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Cecilia y los puntos de luz

De un día para otro se encontró atendiendo a pacientes de Covid sin tiempo de celebrar su graduación. En medio de tanta fatiga y sufrimiento, la sorpresa de alguien que te «toma de la mano». La historia de una joven enfermera
Paola Bergamini

Debido al Covid, Cecilia se graduó antes de lo previsto, en marzo, en Enfermería y a los diez días ya estaba trabajando en un hospital milanés. Los primeros tres meses fueron traumatizantes. Una mañana, Cecilia se acercó a un paciente para limpiarlo. El hombre sufría tanto que ni siquiera quería que le rozaran. La joven se quedó bloqueada a los pies de la cama. La enfermera que la acompañaba la tomó de la mano y le dijo: «Ceci, podemos ayudarlo. Vamos a llamar a un médico para que le dé algo que alivie su dolor». «Me mostró que había otra posibilidad, y sobre todo que no estaba sola».

A la hora de comer, un compañero le llevó salmón con aguacate, su plato preferido. «Lo traía por mí», recuerda ahora. «Solo después, pensando en aquellos días, me di cuenta de que mis compañeros han estado siempre presentes, como puntos de luz que, sin que entonces me diera cuenta, me han ayudado a seguir adelante. A desplazar mi mirada, petrificada por el sufrimiento».

Después de las vacaciones de verano, Cecilia volvió al trabajo en otro hospital, pero siempre con enfermos de Covid. Pensando en aquellos rostros y con la conciencia que había adquirido con el tiempo, le resultaba más sencillo afrontar la nueva situación, aunque seguía siendo dramática. Esos puntos de luz volvían a estar presentes y ahora era más fácil reconocerlos.

«¿Quiere que le lavemos el pelo?», preguntó una enfermera a un paciente que chorreaba de sudor por el respirador. Cecilia se quedó de piedra al oírlo. Era un día muy complicado y ¿ella quería “perder tiempo” lavándole el pelo? Normalmente, eso sería lo último que hacer. El hombre asintió. Por la noche, al salir del hospital, Cecilia sentía que el peso de la jornada era menor. Aquel gesto tan sencillo era el indicio de que hay algo más grande que el sufrimiento.

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Una noche, un enfermo que deliraba intentó arrancarse los aparatos médicos a los que estaba conectado. La praxis prescribe en estos casos contenerlo por todos los medios. Pero el enfermero que acompañaba a Cecilia le dijo: «No te vas a morir, aquí estoy yo, pero por favor deja que te ayudemos porque solos no podremos», y le apretó la mano. «La esperanza, que hace seis meses me parecía algo imposible, pasa por hechos como estos», dice Cecilia. «El Señor me está tomando de la mano a través de estas presencias que son signo de humanidad».