¿Quién sale al encuentro del que sufre? La eutanasia en el umbral de la Navidad

El mundo
Ignacio Carbajosa

La experiencia del sufrimiento es universal. Pertenece a todas las épocas y a todas las regiones y culturas. No así el modo de afrontarlo. En realidad, aunque la experiencia sea universal, el sufrimiento físico es siempre individual. Soy yo el que sufro. Sufro en mis carnes. Es una de las cosas que más se ha subrayado en estos meses de discusión en torno a la eutanasia: el derecho del enfermo que sufre, la compasión ante el sufrimiento individual, sacando a la luz historias particulares. Sin embargo, el sufrimiento me abre a una experiencia universal: la exigencia de significado. El dolor desata la pregunta: "¿Por qué sufro? ¿Por qué yo? ¿Qué sentido tiene vivir así? ¿Vale la pena seguir viviendo?".

Ante la pregunta del sufriente todos somos convocados: todas las culturas, ayer y hoy, todos los individuos, ayer y hoy, todas las legislaciones, ayer y hoy. La pregunta sobre el significado de vivir sufriendo es una pregunta sobre el significado del vivir en sí, es una pregunta dirigida al que vive sano y "disfruta" de la vida: "¿qué significado tiene tu vida?". O lo que es lo mismo: "Cuando tú estés como yo, ¿merecerá la pena seguir viviendo?".

El hecho histórico que celebramos en la Navidad marcó un antes y un después también en el modo de vivir el dolor. Cuando los cristianos empiezan a expandirse por el Mediterráneo llevan consigo tanto la tradición judía que se expresa en los libros de Génesis y Job, como el anuncio sorprendente de un hombre, Jesús de Nazaret, que ha muerto y ha resucitado.

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