Llegada a Loreto

Macerata-Loreto. El camino de Natalino

Estaba bien, no le faltaba nada. Después, una invitación tras otra, a las que este policía responde: «¿por qué no?». Otra historia de cara a la peregrinación del 9 de junio, que este año cumple cuarenta años
Paolo Perego

El autobús ya está listo. Cincuenta personas, como todos los años: «A veces hasta más. Al menos desde que empecé a ir a la Macerata-Loreto en 1991». Con la de este año ya son veintiocho las peregrinaciones de Natalino. De nombre Natale Flaviano, de Comunanza, una aldea en las montañas de Ascolano, promoción de 1963 y guardia de tráfico con casi cuarenta años de servicio. Esta es la historia de una persona sencilla, que se entreteje con la de cuarenta años de peregrinación nocturna de Macerata a Loreto. La peregrinación le ha cambiado, y sigue cambiándole, la vida.

«La verdad es que estaba bien». Casado hacía poco, una hija, el trabajo, sus “excursiones”… «Solo iba a misa los domingos. No me faltaba nada. O eso creía». Y eso le dijo a los dos, un amigo y un sacerdote, que en junio de 1990 fueron a su casa a verlo y lo invitaron a una reunión de los Cursillos de Cristiandad, un movimiento católico nacido en España hace más de setenta años.

Declinada la propuesta, pasó un año. Durante una excursión al pueblo, otro amigo se le acercó para hablarle de la peregrinación de Macerata-Loreto. «Será que me la vendió bien… Me apunté». Natalino recuerda el entusiasmo de aquella noche en el estadio, a la salida. Con la percepción de estar ante algo grande. Y una gran emoción. «Todos esos voluntarios de CL ¡me impresionaron! Después descubrí, con los años, oyéndole hablar y leyendo sus libros, quién era don Giussani». Pero la revolución llegó durante el camino. «Era más fatigoso que hoy». Se atravesaba Macerata recorriendo un camino blanco lleno de grava para descender por la parte pronunciada de la colina. «A las tres y media, un pensamiento: “¿Por qué no? ¿Por qué no ir a conocer a esa gente?”. Me vino a la cabeza la invitación a los Cursillos. Y me decía para mis adentros: “Ve, Natalino, ve”. ¡Era una llamada!».

En octubre Natalino se presentó en el encuentro anual de aquel movimiento. «Empecé a vivir aquella experiencia. Después me siguió mi mujer. Nos ayudaba, en la vida y en el matrimonio. No es que antes tuviéramos problemas, pero nos hacía estar atentos a lo que verdaderamente importaba en la relación entre nosotros. Era una nueva forma de estar juntos». Y los frutos fueron muchos. Una nueva hija, de hecho. Pero no solo.

«Vivimos con intensidad aquel movimiento durante diez años», cuenta Natalino. «Después lo frecuentamos menos. Pero fue porque empecé otro camino con un monje benedictino que me llevó a la decisión de tomar el diaconado permanente». Otra “peregrinación”, en cierto sentido, hecha de coloquios, de diálogos y de estudio, siguiendo el consejo del obispo de San Benedetto del Tronto de inscribirse en el instituto superior de Ciencias Religiosas. «Mañana termino el tercer curso», cuenta el policía.

En medio, la peregrinación cada año, desde 1992 con el uniforme de organizador de la zona de Comunanza. «Y lo cotidiano, con la preocupación cada vez mayor de que la relación con Jesús no faltase nunca». Mientras tanto, con la experiencia de los Cursillos, pero también peregrinando a otros santuarios marianos periódicamente. «Todo era una profundización de ese encuentro. Y dando razones de ello. De ahí el diaconado. Y de ahí el compromiso también con Cáritas en mi pueblo». Hoy continúa atendiendo a 160 personas, sobre todo de la comunidad de montaña: «distribución semanal de fruta, la caja de alimentos una vez al mes…». Pero también otras necesidades que van emergiendo poco a poco, del vestido a los muebles. Todo cabe.

«Antes era una persona impulsiva, intransigente respecto a los objetivos que me proponía alcanzar. En cambio, vivir un día dando gracias por todo lo que sucede… Hasta porque abres los ojos por la mañana. Da paz. Y los demás lo ven». La familia, los compañeros. Incluso algún conductor con el que se cruza durante el servicio, «cuando tienes la oportunidad de ir más allá de un control rutinario…». El Señor provee en todo. «Muy a menudo se te adelanta. No deja fuera nada de tu humanidad, porque no es que dejes de desear las cosas. Tan solo que empiezas a darte cuenta de la repuesta».

Estás en el mundo pero no te dejas arrastrar, añade Natalino. «Así, el deseo más grande es entender cada vez más a qué te llama el Señor en cada circunstancia, ante los demás. “Ser sal de la tierra y luz del mundo”. ¿Qué quiere decir sino acompañar al otro, llorar con el que llora, celebrar con el que celebra? Es caminar junto a quien nos ha puesto en el camino. Como en la peregrinación: te ha puesto a alguien al lado para hacer una parte del camino contigo».