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«Ese soplo que nos arranca del cinismo»

Recién graduados en Medicina, estos meses se han visto catapultados a los hospitales en pleno estado de emergencia. ¿Qué han visto y vivido? Algunos de ellos nos lo cuentan. Como Melisa, en su primer año de especialidad
Paola Bergamini

Inmóvil en la cama, pegado al respirador. Melisa, con su escafandra protectora anti Covid, se acerca a Giovanni pensando: «Se está muriendo, ya no hay nada que hacer». Controla el suero, le toma de la mano y él, inesperadamente, la aprieta con fuerza y abre los ojos. «Frente a mi resignación, me estaba diciendo que ahí estaba. Es uno de los momentos en que sentí renacer la esperanza, es decir, vi que aquel hombre era amado y Otro le salvaba. Su valor era mayor que sus parámetros clínicos».

Cuando estalló la emergencia en marzo, Melisa, en su primer curso de la especialización en reanimación, se vio catapultada a cuidados intensivos en un hospital para enfermos de Covid. En el delirio de aquellos días, en los que tuvo que aprender sobre el terreno lo que luego estudiaba en sus horas libres, hubo momentos así, de soplos que la hicieron revivir. Una mañana, un reanimador con el que trabaja, el más arisco y gruñón, le dijo: «Sigue siempre así». «¿En qué sentido?», le preguntó. «Así de sincera», le espetó con sequedad.

«Son “personas y momentos de personas”, como dice don Giussani, presencias que se imponían y me abrían de par en par durante jornadas en las que el cansancio y la resignación, a veces también el cinismo, parecían invadirlo todo».

Desde septiembre, Melisa trabaja en una reanimación “limpia”, libre de Covid. Un día tuvo que visitar a un joven que había sufrido su segundo ictus. Le costaba mirarlo mientras pensaba en las duras consecuencias que aquello le iba a traer. Entró una doctora exclamando: «¡Hola, Giorgio!». El hombre dejó de llorar, abrió los ojos y con mucho esfuerzo balbuceó: «Hola». «Le llamaba por su nombre, como si fuera amigo suyo, le mostraba todo su afecto. Eso valía más que todo mi escepticismo». La esperanza es eso: sentirse amado.

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A finales de noviembre, ante una situación muy complicada, el cirujano, llamado de urgencias, le dijo a una paciente: «Llegados a este punto, solo se puede rezar, ¡pero mucho!». La mujer palideció: «Si yo nunca he rezado». Melisa estaba al lado. Todos se quedaron en silencio. Entonces el médico se le acercó: «Para rezar no hace falta ser capaces, basta con desearlo». El corazón de Melisa dio un vuelco. «Estaba a punto de decirle que yo rezaría por ella, pero ese médico afirmó algo mucho más importante: era hija de Dios aunque toda su vida lo hubiera negado y por tanto podía pedir al Padre. Era amada por ser hija».