La Catedral de Ávila

De toda Europa a Ávila. «Lo tenemos todo»

Desde Oslo, Londres, Bucarest... ciento cincuenta responsables de CL pasaron tres días con Carrón en el corazón de España. Para hablar de la vida partiendo de lo que sucede. «¿Por qué nos conviene hacer este camino? ¿Qué utilidad tiene para nosotros?»

«Lo tenemos todo. Pero solo comprendemos qué es este todo en el encuentro con las circunstancias, las personas y la vida». Durante tres días en Ávila, esta cita de don Giussani resuena una y otra vez. La última, el domingo por la mañana, en la síntesis de Julián Carrón delante de ciento cincuenta responsables de CL llegados a España desde toda Europa; de Portugal a los Balcanes, de Malta a Oslo. Todos reunidos en una sala del seminario diocesano donde el mismo don Giussani, en 1985, presidió un encuentro clave para la historia del Movimiento, tanto es así que pocos meses después de sus palabras («nosotros somos lo mismo que sois vosotros: nuestra historia y la vuestra tienen las mismas raíces...») muchos de los asistentes, entonces miembros de Nueva Tierra, un movimiento creado por un grupo de sacerdotes españoles, confluyeron en CL.

Carrón, que pertenecía a Nueva Tierra, no asistió a ese encuentro, estaba estudiando en Alemania. Sin embargo, es singular y hermoso al mismo tiempo volver a pensar en esta historia que ahora le lleva a subir a ese escenario, a introducir el trabajo el viernes por la noche, retomando el hilo conductor de la Jornada de apertura de curso. «Don Giussani nos lanzó este desafío: si nos desplazamos del entusiasmo por Cristo, no lo conocemos». Y nos encomienda una tarea: «Conocerle». No como palabras o discursos, sino «como conocimiento afectivo, experiencia. Por eso, ahora podemos hacer balance de lo que ha sucedido a lo largo de estos meses. ¿Qué camino hemos recorrido? ¿Ha pasado algo por lo que yo pueda decir: he aprendido algo de Cristo?».

Carrón durante la asamblea

Para darse cuenta de esto, el criterio es sencillo: «No puedes decir “conozco a Cristo” mientras Él no introduzca un modo diferente de mirar a la realidad. O el conocimiento de Él crece hasta llegar a determinar nuestra mirada, o constantemente nos dejaremos determinar por la impresión que nos causan las cosas, y nos ahogaremos». De ahí la pregunta que nos reclama a todos: «¿Por qué, entonces, nos conviene hacer un camino? ¿Qué utilidad tiene para nosotros?».

La utilidad se ve en seguida, desde el principio de la asamblea del viernes. Beppe, que vive en Escocia, plantea una pregunta que en el fondo muchos compartimos. «Es evidente que el trabajo propuesto incide en la vida, en la manera de mirar el trabajo, la familia, los amigos... Y ¿delante de los grandes desafíos, de lo que sucede en el mundo?». Cita el caso de Alfie Evans (el niño que murió tras una sentencia judicial en Liverpool, ndr.). Los debates, un camino de juicio «que poco a poco me ha devuelto la tranquilidad, pero me ha dejado con una duda. ¿Es suficiente delante del mundo? ¿Qué quiere decir, en estos casos, construir partiendo del entusiasmo por Cristo y no por la obsesión por otra cosa?». Carrón le devuelve la pregunta. «¿De qué depende esa tranquilidad? ¿Del hecho de que te has alejado del problema o de haber encontrado razones más adecuadas, gracias al trabajo que has hecho?». E insiste: «La cuestión no es de qué lado nos ponemos, sino las razones que hemos alcanzado».

Misa en la catedral

Cita un texto reciente de Benedicto XVI, en diálogo con Marcello Pera, expresidente del Senado italiano y filósofo liberal. Incluso afirmar determinadas verdades solo evidentes para la razón «de por sí es justo», observa el Papa emérito, «pero si nos quedamos solo en esto, corremos peligro. Rápidamente se nos olvida el pecado original y podemos llegar a formas de optimismo ingenuo que no hacen justicia a la realidad». De esta forma «no se percibe la complejidad efectiva del conocimiento racional en el ámbito ético».

«Es decir, no conseguimos ver con claridad la verdad», observa Carrón. Y añade: «Las cosas que antes, por influencia de una historia cristiana, eran reconocidas por todo el mundo, ahora ya no lo son. Sin darnos cuenta de esto, no podemos dar una contribución adecuada». Decir ciertas cosas es justo: la defensa de la vida, por ejemplo, es sagrada. «Pero una vez dicho esto, no es suficiente para que los demás puedan percibir ese valor. Es necesario recorrer un camino que permita a los demás percibirlo como lo hemos percibido nosotros. ¿Y cómo lo hemos percibido nosotros? Por algo que nos ha pasado. Por un encuentro». Y por una presencia que continúa «y que, al seguirla, seguimos percibiéndolo. De otra forma, también nosotros, tarde o temprano, separaremos los valores de su origen. Y nos costará reconocerlos, porque no somos distintos de los demás; el mundo también nos afecta a nosotros...». La conclusión está clara: «La única forma de poderlo comunicar a los demás es seguir haciendo este camino que Dios nos ha propuesto».

Ferrán, de Cataluña, retoma lo que ha pasado estos últimos meses: los debates sobre la independencia, las divisiones («hemos trabajado, pero ante los mismos elementos algunos amigos tenían opiniones opuestas»), las dificultades para llegar a un juicio común. Y una novedad desconcertante. «Nos hemos descubierto mirándonos unos a otros con afecto. Nos hemos acogido mutuamente». Conclusión: «Cristo no garantiza que estemos de acuerdo sobre cualquier tema. Sin embargo, la verdad es Él mismo, su presencia entre nosotros. Esto nos permite vivir la unidad también en la diferencia. Y hace que el camino sea apasionante».

Muralla de Ávila

«Conocer», observa Carrón, «exige un trabajo de verdad. Sin embargo, los desafíos que el presente no nos ahorra son una oportunidad. Cuanto más urge la vida, tanto más puede uno entender la diferencia que Cristo introduce y el camino que necesitamos para comprobar que solo Su presencia puede retomar la relación incluso con los que piensan de otra forma en el ámbito de la política. Y esto, a lo largo de los años, nos lleva a preguntarnos: ¿pero qué es lo que yo necesito? ¿Qué es lo que permite que las relaciones no decaigan? De esta forma nos damos cuenta de lo que es el cristianismo».

Interviene Nacho Carbajosa, responsable de CL en España. «Es verdad que el acontecimiento no garantiza llegar a la misma posición política pero no es igual a cero. Permite un itinerario de conocimiento, y de qué manera. Cuando tú, Julián, has puesto delante de todos el juicio de la chica catalana que desenmascara la pretensión ideológica de los que decían que el referéndum sobre la independencia era decisivo para la vida, esto se ha convertido en un camino para todos. Una historia particular se vuelve instrumento para la moralidad y a partir de ahí se puede conocer…». «Exacto», contesta Carrón. «Estos hechos son sencillos, están al alcance de todo el mundo. Pero en su sencillez tienen un poder único que hace posible la esperanza. No en el más allá, sino en este mundo. La verdadera novedad cultural nace de un acontecimiento. No es una estrategia lo que la genera; solo el origen del acontecimiento cristiano. Es inconfundible. Porque si no tiene razón Nicodemo, no se puede volver a nacer siendo ya viejo. Y en cambio, ¿es posible que el Misterio nos permita volver a nacer? ¡Sí! A una chica, ante la ideología del referéndum, le ha pasado. Y nadie lo puede borrar de este mundo».

Más aportaciones. Antonio, profesor portugués, describe su desaliento ante de los “no” de sus alumnos a muchas de sus propuestas. Y su sensación de liberación cuando uno de ellos, a él que se quejaba porque nadie más iba a la peregrinación, le dijo: «¿Y cuál es el problema si solo vamos nosotros dos? ¿A ti te sirve? Entonces entendí que a todas mis propuestas les faltaba algo». ¿El qué? «Yo». «Por esta razón no se movía nada en ellos. El problema es vivir nosotros algo que pueda mover de verdad el interés del otro. ¿Qué es lo que mueve al hombre en lo más íntimo de su corazón?». Nuestras estrategias no, desde luego.

Cantos al empezar cada momento

Luego se acerca al micrófono Ilaria, que vive en Suiza. Habla de «la fatiga, del escándalo por mi traición. Me alejé del movimiento, la vida se me hacía insoportable». Pero «la verdad seguía siendo evidente en cierto modo». En su caso, gracias a la relación con una amiga a la que, en cambio, no dejó de seguir. «Yo le decía cosas muy justas, pero ella había cambiado y mis verdades no tenían el poder de cambiarme a mí». Poco a poco, empezó a ceder, a retomar el camino. Una vida que florece de nuevo, de varias maneras: en casa, en el trabajo, con los amigos... «¿Entendéis la diferencia entre el cristianismo como discurso y el acontecimiento?», pregunta Carrón. «Es el cambio. Solo si uno se toma en serio a sí mismo puede hacer un camino no ideológico. Diciendo cosas justas uno no cambia; si sigue estando pegado a esta compañía, sí». Otras contribuciones, hechos, relatos. Y la asamblea concluye con estas sintéticas palabras: «¿Os dais cuenta? Cada circunstancia puede representar el camino para conocer a Cristo, para vencer la separación entre Él y la vida. Solo esto podrá acrecentar el entusiasmo por Cristo».

El comedor es una mezcla de idiomas y de encuentros. Impacta bastante, pensando en el lugar en que estamos. Las murallas del siglo VI están un poquito más allá, memoria en piedra de una historia que ha vivido aquí la gloria de la Reconquista, la vida de santos como Teresa y Juan de la Cruz. Y luego la decadencia, de la ciudad pero sobre todo de lo que animaba esa historia. De la España católica no ha quedado mucho. No obstante, dentro de esta muralla...

Por la tarde, tres testimonios. Davide Biasoni, responsable de Europa, los presenta así: «La característica del Misterio es que opera un cambio. Sucede algo nuevo. Hemos pedido a tres amigos que nos cuenten de manera sencilla la novedad que han descubierto en su vida».

El primero es Adrian, rumano ortodoxo. Conoció el movimiento hace 16 años. «Y he vuelto a ir a la iglesia porque el lugar donde sentía que me entendían era la Escuela de comunidad». En enero se fue con los chavales de Fdp-Protagoniști în educație a ver al Papa. Este encuentro le tocó profundamente. Se llevó a casa una foto con el Papa y muchas dudas. «¿Y si la ve mi párroco?». El sacerdote fue a su casa, vio la foto y en lugar de ponerse tenso, se conmovió y empezó a hablarle de sus iniciativas para el diálogo, del ecumenismo... «Estaba entusiasmado por encontrar un signo de lo que buscaba él».

Los testimonios, por la izquierda, de César, Marco, Adrian y Davide

La fantasía de Dios. Que en casa de Marco, un italiano que se ha mudado a Londres, tiene otro rostro. Neurocirujano, casado y con cuatro hijas. Dos tienen problemas de salud y la relación la realidad se ha vuelto difícil. «Cuando los hijos empiezan a sufrir, para los padres es una prueba. Pero en la Jornada de apertura de curso nos pusiste delante estas palabras: sin la familiaridad con Cristo, la vida no tiene alegría». A partir de ahí, las cosas empezaron a cambiar. Hasta que en una cena con un amigo histórico, ahora obispo, todo se hizo nuevo. «Al día siguiente, la situación en casa era la misma. Pero descubres en ti mismo una ternura insólita, que no era mía. Dices “gracias”, y empiezas a mirar como te gustaría que te miraran. He entendido que las circunstancias no son otra cosa que esto: Jesús que en su inmensa fantasía encuentra mil maneras para llegar a preguntarme “¿pero tú me amas?”».

Él último es César, profesor. Sigue a los bachilleres en España. Literalmente, porque «el regalo de este año es ver lo que el Señor hace entre nosotros con la vida de los chavales. Nuestra responsabilidad es seguir el cristianismo y señalarlo allí donde sucede». Y empieza a contar episodios, a leer cartas, a sacar a la luz una profundad en esos chavales que deja sin palabras, y que merece la pena retomar más a fondo en otro momento.

Solo queda tiempo para un relato rápido de lo que está pasando en los medios de comunicación (la web, los cambios en la revista, las presentaciones de los libros). Y luego la misa que se celebra en el casco antiguo, en la catedral. Conmovedora su belleza. Así como la velada de cantos con los universitarios españoles, que abarcan desde los cantos de Irlanda a los de los Abruzzi, de Argentina a Madrid.

El domingo por la mañana, en el Ángelus, el padre Michiel Peeters, holandés, retoma la frase inicial de don Giussani: «Lo tenemos todo...». Será el hilo conductor de la síntesis de Carrón. Un camino donde no hay rastro de escándalo o desconcierto por tener que volver a empezar siempre. «Cuando nuestra vida se ve desafiada es cuando nos damos cuenta de hasta qué punto sabemos lo que creíamos haber aprendido ya». Lo tenemos todo: Cristo, la Iglesia, el Espíritu. «Entonces, ¿por qué a veces las cosas nos dan miedo? Porque este “todo” solo lo podemos descubrir en el encuentro con la realidad». Viviendo.

Velada de cantos con los universitarios españoles

Por eso «los retos que tenemos delante –la política, las cuestiones éticas, el trabajo– son ocasiones favorables para descubrir quién es Cristo». Y la pregunta que nos planteamos de distintas formas –«Pero ¿este método de Dios no es demasiado discreto? ¿Cómo puede ser que esto baste para cambiar el mundo?»– nos pone delante de una alternativa. O alejarnos, asustados por el desmoronamiento de las evidencias, o preguntarnos, como Ratzinger: «¿pero el cristianismo tiene todavía alguna oportunidad?». Y verificar la respuesta que daba él mismo: sí, porque corresponde a la espera del corazón.

«Es la audacia propia de Dios, que nos lanza al combate armados tan solo con un detector, el corazón. Y luego empieza una historia particular hasta enviarnos a su Hijo», en una cadena de hechos que a ese corazón lo solicitan, lo animan, lo provocan. «Porque nuestras exigencias elementales no son un paquete de definiciones. El corazón no es estático. Lo que lo despierta es el impacto con la realidad».

Por esta razón, cuanto más complicados son los tiempos, tanto más «es el tiempo de la persona». De un “yo” que se descubre irreductible porque, «como decíamos en los Ejercicios, esta preferencia de Dios es lo que te hace ser tú mismo; nada más». No es tu capacidad, tu esfuerzo, el ser muchos… La preferencia de Dios. «Pero es necesario que esta conciencia penetre en nuestras entrañas».

El gran desafío es si el cristianismo puede generar personas así, con esta conciencia de sí mismas. Porque «cuando uno se da cuenta de esto, la vida vuelve a florecer». Todo puede cambiar, como se lee en el Cartel de Pascua. Porque lo tenemos todo.