Una calle de La Habana

Cuba. Cambio de frecuencia

La comunidad cubana se reúne para seguir la presentación de El sentido religioso y lo que sucede ensancha su corazón de tal forma que se resisten a despedirse (Huellas, julio 2023)
Alejandro Mayo

En nuestros planes estaba encontrarnos para ver juntos la presentación del libro de Escuela de comunidad. Ya sabemos por experiencia que nuestros encuentros siempre exceden los planes y los objetivos planteados, pero aquel sábado la extensión de los dones del Señor fue especialmente generosa.

Ya desde los días de preparación del gesto empezábamos a disfrutar de la generosidad del Señor –en medio de circunstancias adversas que parecen conspirar contra cualquier plan– a través de la disposición de varios amigos, dentro y fuera de Cuba, que nos ayudaron con los asuntos del transporte entre las ciudades de Matanzas y La Habana y con el hospedaje. También, los siempre muy dispuestos frailes franciscanos de La Habana, Luigi y Silvano, quienes nos prestaron el salón de la iglesia de San Francisco, entre otras ayudas. Hay que mencionar también el “pequeño” milagro de la puntualidad aquel día (esta virtud no es que sea muy presente en estas tierras).

Luego de una breve introducción, un canto y la oración, arranca el vídeo, ¡todos muy atentos! Las palabras de Prades, Yolanda y Carras encuentran en todos nosotros una sintonía especial. Se ve en los rostros, las posturas, una que toma notas, la hora y cuarto que pasa sin pesar… Sobre todo se ve al final, en el momento de diálogo; otra vez los rostros atentos, no hay cansancio, la gente sonríe... El padre Ariel, que también nos acompañó, lanza preguntas provocadoras y hace comentarios sobre la pertinencia de lo que hemos escuchado a la situación que vivimos en Cuba hoy, y nos lanza el gran desafío que tenemos de educarnos, y educar a los demás, en el sentido religioso. Educar, despertar corazones en la Cuba de hoy como método para un mañana mejor. Después del diálogo, compartimos la mítica ensalada fría de Vladimir (y compañía), que tiene como ingredientes principales un gran afecto y una generosidad que no tienen precio.

Presentación de ''El sentido religioso'' en La Habana

Momento de la despedida, las fotos de grupo, el Ángelus frente a la imagen de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre. En el atrio del templo nos abrazamos para despedirnos y regresar a nuestros lugares. Bueno, eso decíamos, pero no nos separábamos, nadie se iba; así que la tropa marchó junta por las calles de La Habana Vieja, en dirección a casa de Laura, que está en la zona, aunque para algunos se hacía más largo su recorrido, solo por estar juntos un rato más.

Se extiende el diálogo en casa de Laura, hablamos de la vida, de los desafíos que tenemos en Cuba, de muchas cosas. Hay casi un momento de Escuela de comunidad… En un momento de pausa, miro el celular y veo varias llamadas perdidas de Erika, una italiana de CL, de Verona, que estaba con su esposo Tomás, cubano, y otros amigos, de visita en Cuba. Erika ya me había contactado semanas antes y me había expresado su deseo de conocer a gente de CL en Cuba. Finalmente me llamó otra vez y resultó que estaban en un bar cercano y entonces se movieron hacia la casa.

Llegaron en un carruaje con caballo, al estilo de la Cuba colonial. Eran seis personas, Erika con su esposo y sus amigos, un matrimonio con sus dos hijas. Al momento, los abrazos, las presentaciones, las sonrisas, el asombro, la alegría; miradas y palabras de quienes se encuentran por primera vez, pero sienten que se conocen de toda la vida. Enseguida, el café; tenían prisa, debido a sus planes y la hora que era ya. De todas maneras, supimos que Tomás no venía a Cuba desde hacía mucho tiempo, y que antes era ateo, pero había conocido a Cristo a través de su esposa. Erika propone rezar el Ángelus antes de partir, y lo rezamos, allí, en la pequeñísima sala de una vieja casa habanera, a dos coros simultáneos de los dos idiomas. También el conductor del carruaje acompañó la oración; muy probablemente rezó el Ángelus por primera vez en su vida. ¡Todo un espectáculo! Erika me comentaba después que parecíamos cristianos en las catacumbas. Antes de partir, quedamos en vernos en la misa de la tarde, si la lluvia lo permitía. La lluvia llegó horas más tarde, justo a la hora de salir para la misa. No pudimos ir.

Ya estábamos pesarosamente aceptando la idea de que no volveríamos a ver a Erika, Tomás y sus amigos. No paró de llover hasta llegada la noche. Habiendo marchado también ya el resto de los amigos, estábamos en casa Laura, Deiviz, mi esposa y yo. Se nos ocurrió salir a caminar un poco, con la esperanza de encontrar alguna cerveza no tan costosa. Después de varias cuadras y varias plazas, no apareció la dichosa cerveza. En cambio, ya a punto de regresar a casa, sí aparecieron unas siluetas en la penumbra de una calle, que mi esposa identificó al punto como Erika y Tomás, acompañados de otras personas, que luego supimos que eran tres amigos de la infancia de Tomás. ¡Eran ellos después de todo! Nuevamente, abrazos y alegría de reencontrarnos. También ellos estaban en búsqueda de un lugar tranquilo para compartir unos tragos. Seguimos juntos y terminamos por elegir el lobby del Hotel Inglaterra.

Nunca habríamos podido prever lo que viviríamos en el lobby de aquel hotel. De hecho, más bien entramos con los típicos prejuicios de la extrañeza, de no encajar en el ambiente; sabiendo que se trataba para ellos de un reencuentro de amigos de la infancia, que dos de sus tres amigos no eran cristianos y que el tercero era cristiano protestante. Como suele suceder, si nos lanzamos, el Señor desbarata los prejuicios y nos da más de lo esperado.

Y así fue. A la vez que se contaban recuerdos de la infancia, entre bromas y risas, Tomás iba entretejiendo su testimonio de Cristo por cada rincón de la conversación. Transparentaba a Cristo a sus amigos de la manera más natural, con términos lingüísticos propios del argot popular de la gente cubana sencilla, sin pretensiones, sin complejos, sin estrategias, con dichos cómicos también, como: «¡Cambia la frecuencia, hermano, el cristianismo es otro canal, es otra cosa!». Erika observaba y nos decía en voz baja: «Siempre que encuentra a sus amigos y les habla de Cristo, es como un niño». Sus amigos habían despedido hacía más de 10 años a un Tomás ateo y reencontraban ahora al mismo Tomás, pero distinto, con algo más, un plus. Algo más que ponía un brillo en los ojos, tanto en Tomás como en sus amigos. Y en nosotros también. Aquella escena evidenciaba, por un lado, qué significa que para alguien la fe sea “suya”, que tenga que ver con la vida. Y, por otro lado, qué quiere decir que con Cristo se es uno mismo, pero a la vez se es otro. «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí».

LEE TAMBIÉN – Madrid. «Mi aventura con el Newman»

A un mensaje de agradecimiento que le envié a Tomás, este me respondió: «Alejandro, para mí fue también una noche bella, para mí y para mis hermanos; porque esos no son mis amigos, son mis hermanos, como todos ustedes también. Esa compañía de diálogo y de debate no tiene ninguna otra explicación que decir que Dios es la verdadera vida en todo lo que nos rodea, y cómo se pueden debatir pensamientos sin odiar al que piensa distinto. Al final, debo agradecer a Dios por haber conocido a todos ustedes, porque no es fácil encontrar en Cuba gente llena de cristianismo como ustedes, y eso me hace muy feliz. Imagínate el desafío estos días viendo personas que no comparten mi fe y algunos siguen caminos distintos. No es fácil, pero respeto el camino de cada cual. Pero no dejo de decir que la única vía de salvación es Jesús. Cuídense mucho. Abrazos».
En nuestros planes estaba encontrarnos para ver juntos la presentación del libro de Escuela de comunidad… ¡El Señor tenía mucho más!