Foto Unsplash/Mihály Köles

Caritativa. «Una sonrisa en los ojos que no es mía»

La ayuda a los sintecho con las hermanas de la Madre Teresa cambia de forma por el Covid y las restricciones. Pietro, universitario, también se ve obligado a cambiar, pero descubre algo nuevo

Hago caritativa los miércoles por la mañana en una parroquia al lado de las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta, repartiendo entre los sintecho ropa y desayuno. Al principio, los que teníamos vehículo preparábamos las bolsas e íbamos al centro para repartirlas entre los vagabundos que encontrábamos. Otros se quedaban con las monjas atendiendo a los que llegaban esa mañana.

El hecho de ir al centro me iba muy bien, sobre todo porque así la caritativa duraba poco (unos cuarenta minutos) y luego podía ir a la facultad para seguir con mi vida diaria. Luego, con las restricciones y debido a que las monjas se contagiaron de Covid, nos pidieron permanecer todos en la parroquia, porque había muchas necesidades.

Aunque me descuadró, porque se reza mucho y los turnos duran más de una hora, decidí quedarme, manteniendo mi fidelidad. Y durante el último mes he visto dos cambios importantes. El primero es la alegría. Sigue siendo duro y mi cabeza muchas veces está en otra parte, pero me sorprendo contento, e incluso invito a amigos a los que les cuesta tomar en serio la caritativa. Como dice El sentido de la caritativa, «cuanto más vivimos esta exigencia y este deber, más nos realizamos a nosotros mismos. Al entregarnos a los demás, experimentamos que nos vamos completando».

El segundo aspecto es que cada vez me sorprende más la tensión que me empuja a comunicar a los sintecho mi alegría. Normalmente, lleno las botellitas de té y café, y como tenemos que llevar puesta la mascarilla y no se nos ve la boca, intento acentuar mi sonrisa con los ojos. No me cuesta estar con ellos, bromeo e intento desdramatizar su furia, he empezado a dejar de tutearles y a tratarles de usted para que se sientan respetados. Algunos se vuelven locos pidiendo cosas y se ponen a criticarnos por la cantidad de bebida que echamos en las botellas, pero no me enfado y busco la manera de alegrarles. Hay muchos momentos en los que pienso que esta actitud no es mía.

Dice el texto: «Nosotros vamos a “la caritativa” para aprender a vivir como Cristo». Un felicidad no depende del retorno que puedo tener. «Descubrimos, precisamente porque les queremos, que no somos nosotros quienes les hacemos felices; y que ni siquiera la sociedad más perfecta, el organismo más sólido legalmente, el planteamiento más inteligente, la riqueza más ingente, la salud más férrea, la belleza más pura y la civilización más “educada” podrán jamás hacerles felices».

LEE TAMBIÉN – «Mamá, yo soy feliz»

Me pasa igual dando clase a dos chavales de tercero. Últimamente, cuando les miro, me pregunto: «¿Cómo puedo comunicarles la salvación que me ha conquistado?». La caritativa contribuye a esta mirada nueva que yo también sorprendo en mí.
Pietro, Bolonia