John en la asamblea de las comunidades europeas de lengua inglesa (Foto: Luca Fiore)

Gran Bretaña. «Algo que he buscado toda mi vida»

John se hizo católico a los 22 años. Hoy tiene 85 y el año pasado conoció Comunión y Liberación, «un modo completamente distinto de vivir el cristianismo. Y me uní a ellos»
Michela Young

«Como decía don Giussani, el último año me ha parecido el comienzo de una época dorada. Se me ha dado una comprensión completamente nueva de lo que significa ser cristiano». John Williams, 85 años, se hizo católico a los veintidós. Hace trece meses conoció el movimiento de Comunión y Liberación y hace unos días, delante de Julián Carrón y cuatrocientas personas de las comunidades europeas de lengua inglesa, compartió su experiencia sobre el valor del movimiento en su vida.

John vivió durante treinta años en Eastleigh, una pequeña ciudad ferroviaria británica al noreste de Southampton. Hace 16 meses, dos sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos Borromeo se mudaron a vivir a la casa parroquial porque les confiaron la zona pastoral de Saint Swinthun Wells. Un grupo de Escuela de comunidad se reunía ya en la vecina Southampton, y los sacerdotes les invitaron nada más instalarse para que hablaran de la experiencia de CL a los fieles de su parroquia. «Cuando Giacomo vino a explicar lo que era el movimiento, del que yo no sabía nada, pensé que eso era lo que llevaba buscando toda mi vida. Enseguida me uní al grupo, donde conocí personas que, naturalmente, eran totalmente católicas pero con un modo de vivir el cristianismo completamente distinto», recuerda John.



De tradición anglicana, John no tuvo ningún contacto con católicos hasta los veinte años, cuando conoció a la chica que luego sería su esposa. «La conocí en un baile, poco antes de cumplir los 21. Hicimos una fiesta y la invité. Después, mi hermana me contó que mi padre le había dicho a mi madre que esa chica era para mí. Enseguida me impactó algo en ella y en su manera de ser. Fuimos bendecidos con 54 años de matrimonio, hasta hace seis, y cuatro hijos. Su fe nunca vaciló y ella también habría abrazado este nuevo estilo de vida si le hubiera sido concedido».

John empezó a poner en discusión su fe antes incluso de conocer a su mujer. «Llegué a lo realmente esencial: si existe un Dios, seguramente existe una sola Iglesia. Llegué a la conclusión de que si seguía adelante, llegaría a mi raíz. Ella me invitó a ir a misa, naturalmente, y para mí era fácil seguirla para ver en qué estaba metida. Luego cada cosa se fue poniendo en su sirio». Un año después, John fue acogido en la Iglesia católica.

Afirma que él buscó este “algo” durante toda su vida. «Cada vez que encontraba algo para profundizar en mi fe, siempre participaba. Formé parte de grupos de oración y participé en los cursos Alpha. Estuve casi diez años, con gente que empezaba a hablar de su propia fe, pero no funcionó. Desde entonces seguí buscando alguna experiencia parecida en la parroquia. Realmente necesitábamos algo que implicara a toda la comunidad para discutir sobre la fe. Y luego conocí el movimiento».

Ahora participa en la Escuela de comunidad de Southampton y habla del «placer y satisfacción que me produce seguir el camino del movimiento» y los textos de don Giussani, que «a veces son un desafío, pero siempre corresponden y defienden todo lo bueno y esencial que Cristo fundó en la Iglesia». El significado de la Escuela de comunidad y la certeza de su utilidad para la vida se ve claramente en sus intentos de transmitírselo a los demás. «El pasado mes de mayo hicimos una presentación del movimiento en la parroquia. Solo invitamos a los que podían estar interesados, unas cuarenta personas. Pero eran bastantes. Vi que algunos me escuchaban. Funcionó. Me impliqué en la organización de la presentación solo tres meses después de haber entrado. Estaba totalmente convencido de que era una oportunidad para todos. Pero tengo la preocupación del desafío que supondrá construir a partir del ejemplo y el legado de nuestros sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos, pero es algo que veo suceder en todo el mundo, así que soy optimista. Los curas se están implicando con los fieles de la parroquia y, sobre todo los niños, están recargando la energía de este lugar. Estos curas viven sencillamente como deberían, con el pueblo».

Todavía hoy, 62 años después de su conversión, John sigue redescubriendo su familiaridad con Cristo. «Inconscientemente, había caído en la concepción protestante de la figura de Cristo de tal manera que, como dice el papa Francisco, “corremos el riesgo de tomar a Jesucristo solo como un buen ejemplo del pasado, como un recuerdo, como alguien que nos salvó hace dos mil años. Eso no nos serviría de nada, nos dejaría iguales, eso no nos liberaría”». John está muy agradecido a don Giussani porque «nos devuelve constantemente el desafío de lo que comenzó con Cristo resucitado y, por tanto, con Cristo presente. Su presencia no queda relegada a después de la muerte, al más allá, sino que existe ahora». Para John, los católicos de CL «son clarísimos en esto y les cuesta entender por qué, hasta no hace mucho, yo no era capaz de experimentar a Cristo en mi vida. El verdadero cambio de la fe es el reconocimiento de su presencia ahora. Puedo testimoniar que los católicos en general necesitan mucha ayuda para reconocer a Jesús en su vida».

Este último año, John ha vivido marcado por la pérdida de su hermana a los 92 años que, como él, se convirtió del anglicanismo y no entró en la Iglesia católica hasta una edad tardía, a los noventa. «La razón por la que llegó tan tarde es que fue anglicana toda su vida, pero siempre estuvo abierta. Cuando, de joven, yo me hice católico, hablábamos de vez en cuando y era evidente que ella pensaba en hacerse católica». Sin embargo, siendo la responsable de un grupo de anglicanos en Portsmouth, no se veía capaz de abandonar a los suyos y solo entró en la Iglesia católica al final de su vida. «Doy gracias por haber podido compartir con mi comunidad el camino de sus difíciles y dolorosas seis semanas en el hospital». Su enfermedad también fue un tiempo en que él creció más profundamente en la oración. Cuenta que fue especialmente «una ocasión en la que he podido decir y testimoniar que una oración particular es atendida. Mientras esto no llegó, mi fe en la oración era, en el mejor de los casos, condicional».

John ahora está radiante y lleno de gratitud por el “maravilloso” fin de semana transcurrido con Carrón. «Me doy cuenta de que esta es una de las cosas fundamentales y necesarias, por eso fui». Pero la experiencia de esos días también le supone un desafío. «Tengo cuatro hijos estupendos, y ninguno de ellos es católico practicante. Una de las cosas con las que lucho es: “¿en qué me he equivocado?”. Ya había renunciado, pero ahora me doy cuenta de que no debo rendirme. Ese fin de semana ni siquiera les dije que me iba. Ahora les contaré lo hermoso que ha sido para mí y eso tal vez pueda abrir un resquicio».

LEE TAMBIÉN – Portofranco. Violante y la humanidad “del otro”

La historia de John es la historia de un “seguir”. Primero la fe de su mujer y ahora este nuevo camino indicado por don Giussani, en busca de ese “algo” que faltaba. Delante de Carrón y de los amigos del movimiento, John quiso añadir algo más que está aprendiendo en este camino. «El cristianismo no es una doctrina ni una ley sino un acontecimiento, y todo lo demás es consecuencia. Es un hecho y no solo un pensamiento. La razón por la que la Iglesia floreció justo después de la Resurrección es que percibieron Su presencia en medio de ellos».