Lourdes Martinez

Lourdes, el canto y una ola que te «cambia la vida»

Española, desde hace más de veinte años canta como soprano en el coro de La Scala de Milán. Hace tres años, un empujón fortuito en la barra de un bar dio origen a una gran amistad que «me atraía como un imán»...
Alessandra Stoppa

La primera vez que fue a Escuela de comunidad, Lourdes se quedó impactada por los cantos. Sobre todo, por cómo cantaban esos jóvenes solistas. «De forma limpia, que toca el corazón. Una manera que nacía de su propio ser». Y le entró curiosidad cuando se enteró de que no era gente "del oficio". De su oficio. Lourdes Martínez es soprano y desde hace veintitrés años trabaja en el Coro de La Scala de Milán. Nació en Bilbao, pero en 1992 se mudó a Italia para perfeccionar su repertorio siguiendo a la gran Margherita Rinaldi, y desde entonces ha trabajado con directores como Barenboim, Muti, Chailly, Harding, Dudamel, Gergiev...

Hace tres años, se vio «arrollada por una ola», como dice ella, que en junio la llevará a dar un concierto en Ucrania. Por segunda vez, pues en abril de 2018 acabó cantando el Stabat Mater de Pergolesi en el Teatro Nacional Académico de Ópera y Ballet de Jarkov para ayudar a una chicas huérfanas y discapacitadas que ni siquiera conocía. «Lo hice por caridad. Sin embargo, la caridad la tuvieron ellas conmigo».

El ''Stabat Mater'' de Pergolesi en Jarkov, Ucrania

Todo empezó una noche de febrero de 2016. Lourdes se encuentra en un bar con su marido, Marcelo, tomándose un aperitivo, y en el ajetreo de la barra choca con una chica. «Nos pedimos disculpas mutuamente, un intercambio breve, nada más. Sin embargo, la joven se dio cuenta de dónde venía y me contestó en español. Lo hablaba a la perfección, me explicó que lo enseñaba en el colegio». Unos segundos más y se despiden. Cuando van a sentarse cada una a su mesa, Lourdes y Stefania se encuentran una al lado de la otra. «De un encuentro casual nació una amistad», dice Lourdes, que tiene casi sesenta años, mientras que Stefania tiene treinta. «Sin embargo, nunca he notado la diferencia de edad. Era como si la conociera de toda la vida. Desde el principio, ha sido una simpatía profunda, que me atraía como un imán. Empezamos a quedar, ella me presentó a sus amigos, me invitó a su boda, a los encuentros del movimiento». Empezaron a compartir la vida. «Me lancé a aquella ola... No he tenido tiempo de entender, pero algo ha cambiado mi vida».

Lourdes y Stefania con sus familias

Desde que era joven, la música ha representado siempre para ella un medio para vencer la timidez, «para conocer las potencialidades que hay en mí y sacar algo mío». En su profesión nunca ha perseguido el éxito, sino que ha buscado esa «voz natural», la «pureza del sonido» que llevamos dentro. «Trabajar con la voz es trabajar con nosotros mismos. Ayuda a liberarte, a tocar la parte más verdadera de ti. Y desde siempre buscaba un terreno fértil donde estudio y trabajo pudieran florecer. Creo que es lo que deseamos todos: ser instrumentos, a través de lo que hagamos. Es la necesidad de dar sentido a lo que somos. Por fin encontró ese terreno en la experiencia que vislumbraba con Stefania».

En esta amistad, le nace una pregunta: «¿Cómo puedo donarme a mí misma, ser útil para los demás, con lo que sé hacer?». Habla con Stefania y le ofrece su disponibilidad para un concierto benéfico, dejando que ella decida a quién ayudar. Por una red de relaciones, deciden dedicar el dinero a la Casa Volante de Jarkov (centro para la inserción social de huérfanos discapacitados de la ONG Emaús). Y Lourdes elige interpretar el Stabat Mater.

Con Plácido Domingo

Poco tiempo antes, había sentido con fuerza la exigencia de estudiar esta pieza y, junto con Amor Pérez, una compañera y amiga budista, lo había preparado y cantado en una pequeña iglesia de Toline, cerca del Lago d’Iseo, para pocas personas. Cuando se lo propone a Stefania, no sabe que es también una de las piezas más queridas por don Giussani, se enterará después, en el comentario de la colección Spirto Gentil, donde lo define como «el amén más grande de toda la música».

Frente al Teatro Nacional Académico de Ópera y Ballet de Kharkov

Esa cercanía a la pieza de Pergolesi nació en ella por la experiencia que vivió ante la enfermedad y muerte de su madre. «En ese momento, tan difícil y tan duro, paradójicamente recibí una esperanza cierta de que no estábamos solas. Que hay algo. No le doy un nombre, pero sé que existe una fuente. Fue una experiencia muy fuerte que, sin embargo, he custodiado siempre como algo "mío"». En ella había una semilla, pero era difícil cultivarla sola. Fue como «quedarte huérfano en la cotidianidad», dice. «Te falta un interlocutor que toque tu vida. Porque todos necesitamos una referencia para acordarnos de nosotros mismos». Ella solo tenía claro que no quería olvidarse de esa intensidad vivida, como una nostalgia de sí misma, y esperó, con una curiosidad llena de deseo hacia todo. En el encuentro con Stefania «encontré ese terreno gracias al cual he vuelto a acercarme a mí misma, que me permite volver al origen de mi persona». Mientras tanto, ha leído otros textos de don Giussani, empezando por El sentido religioso. «Lo que yo siempre he querido expresar, ese hombre lo decía».

De ahí nació todo lo demás, el concierto en la parroquia de Dergano en Milán, y la invitación al Teatro Nacional de Jarkov, durante la cuarta edición del DanteFEST. Aquellos días, aquello por lo que Lourdes se había esforzado tanto adquirió el rostro de las chicas de la Casa Volante y de los amigos de la comunidad ucraniana, donde volverá en junio. «Todo me ha pillado por sorpresa. Se me ha abierto un mundo nuevo. Por eso digo que quería hacer un gesto de caridad, pero han sido ellos lo que lo han tenido conmigo. Como he leído en la Escuela de comunidad, en Por qué la iglesia, “sobre todo implica convivir con la vida de la Iglesia allí donde se vive de forma auténtica, allí donde la viven en serio”. Cada cosa para mí, empezando por el concierto con mi compañera en aquella pequeña iglesia de Toline, ha cobrado otro significado. He encontrado una energía nueva, me dan ganas de afrontar cosas que pensaba que ya no era capaz de afrontar. Y decir sí a todo».