Toscana». Forman una familia pero, mientras sus amigos empiezan a tener hijos, Mariella no consigue quedarse embarazada. «No había un motivo particular. Y la cosa con el tiempo empezaba a ser pesada», cuenta Adriano. En 2005 deciden participar en la peregrinación. «Fuimos al lugar que nos parecía más adecuado para confiar nuestra fatiga y nuestras peticiones. Que abarcaban todo, incluido el sentido de nuestro matrimonio». Pocos meses después en Milán, durante un encuentro del Banco de alimentos, le hablan a Adriano de la asociación Familias para la Acogida. «Cuando volví, hablé con Mariella. Fuimos a conocer a los de Florencia». Fue una revolución. «No porque tuviésemos ya la idea de adoptar o algo así. Buscábamos un poco en todas partes, para comprender cuál era nuestro camino. Pero en el encuentro con estas personas sentimos que lo que nos parecía una falta en realidad era un camino. Era una hipótesis positiva para nuestra vida».

Adriano, Mariella y sus hijos

Comienza el itinerario de la adopción. Papeles, entrevistas… «Enviamos la solicitud a finales de mayo de 2006». Y justo la mañana en que salíamos para la peregrinación de aquel año, llegó el acuse de recibo de la carta del tribunal. «Lo echamos a la mochila y partimos hacia Macerata. E hicimos el camino con esa “petición”». La repuesta del tribunal llegó a los pocos meses. «Entrevista fijada para el lunes 11 de diciembre, justo después de la fiesta de la Virgen de Loreto». Pasan los meses. Adriano y Mariella se inscriben a la peregrinación de 2007. «Y también entonces, la mañana de la partida, nos llega el decreto de idoneidad para la adopción. También este termina en la mochila, y lo llevamos felices a nuestras espaldas hacia la Virgen».

Podían hacer falta tal vez años. Al menos eso pensaban. «Así es el procedimiento». En cambio, a primeros de agosto les llaman. «Nos estaba esperando Ricardo, de 7 días». Pasaron unos años. «Íbamos a menudo a Loreto para dar gracias a la Virgen. No solo a la peregrinación», cuenta Adriano. «También fuimos el verano de 2011, que estábamos de vacaciones allí cerca». Ricardo, de cuatro años, empieza a decir que quiere un hermanito. «Pídelo aquí, a la Virgen», le dicen sus padres. «¿Dónde está mi hermano?», pregunta el niño, que ha rezado en la Santa Casa, nada más salir de la basílica. «Hay que tener paciencia». Pocos días después, llama una asistente social. «María, de cinco años, necesitaba una familia. Era el 26 de julio, fiesta de los santos Joaquín y Ana, los padres de la Virgen… ¿Y vas a decirle no a María?», ríe Adriano.

«Con los años siempre volvíamos. Llegó Vicente, adoptado en Perú en 2013. Y ese mismo año Mariella se quedó embarazada de nuestro cuarto hijo, Davide, y también en 2014, de un niño que se fue al cielo enseguida. Solo nos hemos saltado la peregrinación el año pasado. Mariella iba a dar a luz a nuestra pequeña Irene pocos días después. ¡Así que ahora somos siete!».



¿Un milagro? «El más grande, el regalo de la Virgen, ha sido una compañía para nuestro camino», dice Mariella. «Hoy nuestra casa está abierta a todos. Al amiguito marroquí que necesita estudiar, al vecino que necesita desahogarse. La mirada que hemos visto en Familias para la Acogida poco a poco se ha ido haciendo nuestra. Ese ha sido el don más grande, que después ha abierto camino a lo que ha sucedido después…». Confiarse a la Virgen no resuelve los problemas, pero ayuda a aclarar el camino, añade Mariella. «Claro, uno pide el milagro de un hijo. Pero lo primero que empecé a pedir en la peregrinación era que aumentase mi fe. En lo cotidiano, en las circunstancias. Y me veía cambiar a mí. La acogida, las decisiones sucedieron mientras cambiaba yo y cambiaba Adriano. No al revés. El primer factor fue nuestro propio cambio. En los problemas de cada día. Seguían siendo los mismos, pero cambiaba la manera de mirarlos».

Lo mismo pasa en casa. «Desde hace año y medio tenemos una casa nueva, más grande. Que nos permite acoger a quien llega. Pero también esto ha llegado “de Loreto”», cuenta Adriano. «Estábamos allí, en marzo de 2014, en nuestro aniversario de matrimonio. Sonó el teléfono: los servicios sociales de Arezzo buscaban una familia para dos gemelos de pocos meses. Preguntamos a los amigos, mientras nos excluimos a priori porque no teníamos sitio. Pero nuestros hijos empezaron a conspirar: “¡Nos apretamos! Que duerman en la cama con nosotros”». No se podía hacer eso. «Pero entonces pensé que también podríamos cambiar de casa». Al mes siguiente la suya estaba en venta y en mayo habían encontrado ya una el doble de grande y a su alcance. «No hace falta decirlo, firmamos el acuerdo el 13 de mayo, Virgen de Fátima».

La peregrinación es como la vida de cada día. «Empiezas a ver a los que hacen el camino contigo», dice Mariella. «Es el rostro de la Iglesia. El año pasado no fuimos. Pero fueron nuestros amigos por nosotros, los que nos acompañan en la vida de todos los días. La Virgen ya nos acompaña donde estamos. Y es una compañía contagiosa». Como le sucede a su jefe. «Siempre le he hablado de la peregrinación y este año, por su cincuenta cumpleaños, ha decidido venir también él».