Las vacaciones en Winona, del 13 al 17 de julio

Estados Unidos. «¿Por qué debería seguir una nube?»

Una amistad nacida hace tres años que sigue creciendo. Desde 14 estados americanos y desde Canadá, llegan a Minnesota para pasar unos días de vacaciones juntos y con Julián Carrón. Igual que el año pasado. Sin embargo, «ya no es lo mismo»
Flora Carelli

Hemos estado juntos muchas veces, pero esta vez parece algo nuevo. Has hablado muchas veces, pero esta vez parece algo nuevo, cantamos el martes antes de la síntesis de las vacaciones, y en la letra de Further On parece resonar la extraña paradoja de estos días.
Han pasado ya tres años desde el principio de esta peculiar fraternidad, nacida a raíz del reconocimiento de las relaciones que inesperadamente surgieron durante el trabajo de algunos jóvenes americanos en la exposición I Am Exceptional: The Millennial Experience (New York Encounter y Meeting de Rímini 2015). Desde entonces, el grupo sigue creciendo –más de sesenta adultos, jóvenes, muy jóvenes y menos jóvenes, de catorce estados americanos y de Canadá– e inventándose nuevas ocasiones para verse y borrar la distancia: encuentros mensuales locales y online, cuatro fines de semanas de convivencia al año, una media jornada durante el New York Encounter y unas vacaciones en verano todos juntos.
Y paradójicamente, cuanto más pasa el tiempo más apremia la pregunta sobre la naturaleza de este lugar, sobre qué es la fraternidad – como si, cuanto más juntos estamos, más conscientes somos de estar delante de algo más grande, misterioso.
Como escribe Marissa, que ha conocido el movimiento recientemente y viene a las vacaciones acompañado a su marido: «Aquí hay una presencia magnética que me atrae», profundamente familiar y desconocida al mismo tiempo.

Las dos primeras mañanas empiezan con dos breves asambleas, relatos de lo que ha sucedido en la vida de quien, este año, se ha dejado atraer por este lugar, dejando que Cristo se convirtiese en el centro afectivo a través de rostros concretos. Nick, director ejecutivo de una empresa de tecnología en Minnesota en muy rápido crecimiento, describe los hechos de estos últimos meses: una situación de fuerte estrés en el trabajo, la mujer con problemas de salud, la llegada del tercer hijo en cuatro años. Y dentro del torbellino de estos hechos, ella sigue remitiéndole a la fraternidad, «un lugar que, incluso cuando siento que me ahogo, puedo seguir y donde puedo llevar todas estas preocupaciones». Y por eso, un fin de semana carga a los hijos en el coche y conduce siete horas para ir a visitar a una amiga. Otro fin de semana, durante una comida con esos amigos, pide ayuda para afrontar las circunstancias del trabajo, y en las semanas siguientes pide a los socios revisar su papel en la empresa a partir de lo que surgió durante esa conversación.



Marta, arquitecta en Nueva York, cuenta su vertiginosa experiencia esperando, «cara a cara con el Misterio», la respuesta a una petición de adopción, y cómo un fin de semana en Washington DC con un matrimonio de Cometa y otras decenas de familias le permite respirar en esos días tan dramáticos. Vlad, de Nueva York, explica cómo cambió su manera de mirarse al dejar entrar en su vida ciertos rostros, hasta la decisión de dejar su trabajo para arriesgarse en la aventura de una empresa propia, descubriendo que el verdadero milagro no son las cosas extraordinarias que le pasan, sino la relación de preferencia que descubre en su vida. A cada testimonio Julián Carrón responde con una serie de preguntas –«¿Cuál es la contribución que la fraternidad te aporta para vivir la realidad? ¿Qué nos permite permanecer en la espera? ¿Cómo este camino nos permite crecer en la familiaridad con Cristo?»– abriendo la oportunidad de vivir tensos y atentos los días siguientes: «No tenemos que responder a cada pregunta ahora mismo. Si tenemos abiertas estas preguntas en estos días podremos interceptar la respuesta cuando la tengamos delante».

Los días siguientes, entre juegos, marchas, cocinar juntos y una peregrinación al santuario local de la Virgen de Guadalupe, están marcados por el deseo de una mayor radicalidad, que esta familiaridad con el Misterio llegue a abrazar y moldear cada ámbito de la vida – desde la forma de estar juntos a la concepción del trabajo y los problemas del mundo, del uso del dinero a la educación de los hijos. El estudio de PJ, de St. Paul (Minnesota), sobre una comparación entre los métodos educativos de Montessori y don Giussani es el punto de partida de una conversación con Julián que replantea la manera de estar con los hijos, sobre todo durante las vacaciones, a partir del descubrimiento de que «el problema del niño es el problema del adulto: solo podemos introducir al otro en la realidad si nosotros estamos disponibles a dejarnos generar. ¿Estamos dispuestos a depender de otro en este sentido? ¡Solo si nos comprometemos con la realidad y tenemos una respuesta para nuestras propias reacciones podremos estar delante de sus reacciones y de sus necesidades!».



La noche siguiente, Tim, de Nueva York, habla de su trabajo en el Observatorio de la Santa Sede en las Naciones Unidas y de las sosegadas negociaciones de los últimos meses para añadir a las directrices sobre inmigración el “derecho a quedarse” planteado pragmáticamente por la Iglesia – mostrando cómo, entre los pliegues de procedimientos y términos técnicos, esta compañía nos abre para que abracemos al mundo entero y miremos todo a partir de la mirada de Cristo.
Y así, cuando una tarde Gary, de Minnesota, padre de cinco hijos, propone a todos, incluyendo a los 35 niños y 11 bebés, una excursión de dos horas y media por el río en piraguas, cada uno en su cabeza ya tiene el listado de cientos razones para no ir. Aun así, uno tras otro, subimos a las pequeñas piraguas de metal y nos dejamos llevar por la corriente, boquiabiertos frente a la naturaleza prístina y agradecidos por la relajante tranquilidad del río. Por la noche, uno tras otro, regresamos sorprendidos por esa tarde tan paradigmática de lo que la fraternidad es para nosotros – un lugar donde, siguiendo a otro, lo que según nuestra medida parece difícil ya no representa un obstáculo. Un lugar que te empuja constantemente más allá de tu zona de confort y permite pedir lo imposible.

En esos cinco días de convivencia, tampoco faltan alguna que otra dificultad, depiste y discusión. Aun así, señala Marta, «lo que se me hace cada vez más evidente con el tiempo es que nuestras contradicciones, dificultades y límites son signos de Uno que actúa entre nosotros». «Nuestras contradicciones nunca llegarán a resolverse de una vez por todas, son parte de nuestra lucha con Dios y por tanto son un misterio», comenta el padre José: «Entonces, existe la posibilidad de un camino para mí. No para resolver los problemas, sino para abrazarlos. De esta forma, la tristeza que podemos experimentar frente a las contradicciones no se debe a que las cosas no hayan salido como yo me imaginaba, sino a que no Te estaba mirando, porque Te echo de menos».



¿Cómo proceder ahora? ¿Cuáles son los pasos a dar y cómo tomar decisiones sobre cuestiones tan prácticas como las que una fraternidad en crecimiento como esta plantea? «¿¡Por qué debería ponerme a seguir una nube?! – habrían podido pensar los israelitas», observa Julián. «La única razón para seguir juntos, aceptando sacrificios, condiciones y la medida de otro, es si percibimos que este lugar corresponde a lo que estamos buscando. No tengo otro criterio que ofreceros». «¡Estupendo! Sin embargo», sigue Greg, «¿acaso seguir la medida de otro no choca con utilizar la medida de mi corazón como criterio de correspondencia?». «¡La medida del corazón es no tener medidas! Y esto el corazón lo descubre en relación con otra persona», otro que, aconteciendo, abre nuestra pequeña medida y nos desvela que estamos hechos para mucho más.

En la asamblea final de las vacaciones del año pasado, Tim tuvo una reacción molesta a las intervenciones: «Pero ¿¡por qué, frente a lo que ha sucedido estos días, seguís diciendo “es Cristo” !? ¿Cómo podéis decirlo con la certeza de que no haya otra explicación?». El lunes, en el vuelo de vuelta, escribe a los amigos: «Ya no puedo volver a casa sin decir Tú. Te he visto, te conozco. He vivido cada instante contigo, y ya no es lo mismo. ¿Puedes volver a hacerlo? Por favor, sigue aconteciendo una y otra vez».