Richard Cabral en New York Encounter 2017 (Foto: Brenda Abdelmesih)

Richard Cabral. «Una presencia a la altura de mi trauma»

Trabaja en el mundo del cine y la televisión, estuvo en una banda y acabó en la cárcel. El actor californiano nos cuenta su vida y se mide con las provocaciones de “El despertar de lo humano”
José Medina

Su banda se llamaba “Varrio 213”. De padres mexicanos, pasó su infancia en Montebello, una pequeña localidad de Los Ángeles. Ante él las puertas de la cárcel se abrieron por primera vez a los 13 años por el robo de una cartera. Pero volverá a entrar, por hechos más graves, y pasará allí mucho tiempo, para salir definitivamente hace diez años. Ahora, Richard Cabral, 35 años, trabaja para el cine y la televisión. Ha actuado, entre otras, en El consejero, de Ridley Scott, con Brad Pitt y Javier Bardem. Protagoniza series de éxito como American Crime o Lethal Weapon. La suya es la historia de una redención, sí, pero cuando la cuenta ves que le ha sucedido algo realmente especial. Algo que, paradójicamente, le hace estar agradecido al drama y al sufrimiento por los que ha debido pasar. Sus amigos del New York Encounter, donde participó en 2017, le hicieron llegar El despertar de lo humano, de Julián Carrón.

¿Qué pensaste al enterarte de que debías estar en cuarentena a causa del coronavirus?
No me asusté. Acepté favorablemente el aislamiento a muchos niveles. No os voy a mentir diciendo que esto es lo peor que me podía pasar. Ya he estado recluido antes. Me pasé toda mi juventud confinado, desde que tenía trece años hasta que salí de la cárcel hace doce años. Esta situación no es como mis horas más oscuras en prisión, donde había violencia a diario, donde tiritaba de frío por la noche y de día pasaba tanto calor que sudaban hasta las paredes. He vivido todo eso y sé que la vida es bella. Y lo sé de corazón. Sé que la vida es bella. Gracias a mi experiencia, ahora vivo de verdad. He acogido favorablemente este periodo de aislamiento para replantearme la situación en que está mi vida y volver a descubrir quién soy de verdad. Ha sido una bendición. Puedo decir honestamente que estando aquí, hablando con vosotros, me siento afortunado, aun teniendo en cuenta todo lo que está pasando en nuestra sociedad en este momento.

¿Qué aprendiste en prisión que te haya sido útil ahora?
Uno de los recuerdos más horribles que tengo de aquella época es cuando vi por primera vez un apuñalamiento en el patio de una cárcel: dos hombres se acuchillaron mutuamente en el cuello. Aquel momento fue crucial. Entonces comprendí que mi vida estaba guiada por el miedo. El miedo a no ser querido, a ser herido. El miedo a repetir los mismos errores que había cometido mi padre. Cuando crecí, yo no tuve a mi lado a un padre y mi hijo tenía cinco años cuando salí de prisión. Estaba convencido de que viviría el mismo trauma generacional que mi padre. No quería, pero todo apuntaba en esa dirección. En el aislamiento de mi celda, en ese lugar frío y oscuro, comprendí que lo que yo creía que era no lo era en realidad. Comprendí quién soy, que soy un don de Dios, lo creo realmente. En el momento en que llegué a tocar fondo empecé a borrar la ilusión en la que vivía. Dejé de mentirme a mí mismo. No mentirse a uno mismo significa amarse de verdad. Y cuando uno se ama de verdad, creo que Dios le muestra sus bendiciones. Creo que cuando estás dispuesto a dejar a un lado tus ideas, aparecen en tu vida cosas hermosas que de otro modo nunca habría aparecido. Esta experiencia es lo que me ha catapultado hasta donde estoy ahora.

¿No es demasiado? ¿No habría que tratar de evitar los sucesos traumáticos y seguir adelante?
No, puede ser algo bueno si se comprende qué es lo que está en juego, pero esto es algo que casi nadie hace. Estoy de acuerdo con Carrón en que «no tenemos otro lugar en el que jugarnos la vida como significado […] fuera de las circunstancias en las que nos encontramos». Si comprendes lo que está en juego, lo que está pasando, y lo abrazas, cambia tu existencia cotidiana. Si comprendes de dónde viene el trauma, si comprendes de dónde viene el miedo, entonces puedes entender qué necesitas para llegar hasta el fondo de tu yo más auténtico. No quiero una vida mediocre. La vida es un don y quiero atravesar la vida viendo la mayor bendición que podría recibir.

Pero los hechos traumáticos son dolorosos, están llenos de sufrimiento…
Sí, los hechos traumáticos van acompañados de mucho dolor, pero esto ha sido así siempre. El sufrimiento es originario. Si no fuera por el sufrimiento de la mujer, nunca habría nacido ningún niño, ¿no? El sufrimiento es natural, pero tendemos a olvidarlo porque vivimos en nuestra zona de confort. No estoy defendiendo el sufrimiento. No estoy diciendo que es bueno que la gente sufra. Pero creo que a través del sufrimiento, y hablo por propia experiencia, la vida se muestra por lo que es verdaderamente. Puedo contaros mi sufrimiento en prisión, un sufrimiento físico en el que pude ver la vida por lo que verdaderamente es. Creo que si llegas a ver algo positivo dentro del sufrimiento, entonces eres capaz de dar un salto cualitativo.

¿Cómo llegaste a eso? ¿Con qué estrategia?
La gente suele pedirme sugerencias sobre cómo actuar con los miembros de las bandas. Me preguntan cómo afrontar el trabajo que hacen con ellos. Yo les digo que si quieren trabajar con la gente de “Varrio” y las clases sociales más vulnerables, hay que estar dispuesto a acompañarles de la mano y no dejarles. Estoy de acuerdo con Carrón en que todo se reduce a la “presencia”. La gente se acerca a estas comunidades pensando que lo que necesitan los miembros de las bandas son instrucciones sobre cómo conseguir un trabajo u otras ayudas contingentes. Todo eso está bien, pero sencillamente no responde al trauma que han vivido. Si no tienes experiencia personal de ese trauma, no puedes entender lo que necesitan. Si quieres ayudar a la gente, debes identificarte con ellos. Yo intento comunicar mi recorrido contando mi historia para dar idea de dónde nace ese tipo de realidad.



¿Quién fue esa presencia para ti?
Yo no sabía qué era el amor, no me lo había enseñado. Y muchos de los miles de miembros de las bandas con las que he hablado tampoco lo habían experimentado. Solo cuando conocí al padre Greg Boyle comprendí de verdad qué era la “presencia”. No me dijo «te quiero» sin más. Me quiso, sin esperar nada a cambio. La gente habla mucho de amor. Sueltan esa palabra, “amor”, esa palabra divina, pero no la entienden. Creo que en la sociedad, sobre todo en América, se habla mucho pero no se hace experiencia de las palabras que se dicen. Dos años después de salir de prisión, me arrestaron por asociación delictiva, porque mi mejor amigo, antiguo miembro de una banda, me estaba ayudando con la mudanza. Cuando salí de la cárcel me preocupaba haber perdido el trabajo y el respeto del padre Greg. Él me dio una oportunidad cuando todos me evitaban, cuando a nadie le importaba si estaba vivo o muerto. Después de dos meses en prisión, fui a su despacho para decirlo lo que me había pasado y que lo sentía. Se levantó me tomó entre sus brazos y me dijo: «Te quiero, hijo. Creo en ti. Un libro no debería ser juzgado por su primer capítulo. Algunas personas no pueden entenderlo. No te preocupes por eso. Preocúpate por ti y por tu familia. Escribe el siguiente capítulo de tu vida y luego cuenta tu historia». La mayor parte de la gente no ama como el padre Greg, no sabe lo que significa ser una presencia para alguien sin pedir nada a cambio. Gracias a lo que recibí en Homeboy Industries (programa para jóvenes con problemas en la periferia de Los Ángeles, ndr) y al padre Greg, hoy soy lo que soy. No porque sepa decir las palabras sino porque mi espíritu es íntegro. Estoy conectado con mi alma. Cuando le conocí, por primera vez entendí realmente qué significa poseer la fuerza del amor en sentido físico. Y eso es lo que intento dar a mis hijos. Lucho con muchas cosas, pero mi corazón es estable, mi corazón quiere estar ahí para la gente y decir lo que pienso. Vivo en la riqueza gracias a esta presencia. Como dice Carrón, la gente quiere estar alrededor de una presencia capaz de «plasmar la mirada sobre el desafío que, junto a todos, tengo que afrontar», ya seas cura, miembro de una banda o estrella de cine. La gente quiere tener alrededor a buenas personas. Y digo miembro de una banda porque no me disgusta haberlo sido.

¿Qué quieres decir?
Creo que todo lo que he hecho en mi vida me ha llevado hasta donde estoy ahora. Si no hubiera sido miembro de una banda, no estaría donde estoy. Si no hubiera estado en prisión, no estaría donde estoy. No me avergüenzo de mi pasado, ni de haber sido miembro de una banda. Aún lo llevo conmigo, no me he reinventado. Si nací en ese tipo de cultura, es algo que Dios me ha dado y debo reconocer. Hay cosas hermosas en la cultura mexicana de las bandas. Sin duda se ha distorsionado al mostrar su aspecto más negativo. Sin embargo, aprendes el honor, el jugarte la vida por un amigo. No estoy justificando lo que he hecho ni las decisiones que he tomado, no creo que sea justo hacer daño a personas inocentes. Pero dar la vida por otro, y que otro la dé por ti, tiene un valor incalculable. En el aislamiento de mi celda empecé a entender qué significaba realmente ser miembro de una banda. Comprendí la verdad más profunda, que había sido manipulado para hacer daño a otras personas –que eran pobres, igual que yo, que iban al mismo colegio que yo– solo porque habían decidido pertenecer a otra banda. Ahora tomo otras decisiones y también honro la vida.

¿Qué te ha llamado la atención del libro de Carrón?
Recibí el libro como una bendición. Carrón traza un itinerario para mostrarnos lo que está pasando en este momento en nuestra sociedad. Creo que estamos viviendo un momento crucial y la mayoría de la gente carece de herramientas para entender lo que está pasando. Es un gran momento. Quiero entender lo que me está pasando ahora. Quiero entender cómo hemos llegado hasta aquí, cómo hemos llegado emocionalmente. ¿Cómo ha pasado? ¿Por qué ha pasado? Ni siquiera es el coronavirus, no solo se trata del virus. Se trata de algo que está en las personas y que las hace actuar así. Solo si entiendes lo que está pasando en ti ahora puedes seguir adelante, yendo hasta el fondo de lo que Dios quiere verdaderamente para tu vida. Creo que el libro de Carrón es un gran paso adelante para tratar de entender cómo hemos llegado hasta aquí.

¿Qué reacciones ves a tu alrededor?
Me ha llamado la atención que un cura que está a miles de kilómetros de distancia vea lo mismo que veo yo cuando hablo con la gente aquí, en Los Ángeles. Estamos viviendo la misma experiencia en el mundo entero. Veo gente que reacciona con miedo, hay gente que se siente perdida. No saben cómo hemos llegado a esto. Para comprender de verdad, antes tienes que captar lo que sucede en ti.

¿Qué te salva del miedo?
Dios. Realmente Dios. Entonces no lo entendía, aún no lo entiendo del todo pero creo que he vivido todo lo que he vivido por Él. No conozco Su rostro. Tal vez ni siquiera sé su nombre correcto. Pero sinceramente siento que Él guía mi vida espiritualmente. ¿Cómo pudo nacer mi hijo? Lo he visto físicamente. ¿Pero cómo puede nacer de la nada algo bueno? Sinceramente siento de corazón que es Dios, su energía, en este momento preciso. De modo que debo devolverle mi vida.

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¿Qué crees que pasará después del coronavirus? ¿Saldremos mejores del aislamiento?
Situaciones como esta que estamos viviendo lo amplifican todo. Sea lo que sea lo que llevas dentro, la belleza o la tristeza, el dolor o la felicidad, se amplifican. Los momentos de aislamiento amplifican lo que hay en ti. No puedes huir. Tus problemas están aquí para quedarse. Tus problemas nunca están fuera de ti sino dentro de ti. Personalmente, estaremos mejor si abrazamos este desafío. ¡Solo si lo abrazamos! Debemos afrontar la situación en que nos encontramos. La mayor parte de la gente huye de sí misma durante toda su vida porque es muy difícil mirarse realmente dentro de uno mismo.