Un momento del encuentro por los 30 años de CL en Salvador de Bahía

Brasil. Una novedad para la vida

La experiencia del movimiento en Salvador de Bahía cumple treinta años. La vocación, el trabajo, la familia… Unos amigos testimonian el valor histórico y la actualidad de la propuesta de don Giussani

Han pasado poco más de treinta años. Era febrero de 1989, la llegada entonces de Giancarlo Petrini, actual obispo de Camaçari, marcaba el comienzo de la vida de Comunión y Liberación en Salvador de Bahía. Solo un mes después, en marzo, un pequeño grupo de personas se reunía para el primer retiro de Pascua. Hace tiempo, Otoney Alcântara, responsable de CL en el estado de Bahía, dialogaba en un encuentro público con algunos amigos brasileños de CL para entender el papel y el valor del carisma de don Giussani en el momento histórico actual. Publicamos algunos fragmentos de esos testimonios.

El primero en intervenir fue precisamente monseñor Petrini, que quiso corregir la definición que le calificaba como “fundador” de CL en Brasil. «El fundador del movimiento es solo uno, y su nombre es Luigi Giussani, nosotros solo somos portadores del don que recibimos. En 1965 conocí CL, al terminar la escuela superior en Italia. Lo primero que me motivó fue la experiencia de sentirme elegido por Dios, llamado por Él, llamado a esta vida, no solo al Bautismo sino a una manera de comprender Su presencia divina en nuestra realidad, de un modo más profundo, humanamente más significativo. Es la experiencia de una auténtica preferencia de Dios. Mi llegada a Brasil y a Bahía fue un intento de responder a esa preferencia. Porque se trataba de una llamada, una invitación a recorrer un camino especial, con un don especial, pero también dedicarme a una tarea especial junto a otras personas».

Marco Montrasi (abajo, segundo por la izquierda), responsable de CL en Brasil, con algunos de la comunidad de Salvador

También ahora, como obispo, encontrarse con los de CL supone «compartir lo que considero más valioso, una compañía para descubrir el rostro humano de Cristo en medio de nosotros». ¿Qué tiene de especial el carisma de don Giussani?, se pregunta. «Que hace posible reconocer a Cristo como el alma más secreta, más profunda y real, de cualquier circunstancia, de cualquier encuentro personal, de todo lo que vivimos. A partir de esta mirada es como aprendemos, poco a poco, a reconocer los signos de Su presencia divina. Así la vida madura y crece, y podemos llegar a ser capaces de hacer cosas que nunca habríamos imaginado».

Veronica Nascimento Pereira es educadora. No hace mucho que frecuente la comunidad de CL. «Participé en un proyecto profesional y, al final del curso, el coordinador me invitó a la Escuela de comunidad. Decía que una vida auténtica es posible ahora, y eso era exactamente lo que quería. Aunque no entendía todo, seguí participando, a veces confrontándome con el texto. Pero había mucha gente en la que veía una gran seriedad con la vida, gente que vivía esta experiencia concreta. Me di cuenta de que también podía ser así para mí». Veronica empezó también la caritativa en el hospital Irmã Dulce. «Quería estar con la gente que iba allí no para satisfacer una necesidad de los enfermos sino porque todos tenemos la necesidad de darnos, de entregar nuestro tiempo a otros». Las vacaciones de la comunidad también fueron un momento importante para Veronica. «No solo se trataba de pasar un fin de semana juntos. Era algo que nos ayudaba a caminar en la vida. La Escuela de comunidad me educa, me enseña a mirar y vivir las cosas sin tratar de evitar las dificultades. Me empuja a mirar, a vivir».

El padre Maurício da Silva Ferreira conoció a Petrini en el seminario y, con él, a don Giussani y su libro Por qué la Iglesia. «Hasta entonces nadie me había dicho que el cuerpo de Cristo es capaz de amar. Yo pensaba que formaba parte de una organización. Recuerdo los dibujos que Petrini hacía en la pizarra. Allí me di cuenta de que yo, Maurício, no había entendido aún a Dios. Dios no es el resultado de la idea psicológica que podamos tener de él. Dios es autónomo y libre. Usa la psicología, usa los sueños, usa la riqueza y la grandeza del mundo, pero Dios no es la naturaleza. Parecen cosas obvias, pero para mí fue muy importante. Era una cuestión fundamental saber que a Dios no lo había creado yo, y que la Iglesia no era una consecuencia. Conocer el movimiento, la gente, las obras, el carisma, me brindó una nueva oportunidad». A veces, el padre Maurício celebra la misa del movimiento. «Es la misa donde puedo hablar más claramente del Evangelio, sin miedo, como si nada me fuera ajeno». Terminó dando las «gracias por el bien que la vida de don Giussani ha aportado a la Iglesia, y por esta amistad que nace de compartir una pasión común por Nuestro Señor Jesucristo».

Fabrizio Pellicelli es responsable de AVSI en Brasil. «Todos los días necesito verificar esto en mi trabajo: si todas las situaciones, hasta las más extremas en las periferias del mundo adonde mi trabajo me lleva, pueden ser realmente “para mí”. Ayer regresé de Roraima, al norte del país, donde tenemos un proyecto de acogida para venezolanos. Me informaron de que estaban llegando muchos niños entre 10 y 14 años, solos. Ante un hecho así surge una pregunta enorme: ¿pero por qué? Para poder intuir la respuesta, necesito profundizar aún más en la experiencia del movimiento». Pellicelli contó que el movimiento le ha dado «antenas más potentes para interceptar la realidad». Porque, gracias a don Giussani, ha aprendido que «la realidad es el modo en que Dios dialoga con nosotros. Y eso influye en el trabajo, en lo que mi trabajo genera, en el modo de estar con la gente, de construir, de crecer».

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Con el paso del tiempo parece que todo se tambalea. ¿Cómo puedo resistir entonces, si un día parece que todo ha acabado? ¿Es posible un movimiento contrario, es decir, que cuanto más pase el tiempo más me acerque a la plenitud de la vida? Es la pregunta que se plantea a Marco Montrasi (Bracco), responsable de las comunidades de CL en Brasil. «Me fascina mirar a los niños, porque son ellos mismos. Pero cuando crecemos empezamos a crear defensas, máscaras, a perder la pureza de los pequeños. El Papa dice que cuando los niños preguntan siempre “por qué”, lo verdaderamente importante para ellos no es la respuesta sino el vínculo, una relación, lo que quieren es tener delante la mirada de sus padres. Y nosotros, con el paso del tiempo, perdemos la claridad de lo que necesitamos», dice Bracco. «Pensamos que con el tiempo lograremos entender qué tenemos que hacer. Pero inconscientemente, poco a poco, nos vamos alejando de lo que nos genera. Treinta años de vida podrían no ser nada si no sucede de nuevo una chispa que lleve dentro aquel vínculo. Pueden no significar nada, o pueden volver a avivar ese vínculo».

Este es el desafío, según Bracco. «¿Quién me hace vibrar hoy, quién me hace revivir? Cuando vuelve a suceder, es como si toda la historia se volviera a recomponer. Cuando tiene lugar un encuentro, mediante un temperamento particular, un acento particular, toda la historia se recompone y te lleva a esos momentos en que Juan y Andrés se encontraron con Jesús. No solo recuerdas cuándo conociste a don Giussani, o a los primeros del movimiento. Es como si lo que viviste volvieras a vivirlo hoy. Vibra hoy». También se mostró agradecido por un lugar donde poder hacer memoria y ponerse continuamente frente a este “trabajo” que propone Julián Carrón. Si bien es cierto que debemos volver a ser como niños, también es verdad que al adulto, en su madurez, «la vibración le acontece con una intensidad cien veces mayor por todo lo que ha vivido, con todas sus traiciones, con toda la debilidad que lleva encima, con todos sus límites. El “ciento por uno aquí abajo” significa poder decir: ¿pero qué me ha pasado?, ¿cómo puedo cambiar? Y entonces las cosas no te escandalizan, te tocan. Igual que Pedro: “Señor, no sé cómo, pero te amo”. La promesa es poder vivir así ahora».

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