Lena, en la puerta de la casa.

Una casa volante en medio del desierto

Tania, Lena, Ira y Lena protagonistas de una obra social que se ha inaugurado coincidiendo con la celebración del DanteFEST en Jarkov, Ucrania. Un «pedazo de paraíso» que no existiría sin don Giussani...
Elena Mazzola

"Allí donde todos los hombres están en casa" ha sido el lema del DanteFEST de Jarkov (Ucrania), tres días llenos de eventos culturales y momentos de diálogo sobre el trabajo social. Con un pequeño gran acontecimiento central: la inauguración del centro de reinserción social de huérfanos con discapacidad llamado Casa Volante. El promotor de la iniciativa es la ONG Emaús, pero el corazón son ellas, las chicas que vivirán en este nuevo hogar: Tania, Lena, Ira y Lena.

La Casa Volante es una realidad que existe desde hace ya tres años y es el proyecto principal de Emaús. La idea es ofrecer la posibilidad de insertarse en la sociedad a chicos que, una vez que son mayores de edad, ya no pueden seguir viviendo en el orfanato y a los que el Estado ucraniano no puede ofrecerles más que la hospitalidad de una residencia de ancianos. Todo empezó de una caritativa propuesta por Aleksandr Filonenko en el orfanato local. Con el tiempo nació, en varios niveles y con modalidades diferentes, una paternidad y una maternidad sorprendentes.

Al principio, la Casa Volante no era más que un apartamento alquilado para dos chicas, Tania y Lena, a las que periódicamente visitaba algún amigo para ayudarlas con el estudio. Inna y Lali, mamás por turnos, se encargaban de enseñarles las tareas más sencillas de la vida cotidiana: cocinar, hacer la colada, limpiar la casa. Con el paso del tiempo estas chicas fueron creciendo y con ellas las exigencias a las que responder. Fue así como esta obra de Emaús se fue convirtiendo en una obra sostenida literalmente por los muchos que se implicaban directamente con Tania y Lena, pero también por cientos de personas que tanto en Ucrania como en Italia, Rusia, Suiza, América y Alemania la han apoyado durante todos estos años. Y no solo económicamente.

Los numerosos imprevistos durante la reforma de los últimos meses hicieron que el día de la inauguración no todo estuviera del todo en su sitio. Pero la casa estaba ahí -a pesar de que aún faltaban camas, armarios y otros muebles- y es realmente estupenda. Inna Filonenko, que es la responsable última del proyecto, cortó la cinta inaugural acompañada de las cuatro protagonistas, que ese día vieron la casa por primera vez y se movían entre sus paredes como si fueran pequeñas actrices. Estaban guapísimas y parecían reinas, comunicando a todos los que estábamos presentes una alegría difícil de describir. Alegría y gratitud, como dijeron ellas mismas con total sencillez cuando tomaron el micrófono entre manos. Gratitud por todos los amigos, padres y madres, que han descubierto en este camino. Para Lena, «cuando hace años me hablaron por primera vez de este proyecto, no me lo creía. Luego empezó y después me dijeron que estaban construyendo una casa para nosotras. No me lo podía creer... y ahora veo todo esto, y a todos vosotros. Ahora puedo esperar que en mi vida sucedan cosas así, tan grandes y deseables, que no puedes creer que sean posibles, y sin embargo suceden realmente».

El DanteFest es un evento donde todo se une: cultura y trabajo social son impensables el uno sin el otro. Nicola Liboni, del centro Simpatía de Como, por ejemplo, tuvo un encuentro dedicado a las nuevas fronteras de la ingeniería de asistencia a la discapacidad y sobre su contribución para convertir la Casa Volante en un proyecto de vanguardia en Ucrania. El desafío en este país es enorme: los orfanatos ucranianos acogen a cien mil niños, y entre ellos los que tienen discapacidad y no pueden esperar la adopción están abandonados a su suerte, no tienen perspectivas de futuro. Emaús siembra en el desierto, pero con un coraje conmovedor, llamando alegremente a todas las puertas, familiares, amigos, administración local, hasta los clubes más elitistas de la ciudad. Es un trabajo duro, en una sociedad postsoviética donde falta una cultura de caridad como la que existe en la Europa occidental. Sin embargo, ya se pueden reconocer pequeños brotes que son los que les infunden coraje. Por eso le pidieron a Nicola que pronunciara su intervención en el Garage Hub, un centro de tecnología informática puesto en marcha por cuatro jóvenes recién graduados en Física, Ingeniería y Matemáticas. Cuatro chavales que respondieron a esta propuesta con frescura, disponibilidad y entusiasmo, hasta el punto de volver a acogernos en su garaje la noche de la inauguración.

El lema del festival lo abordaron dos filósofos ucranianos, Kostantin Sigov y Oleg Choma. Les acompañaba la directora de Emaús, Lali Lipartelian, que quiso plantear una pregunta muy sencilla: «¿Qué estamos construyendo?». Al frente de todo esto estaba Aleksandr Filonenko, que también presentó la exposición itinerante del Meeting de Rímini dedicada a la Sagrada Familia de Antoni Gaudí. Porque Emaús, según Filonenko, está construyendo algo que a los ojos del mundo es tan pequeño que parece insignificante, pero lo hace «con la conciencia de poner un ladrillo en la construcción de un edificio cuyas dimensiones no son las que se miden en metros cuadrados, sino las del deseo del hombre. La Casa Volante quiere ser una casa a la medida del hombre, y por tanto infinita».

Y hablando del DanteFest, no podía faltar Franco Nembrini. Pero no tanto por sus libros sobre el clásico italiano sino sobre todo por la amistad que en estos años ha acompañado a la comunidad de CL de Jarkov. Le acompañaban su esposa y sus amigos Matteo, Alfredo y Vincenzo, también ellos compañeros de camino de Emaús. «Me conmueve ver todo lo que está pasando», dice Franco en la inauguración: «Lo que deseo para mí y para cada uno de nosotros es que podamos acordarnos siempre de este día. Me viene a la mente una escena de la película Excalibur, donde al principio hay una gran lucha y luego los caballeros que habían vencido son convocador por Merlín, que les dice: "Construiremos una mesa redonda (un castillo, una casa) para que cada vez que nos sentemos alrededor recordemos este momento, porque la maldición de los hombres es su olvido". La maldición de los hombres es olvidar, mientras que la vida de los hombres consiste en recordar. Por eso deseo que esta casa sea para vosotros, para todas las personas que vivan en ella y para todos los amigos que vengan a visitarla, el lugar de la memoria».

Nembrini lo repetirá de nuevo, con otras palabras, en el abarrotado anfiteatro de la Universidad Estatal donde le invitaron a un diálogo sobre el Paraíso de Dante con la poetisa rusa Olga Sedakova. A la pregunta de Filonenko sobre cuál es la actualidad del Paraíso en un tiempo como el nuestro, respondió de manera fulminante: «Ayer, mirando a las chicas de la casa, yo vi un pedazo de paraíso». Y si Sedakova regaló al público la lectura de su novísima traducción del primer canto del Purgatorio, no menos conmovedor fue el inicio y la conclusión del encuentro, con la lectura en italiano del Himno a la Virgen y el regalo sorpresa de un gran violinista, Igor Chernjavskij, que después de ofrecernos una espléndida interpretación de Bach, se despidió del público como solo los ortodoxos saben hacer: «¡Cristo ha resucitado!». Chernjavskij había conocido a Filonenko solo un par de semanas antes del evento, incluso había hecho un par de intentos de librarse de actuar en la velada con Sedakova; en cambio sucedió el imprevisto. Cuando Filonenko le habló de la Casa Volante, el violinista respondió: «Por vosotros estoy dispuesto a todo, ¡llamadme siempre!». De modo que no solo tocó para Sedakova, sino que fue a la inauguración de la casa a tocar para las chicas, y volvió a aparecer, radiante, en la universidad. Cuando se fue, se despidió de nosotros como si fuéramos hermanos.

Sin la ayuda de Avsi, sin Franco y Matteo, sin los amigos del Coro Cet, sin Cristian, sus hijos y sus alumnos, sin Anna, Paolo, Laura, Francesco, Silvio, Miriam y tantos otros, la Casa Volante no existiría. Pero aunque esto lo saben muy bien los responsables de Emaús, ahora también lo están descubriendo las chicas. Por ejemplo, Tania, una de las dos primeras habitantes de la casa, participa activamente desde hace unos meses de la experiencia de CL en la pequeña comunidad local, y junto a los amigos de Jarkov se ha implicado en el trabajo de preparación de una nueva exposición sobre don Giussani, pensada por algunos ciellinos ortodoxos para dar a conocer el movimiento en la Iglesia ortodoxa.

A cada uno de los que se han implicado en esta muestra se les ha pedido que piensen en ejemplos de lo que la vida de don Giussani ha provocado en sus propias vidas. En el último encuentro, Tania dijo inesperadamente: «Mi casa. Porque la Casa Volante nace de esta comunidad». Tania lo tiene claro: su casa no habría existido sin don Giussani.