Imágenes del documental "Unguarded" (©Indee.tv-Camino NYC)

Estados Unidos. Apac, lo impensable pero posible

Se presenta en una cárcel de Lousiana un documental sobre el método de prisiones “sin guardias” que nació en Brasil en los años 70. Un estreno que inaugura una gira por toda Norteamérica. Así nació la idea
Davide Perillo

Todos levantaron la mano, guardias incluidos. «Era para responder a la pregunta: ¿quién cree que aquí también sería posible? Pero también era la manera más directa de decir “sí, nosotros también lo queremos”». Dentro de la cárcel, por la noche. La escena es en el salón de la prisión de Lafourche, Louisiana. Allí es donde, el pasado 27 de mayo, se proyectó por primera vez Unguarded, un documental de Simonetta d’Italia-Wiener sobre las Apac, las “cárceles sin guardias” que nacieron en Brasil en 1972 por iniciativa de Mário Ottoboni, un abogado que tenía en mente una idea muy clara: nadie es solo el mal que ha cometido, sea cual sea su gravedad. Todos pueden cambiar si se les da confianza. De esta certeza –y de un trabajo que implicó a decenas de voluntarios, juristas y magistrados– nació una red con decenas de cárceles alternativas, en Brasil y en todo el mundo. Sin alambradas, barrotes ni carceleros. Pero funcionan. Ayudan de verdad a los presos –a los que llaman recuperandos– a rehacer su vida.



Por eso, presos y funcionarios de Lafourche, dos horas después de los títulos de crédito, seguían allí discutiendo, comentando y compartiendo. «Para mí ha sido revitalizante, una ocasión para hacer memoria de por qué vengo a trabajar cada mañana», escribió al día siguiente Jessica Davis, directora de la oficina del sheriff del condado. «Historias como esta alimentan mi deseo de ver algo distinto para los hombres y mujeres que están aquí dentro. Los presos son seres humanos, igual que nosotros». Más o menos las mismas palabras que encontramos en la entrada de cada una de las Apac: «Aquí entra el hombre, el delito queda fuera»…

Han hecho falta tres años de trabajo para llegar a este extraño “estreno” tras los barrotes. Simonetta, italiana residente en Nueva York desde hace treinta años, nunca se lo habría imaginado la noche que saltó la chispa. «No había visto nada de las Apac», recuerda. «No había ido al Meeting de Rímini el año de la exposición (2016, ndr). Solo tenía relatos de segunda mano. Pero lo que despertó en mí el deseo de dedicarme a ello fue una conversación con mi amigo Joshua, al que mi marido, que es abogado, y yo acompañamos durante los últimos diez años de su condena».



En aquella conversación surgieron preguntas y urgencias «que llevo dentro desde que estudiaba en la universidad y vi morir a mi profesor de Criminología, Guido Galli, asesinado por el grupo terrorista Prima Linea. El deseo de justicia siempre me ha interpelado y cuando conoces a alguien en una cárcel americana, te das cuenta de cuánta humanidad se necesita para abordar este tema». Hasta que allí, charlando con su amigo, «tuve un flash: ¿tú sabes qué es Apac? Él sabía más que yo, lo había visto en el Meeting. Nos contó y de repente dije: “Tengo que hacer una película sobre esto”. Y me contestó: “Si lo haces, te ayudo”».

Empezaron así semanas de estudio. «Cuanto más leía, más comprendía que era como ver realizarse algo humanamente imposible. Luego, una amiga brasileña me puso en contacto con ellos y decidí ponerme en marcha, tenía que ir a ver qué había allí que tanto me atraía». El impacto se vio reforzado por un hecho. «El mismo día que aterricé en Brasil me dijeron que acababa de morir Ottoboni, el fundador. Fui al funeral y me di cuenta de que estaba delante de algo grande. Había decenas de antiguos recuperandos llorando como si fueran hijos ante el cuerpo de su padre. Tenía que mostrar ese mundo, ir hasta el fondo de esa experiencia».



El camino para ello fue a base de encuentros. Historias que vemos en el film y otras detrás de las cámaras. Rostros como el de Nuno, que aparece al principio, durante sus últimos meses en Apac, y al final, ya fuera, con mujer e hijos, con una vida cambiada. O el de Luzia, que le contó a Simonetta su historia, llena de dolor y de violencia («mientras grabábamos la entrevista, el director de fotografía se echó a llorar»), y después, cuando salió de Apac, no fue capaz de salir adelante y se suicidó. «Su vida era un poderoso grito de amor», afirma la directora, aún sobrecogida al recordarlo. «Me impactó mucho porque me hizo entender que Apac no es un sistema perfecto, sino una propuesta de vida a tu libertad. Apac no te salva de manera mecánica. Te ofrece una ocasión para retomar tu vida a la luz de un amor, de una mirada. Por eso se dirige a todos, incluso a los que nunca han estado en prisión. Me da la posibilidad de volver al origen de mí misma, de escuchar mi corazón de verdad».

No todo salió como la seda, la pandemia lo complicó todo bastante. «Pero nunca me sentí sola, son muchos los que me han ayudado. TJ Berden, amigo y productor, además de un gran amante de Apac, se lanzó al proyecto de cabeza. Los amigos de AVSI en Estados Unidos me ayudaron a encontrar dinero». Luego llegó la colaboración por sorpresa de la 4th Purpose Foundation, una ONG dedicada a mejorar la vida de los presos. «Me llamó su director, Josh Smith, que también es un antiguo preso: “Me he enterado de que estás haciendo esto, llevo tiempo buscando a alguien que trabaje sobre las Apac, dime qué necesitas”. Financió el resto del proyecto sin haberme visto nunca. Todavía no lo conozco personalmente».



Ahora empieza a circular el film, empezando por las prisiones. «Para nosotros es un sueño. Si logramos llevarlo hasta allí, significa que existe la posibilidad de entrar en un problema enorme para la sociedad americana. Aquí la prisión es un mundo aparte, más que en otros lugares. Hay que entrar para poder cambiarlo».

Eso es lo que está pasando, empezando por Lousiana. «La proyección era a las siete. A las nueve y media todavía estábamos allí debatiendo». ¿Qué es lo que más te impactó de aquel diálogo? «Los presos captaron al vuelo algo muy fuerte que dice Valdeci Antônio Ferreira, el sucesor de Ottoboni: el crimen es la experiencia del rechazo llevada al extremo, es un grito de ayuda. Cuando nos sentimos rechazados, gritamos pidiendo amor, desde la cuna hasta la tumba. Con cualquier gesto que hagamos. En el fondo, es la búsqueda de Dios. Y eso es lo que más les ha marcado, según nos cuentan muchos de ellos. Porque es una búsqueda auténtica». Luego llega la pregunta, la de la mano alzada. ¿Es posible? «Todos dijeron que sí. Todos. Una de las guardias fue muy explícita: “Nuestras cárceles son un lugar donde metes a alguien dentro y tiras la llave. Resulta cómodo porque es un negocio. Apac es otra cosa: impensable, pero posible. Porque si es posible allí, también lo es aquí”».



Después de Lafourche, hay otras tres proyecciones programadas. En otra cárcel de Louisiana, en el condado de Saint John. Y también en Tennessee, «donde sería aún más interesante porque hay prisiones realmente duras». A partir de septiembre llegará a las universidades: «Notre Dame, Columbia, Loyola Chicago. Las fechas ya están cerradas, y es solo el principio. Hemos encontrado un distribuidor en Brasil y se empieza a mover algo en Europa».

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Y tú, en este inicio, ¿qué has descubierto de ti misma? «Se ha reabierto la herida que te decía, esa necesidad de justicia. Siempre me he preguntado si de verdad era posible el perdón delante de ciertos crímenes. ¿Es posible cambiar? Ahora puedo decir que sí. En primer lugar, para mí. Porque lo que he visto me hace ir hasta el fondo de mí misma. Ese perdón también me ha tocado a mí».