Mustafà Boulaalam y Carmelo Vicari.

Palermo. De tú a tú, con el párroco y el imán

Un encuentro entre un sacerdote de la capital siciliana y el guía de una mezquita de la ciudad. Para mirar juntos lo que ha pasado en sus comunidades, partiendo de la compañía incansable de Dios a todos los hombres
Francesco Inguanti

Entre los muchos apelativos atribuidos al Covid-19 está el de “virus democrático”, porque no le ha ahorrado nada a nadie. Los católicos han tenido que cerrar iglesias y catequesis, pero también la comunidad islámica ha debido someterse a duras restricciones.

Hace unos días, en Palermo, Carmelo Vicari, párroco de San Ernesto, visitó a Mustafà Boulaalam, imán de la mezquita de la plaza del Gran Canciller. Se trató de un encuentro cordial y fraterno, fruto de una amistad que dura desde hace tiempo, para intercambiar experiencias y relatos de lo que han vivido tanto la comunidad islámica como la católica durante la pandemia.

El imán acompañó a don Carmelo a la mezquita mostrando los cambios realizados para respetar las normas de seguridad. «Durante las primeras semanas de aislamiento –explicó– transformamos esta sala en almacén para la comida que nos donaba el Banco de Alimentos para las familias que atendemos. Ahora vuelve a ser lugar de oración, pero hemos tenido que limitar el acceso». «En mi parroquia nos ha pasado igual», contestó don Carmelo: «teníamos que garantizar que los fieles pudieran venir a la iglesia con total seguridad». En el templo islámico se reza ahora por turnos, en la misa cristiana ha habido que incorporar modificaciones, así como el uso de la tecnología… Mustafà contaba que «he estado enviando todas las semanas por internet el texto del sermón para reunir a las familias para que rezaran juntas en casa, superando la tradición islámica que no prevé la oración común de hombres y mujeres». «En mi parroquia también hemos usado mucho internet», añadió Vicari. «No solo hemos garantizado así la relación con los fieles sino que hemos “entrado” en muchas casas. Muchos han “descubierto” la parroquia a través de la catequesis de los niños o la misa retransmitida a diario».



Estos meses, la Iglesia ha celebrado la Cuaresma y la Pascua, y el islam el Ramadán, momentos importantes para ambas religiones. Para el imán, «ha sido muy distinto de otros años, pero no un menos. Todos hemos pasado más tiempo en casa, dedicándolo sobre todo a los más pequeños, pero no hemos renunciado ni al ayuno diurno ni a la comida nocturna de toda la familia reunida, ni mucho menos a los gestos de caridad fraterna que se nos pedían en esta circunstancia». Para don Carmelo, «la imposibilidad de acudir a la iglesia durante meses y no poder tomar la Eucaristía ha sido una dura prueba que ha puesto a todos ante la necesidad de volver a comprender su importancia».

También hablaron de la crisis económica y de los pobres. «Desde el principio hemos ayudado tanto a las familias a las que atendemos habitualmente como a otras que se han sumado», explicó Vicari. «Se ha producido una exhibición de solidaridad entre los fieles, entregando su dinero y su tiempo». La iniciativa “Portofranco adopta a una familia”, por ejemplo, surgió entre un grupo de profesores que hasta hace dos meses sostenían un grupo de apoyo escolar gratuito y que pusieron en marcha un abono en un supermercado gracias a la ayuda de muchos voluntarios. También ha habido una recogida de fondos para donar al hospital Vincenzo Cervello un respirador de última generación.

«Nuestra comunidad también ha sufrido», añadió el imán. «Muchos han perdido su trabajo, precario o mal pagado pero con el que sostenían a sus familias, en muchos casos con muchos hijos. El Banco de Alimentos también nos ha ayudado. Y la emergencia aún no ha acabado».

Durante el encuentro, don Carmelo fijó su mirada en una leyenda escrita en árabe en una pared de la mezquita. «Son las dos últimas suras del Corán», precisó Mustafà. «Ambas se refieren al maligno que se manifiesta en la relación entre Dios y el hombre. Su objetivo es alejarlo de Dios. En la tradición islámica, la oración se produce con un contacto casi físico entre los fieles, precisamente para que el maligno no encuentre espacio». Palabras que ahora cobran gran actualidad, por temas como el distanciamiento social o la profilaxis. «Son medidas que hay que respetar. Pero hay que explicarlas porque afectan a aspectos importantes de la vida de un pueblo. Reglas y principios pueden cambiar a lo largo de los siglos. Pero hay que tener claro que esto no sucede por arbitrio ni capricho. Al mismo tiempo, hay que rendir cuentas con la tradición de una comunidad».

«Pero muchos piensan que algunos gestos son solo exteriores o formales, carentes de significado», comentó don Carmelo. A lo que Mustafà respondió: «Claro, puede pasar. Pero es importante que cada gesto o rito, en cualquier religión, tenga un significado claro para los fieles. Si perdemos su sentido, en cualquier religión, entonces se convertirá en un gesto vacío y el diablo habrá ganado su batalla».

Don Carmelo, impactado, respondió: «Para nuestra tradición, la experiencia del coronavirus también ha supuesto una gran provocación. Pequeños gestos como el intercambio de la paz o estrecharse las manos para rezar el Padre Nuestro… podemos renunciar temporalmente a ellos pero sin olvidar su importancia ni su significado. Lo más grave sería no volver a hacerlo cuando todo haya acabado porque nos hayamos acostumbrado a prescindir de ellos. Eso significaría que antes tampoco tenían sentido».

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Al final del encuentro, Mustafà acompañó a don Carmelo hasta la puerta y se despidieron con estas palabras: «Para nosotros también se trata de aceptar las novedades que se nos imponen y que ya nos han cambiado. Pero por lo que han visto hasta ahora, Dios es grande y misericordioso, y no permitirá que nos falte su compañía».