Valentina Losa

«El trabajo, mis hijas y esas oraciones desde Bahrein»

Valentina dirige una pequeña empresa que hace trofeos y medallas para los Mundiales de fútbol, la Champions League, las casas reales de Oriente Medio... «Ahora todo se ha parado», excepto la posibilidad «de no dejarse llevar por el miedo»
Emmanuele Michela

«Cuando leí lo que me escribió el hijo del rey de Bahrein, se me saltaban las lágrimas». Valentina Losa habla como empresaria pero su voz se llena de ternura cuando habla de ese cliente que le mandó hace unos días un mensaje por WhatsApp: «Rezamos por vosotros, por ti y por tu familia». Todo empezó con un mensaje de trabajo un poco diferente al resto, dirigido a ella directamente como persona y no como proveedor. «Quería saber cómo estaba pasando este momento tan complicado. “Todo el mundo árabe está rezando por vosotros”, volvió a decirme. Pero me he dado cuenta de que estos días de emergencia esta no es la única relación que ha cambiado por completo. Muchos nos escriben por correo electrónico mandándonos sus mejores deseos y pidiéndonos que nos cuidemos». Retazos de humanidad en un ámbito profesional totalmente sui generis, de alto nivel y aparentemente muy formal. Valentina dirige la empresa Gde Bertoni de Paderno Dugnano, a las puertas de Milán. Fabrica copas y medallas para las grandes competiciones deportivas del mundo: Mundial de fútbol, Champions League, competiciones de vóley… Una pequeña empresa con pocos empleados que heredó de su padre hace diez años y que cuenta entre sus clientes con marcas como Fifa, Uefa, Cio, Fivb, hasta la Royal Court de Bahrein, la federación de fútbol árabe de los soberanos saudís.

Pero ahora parece que los roles y los nombres valen poco ante algo común a todos: la aprensión y las preguntas sobre el futuro las compartimos todos. «Yo intento aportar la sencillez de las pequeñas cosas, no quedarme en el lamento ni descargar mis preocupaciones sobre otros, sino rezar sencillamente por mí y por los demás. Y compartirlo. Creo que esa puede ser mi contribución».

La copa del Mundial en manos de Iker Casillas en 2010

Vuelven a la mente de Valentina las palabras pronunciadas por el papa Francisco el viernes 27 de marzo en la plaza de san Pedro. «Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios». En medio de esta tormenta, ¿en qué dirección mirar para no dejarse llevar por el miedo? «Lo que me ayuda es la fe, mi relación con Dios», dice Valentina. «Hay momentos en que la fe vacila, pero en este tiempo sin duda que no». Lo dice con una empresa a sus espaldas y, como tantos, con la preocupación por la situación de bloqueo en el mercado. Pero también lo dice como madre de tres hijas, con las que ahora vive encerrada en casa. «A lo largo de mi vida he atravesado por ciertos momentos difíciles. He vivido la separación de mis padres, hace veinte años tuve un accidente en el que perdí un brazo, en 2010 murió mi padre. Ante esos dramas, siempre he visto que lo que me sostenía era la fe. Hoy vuelvo a descubrirme con más certeza y necesidad de que exista alguien que me sostenga en pie». Aunque también tiene momentos de ansiedad y noches de insomnio. «Pero creo que ahora hace falta una mayor interioridad espiritual. Todos nos vemos obligados a medirnos más con nosotros mismos, con nuestro propio yo y con los que tenemos alrededor. Yo encuentro un punto de apoyo en mi diálogo con Jesús, pero también hablo mucho con mi padre, que me falta». La fe, dice, es una compañía dentro de cada gesto cotidiano. «Es una relación continua con Dios. Siempre crecí con la certeza de no estar sola. A veces piensas que algo puede salir mal, por ejemplo con la empresa. Pero tengo la certeza de que se me ofrecerá alguna manera de salir adelante».

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Ahora se da cuenta más que nunca lo valiosas que son sus hijas. «En el último año, por motivos de trabajo, he tenido que sacrificar en parte la relación con ellas. Estos días ellas me están manteniendo en pie. Están tan llenas de vida… que no pueden evitar contagiarme». También ve lo importante que es tener ciertas amistades, como las que ha cultivado dentro de la Compañía de las Obras. «Es una confrontación continua, una ocasión muy estimulante para reflexionar sobre cómo actuar para hacer frente a esta situación». Habla con ellos todos los días por WhatsApp, a veces también “en persona” por Zoom. «Las preguntas y cuestiones que compartimos son de todos: “¿qué hacer con los empleados?, ¿cuándo pagar a los proveedores?, ¿qué pasa con los bancos?”. Es una ayuda enorme, que parte de la concreción de las cosas, pero siempre va más allá».