Adriano Rusconi

«Mirar las cosas como las hace Cristo»

Adriano Rusconi fue de los primeros jóvenes de los que nació la experiencia de los Memores Domini y siguió a Giussani toda su vida. Nos cuenta cómo fue aquel comienzo y todo lo que generó en él ( de Huellas, 2/2022)
Maurizio Vitali

En un juzgado rural de la Bassa, situado en Gudo Gambaredo, al sur de Milán, donde todo alrededor es marrón y verde, con kilómetros cuadrados de tierra de cultivo y prados donde pastan las vacas, se encuentra la primera “casa” del Grupo Adulto (que luego serán los Memores Domini). Se abrió en 1968 con cuatro jóvenes recién graduados, deseosos de vivir juntos, en comunidad, su vocación a la virginidad, madurada en la experiencia de Gioventù Studentesca con don Luigi Giussani. Los cuatro habían estado ya en esa zona haciendo caritativa los domingos: Paolo Mangini, Angelo di Chiano, Vincenzo Moretti y Adriano Rusconi. Adriano, de 82 años, conoció a don Giussani en 1956, cuando estudiaba en el Liceo Berchet, y luego también como su médico-amigo.

Adriano, ¿quién es don Giussani para ti?
Quien me dio a conocer a Cristo.

¿No lo conocías ya? ¿No eras cristiano?
Tenía la idea de que la religión era no cometer pecados.

¿Y sin embargo?
Para Giussani, Cristo es una presencia que tiene que ver con todo, y vivir a la luz de esa presencia es la gran novedad de la vida.

¿Cómo empezaste a percibir ese acento de novedad?
En 1956 tuvo lugar una violenta represión armada de la URSS contra Hungría. El director del Berchet, que era judío, pidió a don Giussani que diera una misa por las víctimas. En la homilía le escuché decir: «Si hubiéramos vivido hasta el fondo nuestro cristianismo, estos trágicos acontecimientos no habrían sucedido».

Decir que un juicio así es sorprendente es quedarse corto.
Dicho además por alguien que creía y vivía las cosas que decía. Por eso resultaba tan creíble. Cuando murió su padre, don Giussani dijo en la homilía lo mismo que nos enseñaba siempre en nuestros encuentros o en clase. Entonces sentí un sobresalto. ¡Caramba, un profesor que dice cosas de verdad!

Cuando se habla de virginidad, casi siempre se interpreta esta opción como una renuncia. ¿Qué es para ti la vocación a la virginidad?
Virginidad, tal como nos han enseñado, es mirar las cosas como las hace Cristo. Y la pobreza es tratar las cosas como dadas por Otro. Si Cristo está presente creo que esto es muy, pero que muy razonable. Esta posición vale para todos los bautizados. Don Giussani decía que Dios daba la vocación de la virginidad a algunos para que todos pudieran comprender que se puede vivir así.

La virginidad así entendida, ¿la ha visto alguna vez en personas casadas?
Claro que sí. La he visto en José. Mi amigo Carlo Grillo, que también es médico, y yo lo conocimos en un encuentro de Escuela de comunidad. Padecía un linfogranuloma y al día siguiente ingresaba en el hospital. «Seguiremos tu caso». A los pocos días José nos dijo: «Ni al padre Manuel ni a don Giussani los localizo por teléfono. Si los veis, decidles que aquí, en el hospital, he entendido que las cosas que nos dicen son verdad, van hasta el fondo y no hay que buscar en otra parte». Después, como sentía que se acercaba su fin, nos pidió que le lleváramos a Lourdes. En la gruta de la aparición, José rezó por cinco cosas que enumeró: por Gioventù Studentesca, para que creciera; por don Giussani, para que pudiera guiarla; por sí mismo: “viva o muera, que sea útil para el lugar que he encontrado”; por sus hijos y su mujer; por sus compañeros de habitación en el hospital. Allí comprendí realmente que la virginidad no es una prerrogativa mía, propia de cierta forma de vida, sino la experiencia de cualquiera que viva el reconocimiento de Otro como sentido de todo.

Por otro lado, don Giussani no se “inventó” el Grupo Adulto, como él mismo llegó a decir. En 1964, entre algunos de los que acababais el camino de la“verifica”, nació el deseo de vivir la virginidad siendo laicos y tomando como “regla” el movimiento…
Ese es el inicio de lo que se llamó Grupo Adulto. Cuando Giussani hablaba de la vida como vocación y de la virginidad, miraba lo que estaba naciendo entre nosotros. Nos acompañaba y educaba para vivir la fe como el método de conocimiento de “Alguien presente”. Del mismo modo, la casa de Gudo tampoco nació de su iniciativa sino de un deseo de nosotros cuatro. Él nos dijo: «¡Está bien! Pero guardadme una habitación para que pueda venir a ver lo que vivís». De allí nació el descubrimiento de la habitación individual como celda, lugar del yo frente a Dios, el clima de silencio para favorecer la memoria de Cristo, los otros como signo de su Presencia y compañía al Destino.

Como se lee en su biografía, ya en 1966 don Giussani estaba convencido de que «nuestra vocación es auténtica en la medida en que la vivimos en nuestro obrar… Es necesario que se dé testimonio de Cristo dentro de la realidad mundana, en su dinámica cotidiana, en el trabajo».
Puedo afirmar que el impacto con el trabajo en una posición verdadera es muy fuerte. Cambia radicalmente la mirada de la que nace una manera nueva, no violenta sino más completa y comprensiva, de tratar por ejemplo a los pacientes. Si un médico me preguntaba: «¿por qué ocuparse tanto de esto?, ¿por qué tanta atención por aquello?...», a mí nunca me importaba. No necesito que me autoricen. Dios te ha puesto ahí y ahí estás, trabajas ahí en tensión por reconocer Su presencia.

Es como una inmanencia total en la situación.
Así es. Como médico de la mutua, todos me conocían y me conocen aquí en Gudo. A veces pasaba en coche con don Giussani, la gente me veía y me saludaban. Y él me decía: «No te pongas a hablar conmigo, salúdalos». Te cuento otro ejemplo. Uno de mis amigos ya no quería ir a trabajar porque decía que el trato en la empresa era injusto desde el punto de vista económico y social. Y Giussani le dijo: «Ah, tú quieres irte… ¿y los que están allí, los demás empleados? ¿Quieres estar en la circunstancia en que te ha puesto el Señor o prefieres eludirla?». Una inmanencia laboriosa en la circunstancia que Dios te da es por otro lado el gran testimonio de la historia benedictina. Entre otros, el monasterio de la Cascinazza, que está muy cerca de aquí.

Todas estas tierras de la Bassa tienen algo monacal. A unos quince kilómetros en línea reta hacia el oeste está la abadía de Morimondo, y al este la de Chiaravalle. Aquí los monjes han abonado, cultivado, evangelizado y humanizado.
Entre pueblos y tierras devastadas, los benedictinos plantaron el ora et labora. Testimoniaron qué significa vivir y trabajar ante una Presencia reconocida. Cuando los bárbaros lo destruían todo, los monjes construían con la conciencia de que «aquí nos ha puesto el Señor y de este juicio no hay quien nos mueva». En una época como esta, diferente pero no menos grave, ser memor Domini coincide con vivir ese juicio y esa relación en cualquier situación.

Hacemos aquí un pequeño inciso. Me consta que Rusconi ha vivido y vive una vida plena y laboriosa. Pero lo raro es que no la cuenta (como haríamos muchos) diciendo “he hecho esto, he hecho aquello”, sino “lo que he visto” o “donde he podido reconocer la presencia de Cristo”. Aquí va un ejemplo…
Una enferma terminal, profesora, casada y con tres hijos, me pidió ayuda para que pudiera volver de Colombia una amiga suya, compañera de la Fraternidad de San José, para que enseñara a sus hijos que, aunque ella muriera, no la perderían. Su amiga vino y vivió en su casa varios meses, incluso después de que ella muriera. Tras aquella experiencia, vi en esos chicos una paz y una seguridad increíbles. A mí nunca se me habría ocurrido algo así.

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Cuando don Giussani murió, ¿cómo seguiste adelante?
Con la certeza de que el movimiento continuaría porque, a través de don Giussani, quien lo suscitaba era Otro.

Julián Carrón, citando a Giussani, subrayaba que la responsabilidad del carisma del que nace CL es de cada uno de sus miembros.
Debo decir que la guía de Carrón ha sido en este sentido absolutamente valiosa. Le estoy muy agradecido por cómo ha llevado adelante la Escuela de comunidad en estos tiempos de pandemia. Nunca ha dicho: tenéis que hacer esto o lo otro, sino estar delante de una Presencia, porque Cristo está presente. Cuando atiendo a un enfermo o a un moribundo, Cristo está presente y yo puedo reconocerlo y testimoniar su presencia.

Queda el hecho de que la autoridad es fundamental.
Es fundamental el concepto de autoridad que Giussani nos enseñó: es autoridad quien sabe reconocer y me ayuda a reconocer la verdad allí donde se manifiesta. Giussani se definió a sí mismo en una ocasión como “una tubería” por la que pasa el agua de Otro, y añadió que nosotros podemos quedarnos en la tubería en vez de reconocer esa agua y todo lo que genera continuamente. Una vez llegó a Gudo como responsable de la casa una persona mucho más joven que yo y le pregunté a Giussani: «¿Y ahora cómo tenemos que comportarnos los viejos?». «Ante las circunstancias o cuestiones que surjan, debéis testimoniar la tradición del Grupo Adulto que portáis y luego esperar que nazca un juicio de la comunión, que puede surgir tanto de vosotros como del último en llegar». No hay una postura más liberadora que esta.

Acaba la conversación y Rusconi se prepara para visitar a una gran amiga.
Mariuccia, hija del médico que ocupó el puesto de Pampuri, es de los Memores y en julio cumplirá 104 años. Hace poco se cayó y se rompió un fémur. En el hospital, médicos, enfermeros y familiares de acompañantes se quedaban de piedra al ver su alegría y positividad. Porque ella lo vive todo delante de Su presencia. La última vez le pregunté:
«¿Estás contenta?».
Sí.
«¿Y por qué estás contenta?».
Porque Dios me da la vida.
«Ya verás que cuando vayas con el Señor, él también estará contento contigo porque siempre le has amado».
¡Nooo! Es Él quien me ama a mí.
Ya ves, yo voy a verla para aprender.