Yan, República Dominicana

República Dominicana. «Estás lleno de esperanza»

Yan pertenece a la pequeña comunidad de CL. «La cuarentena, en vez de atenuar nuestros vínculos, nos está haciendo tomar más en serio la Escuela de comunidad». Una vida que se hace notar
Paolo Perego

En el corazón del Caribe, en la parte este de la isla de la Española, está la República Dominicana. Allí vive Yan. Cubano, 43 años, empleado de una compañía de seguros, llegó hace quince años y aquí fundó su familia. «Tengo tres hijos, uno en el cielo». Pertenece a la pequeña comunidad de CL de Santo Domingo y alrededores, poco menos de veinte personas de edades variadas que cada jueves por la noche se reúnen para la Escuela de comunidad. «Ahora nos vemos online porque la pandemia también ha llegado a la isla». Cuenta que, de una población de diez millones de habitantes, el Covid ha afectado a 250.000 personas, con más de tres mil víctimas. «Gracias a Dios, no ha sido como en notros países, pero ha doblegado al turismo, golpeando duramente a nuestra economía». Se ha salvado el sector agrícola, de cuya producción vive el 80% de la población local.

«Cuando, en marzo de 2020, la empresa nos dijo que teníamos que trabajar desde casa, pensábamos que sería durante un periodo breve». Dos o tres semanas… «pero poco a poco, con el tiempo, el cierre se volvió lo normal». Habla de un nuevo desafío al que muchos han tenido que enfrentarse de manera similar, conciliar la gestión familiar y aprender a vivir juntos durante un tiempo que antes nunca se había compartido en familia. «Por ejemplo, el del trabajo». Había que aprender una manera nueva de vivir las relaciones «partiendo de la mirada de la fe. Si antes hacían falta jornadas enteras para aclarar una discusión, ahora enseguida nos pedimos perdón mutuamente».

Una dinámica que Yan también ha percibido en la comunidad. «Me ha sorprendido que la cuarentena, en vez de atenuar nuestros vínculos, nos está haciendo tomar más en serio la Escuela de comunidad. Es un lugar donde caminar juntos. También ha sido así ante la provocación de muchos amigos que han caído enfermos o se han quedado sin empleo». Nada quedaba fuera, ni siquiera una petición de ayuda que llegó desde Colombia. «Un chaval que conocimos por casualidad unos meses antes, durante una carrera de dos horas en su Uber. ¿Por qué me escribe a mí?». El caso es que todos se implicaron para echarle una mano «y ha nacido una relación con él y entre nosotros increíble». Era imposible quedarse parado, a pesar de que cada uno tiene sus propios problemas.

Rogelia, por ejemplo, es profesora y perdió su trabajo al empezar la pandemia, tiene cuatro hijos y un marido al que echar una mano para apoyar también en las necesidades de su familia. «Cada día era una verdadera provocación, a veces no sabíamos qué podía pasar. Eso me hizo abandonarme a la misericordia de Cristo, aparte de intentar hacer todo lo que humanamente podía». Tenía miedo, muchos temores, «pero también más tiempo libre para rezar el Rosario y seguir la misa por televisión. Esperaba con alegría el día de nuestra Escuela de comunidad para ver la cara de mis amigos, aquellos que en aquel momento me acercaban a Cristo». Ahora ha encontrado un empleo y su hija mayor la ayuda por las tardes, al acabar las clases. «En este tiempo, la realidad ha sido una provocación continua. Pero ahora me doy cuenta de cuánto me ha hecho crecer».

LEE TAMBIÉN – Caritativa. «Una sonrisa en los ojos que no es mía»

«Nunca he estado sola», dice Margarita, otra amiga de la comunidad, a pesar de que hace mucho que nadie vive con ella, desde que sus hijas se marcharon a vivir fuera del país. «Llevo ya muchos años en la compañía de mis amigos de CL. He vivido con normalidad la vida que se me ha concedido después de un ictus, haciendo mi trabajo cotidiano, participando en la Escuela de comunidad, encontrándome con Jesús en la misa y en otras ocasiones. Esto me ha salvado y me sigue salvando la vida. Sobre todo en este tiempo, con la posibilidad de participar online».

«Estos días, en la Escuela de comunidad estamos trabajando la cuestión del carisma», sigue diciendo Yan. «He aprendido que el carisma es el método amoroso con el que Dios nos llama. Para mí, ha sucedido a través del movimiento. Miro mi pasado, cuando era ateo, nacido en un país donde el sentido de la vida era completamente distinto del que conozco hoy. Se me ha concedido la enorme alegría de ser amado y reconocerlo, de ser perdonado y reconocerlo». Y la de ver cómo Jesús, ahora, se vale incluso de él para darse a conocer a otros. A mediados de enero, Yan tuvo problemas de salud bastante serios, por los que tuvo que someterse a varias pruebas para descartar lo peor. «El día que fui a recoger el informe tenía los resultados en la mano y esperé confiado a que el médico me lo explicase, no tenía ansiedad por abrir el sobre. Claro que sentía miedo, pero confiaba en Aquel que hace mi vida. El doctor me comunicó después el resultado: “Todo está bien”. Pero luego añadió: “¿Eres cristiano? Porque he informado de muchos resultados a otros pacientes y sé que ante un momento así siempre hay dos maneras de estar: la esperanza y la desolación. Y tú estás lleno de esperanza”».