Vacaciones de bachilleres de la Luigi Giussani High School

Uganda. Abiertos de par en par a la belleza

El relato de las vacaciones de los bachilleres de la Luigi Giussani High School de Kampala al lago Bunyonyi, al sur del país. Imprevistos, juegos y un paisaje impresionante… como “la boda de un príncipe”

Domingo 5 de mayo, 8:00 horas, Kampala. Aparcamiento de la escuela de primaria en el barrio de los Acholi, donde vive gran parte de nuestros alumnos. Hasta la noche anterior nos hemos dejado de recibir llamadas de nuestros chavales que han estado recaudando dinero (unos 12 euros por cabeza) para inscribirse en las vacaciones de bachilleres. El resto lo ponen amigos de Italia y las mujeres de Rose, que han trabajado para apoyar a los hijos «de nuestra tribu de la Luigi Giussani High School». Como siempre, dan todo lo que tienen al servicio de aquello que aman y que salva su vida.

Nos organizamos con Stefano para llegar hasta una localidad de los alrededores de la ciudad de Kabale. Nos preparamos para partir. Rose lleva despierta desde las 6. «Llevamos cinco años sin vacaciones de bachilleres, no sabéis cómo lo esperan». El viernes había 51 apuntados, el sábado 67. Alquilamos dos autobuses con 35 plazas cada uno. Pensábamos que íbamos sobrados pero basta echar un vistazo para ver que somos demasiados. Contamos y… ¡somos 78! Los últimos nos miran asustados pensando que pueden quedarse en casa, pero gracias al coche de Andrea, apretados como sardinas, logramos ir todos.

Father George, secretario del nuncio, bromea: «¡Menos mal que estaba todo preparado!». «Un imprevisto es la única esperanza», replico un poco agobiado pero llevando en el corazón esas palabras del poema de Montale en Antes del viaje. Un viaje maravilloso de nueve horas que nos lleva desde el caótico corazón de Kampala hasta las verdes colinas del suroeste de Uganda, entre cantos y un silencio lleno de estupor ante la belleza del paisaje y amplificado por el entusiasmo de Rose, que en cada curva señala algo bello a lo que mirar.

«Gracias», no dejan de repetir los chavales. Una palabra que suele llegar al acabar unas vacaciones, pero en ellos vibra esa gratitud desarmada desde el primer momento, pues no pueden dar por descontado eso de irse juntos de vacaciones. Es todo un acontecimiento. Mirándoles, recuerdo las palabras de monseñor Giovanni Paccosi en la introducción de los Ejercicios de la Fraternidad para describir al pobre de espíritu, que «se pega a la “gran gracia” y la mendiga cada día, sigue como si fuera una oración, es más, reza siguiendo, porque lo necesita para vivir y experimenta de este modo la esperanza que florece en circunstancias aparentemente imposibles». Hace unos meses, antes de llegar aquí, nunca habría podido imaginar lo que viven estos jóvenes.

Los adultos que guiaban las vacaciones de bachilleres en Kabale

El lema de estos tres días era la pregunta de Pavese que cita Giussani en el capítulo cuarto de El sentido religioso: «¿Alguien nos ha prometido nunca nada? Y, entonces, ¿por qué lo esperamos?». La mañana siguiente ni siquiera da tiempo a presentarlo porque con las diez primeras palabras de la introducción que se había preparado, ya se desencadenan las preguntas e intervenciones, como sucede siempre en los encuentros con ellos. Rose echa leña al fuego desafiándoles para que vayan hasta el fondo de su deseo, hasta reconocer el infinito que son, reconocer que son amados, queridos por alguien que les llama por su nombre.

Con el corazón despierto llegamos hasta el Lago Bunyonyi, donde nos esperan dos barcas para navegar hasta la pequeña isla donde pasaremos el resto de la jornada. Para muchos es su primer viaje en barca. Con una mezcla de miedo y excitación, realizamos la breve travesía y nos encontramos ante un panorama espectacular: un campo precioso que se convertirá después en campo “de batalla”, y una terraza sobre el lago donde celebraremos la misa. Encargamos en el restaurante de enfrente «el menú de la boda de un príncipe», como lo llamó una chica. Nunca había visto comer con tanto gusto y velocidad, en parte porque estos chicos no suelen ver en la misma comida pollo y carne de vaca ni en Navidad. Luego tarde de juegos y a las cinco quedamos en la terraza para un momento de asamblea. Moshe describe su asombro por estos dos días juntos y el hecho de que su madre le pidiera que dejara el móvil en casa para disfrutar a tope. «Normalmente no la obedezco y los domingos me meto en una cafetería con internet en vez de ir a misa, pero estos días me he sentido libre y amado, siguiendo lo que mi madre me ha propuesto y abriendo los ojos de par en par ante la belleza que tenía delante».

Viaje en barca al Lago Bunyonyi

Father George habló en cambio del silencio necesario para afrontar la realidad y captar toda su profundidad. «Atravesando Kampala, mientras aminoraba la velocidad para superar uno de los muchos baches que hay en la carretera, me di cuenta de que había una casa preciosa en la que nunca me había fijado, y pensé que incluso dentro del caos, si uno presta atención, se puede percibir la belleza que el Señor nos da».

Luego intervino Winnie, de 19 años, que en otra ocasión comparó su experiencia en la Escuela de comunidad con la relación con su novio: «alguien a quien siempre echas de menos. La Escuela de comunidad me educa en este silencio que necesito para no quedarme en la queja y en las dificultades, que me permite darme cuenta de lo que soy de verdad, de que mi corazón desea el abrazo de Jesús que me dice: “Tú eres mía”». Entonces Rose saltó de la silla y dijo: «Nosotros somos ese deseo infinito que no se conforma con una cafetería con internet sino que quiere la felicidad, un cumplimiento total. Al mismo tiempo, nada ni nadie puede separarnos de Dios porque Él está en nosotros y nosotros le pertenecemos a Él dentro de una compañía, esta compañía».

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Se hizo un poco tarde, a las 19.15h el sol se pone en Uganda en un santiamén, lo que hizo aún más divertido el viaje de vuelta en barca, pues el miedo dio paso a la emoción, con la que llegamos al centro juvenil de las misioneras de Kabale donde pasaríamos la noche. Una vez allí, impactados aún por ese “Tú eres mía”, Rose y Micheal, el director de la escuela, nos propusieron cantar juntos Vuestra soy y ver el capítulo de la serie The Chosen donde Jesús se encuentra con la Magdalena y la libra de sus demonios, que termina con la sonrisa de ella y estas palabras: «Me ha dicho que soy Suya».

El viaje en autobús

Volvimos a Kampala la noche siguiente, después de más de diez horas de viaje, con el corazón desbordante de gratitud y con una conciencia renovada: «Me ha dicho que soy Suya», palabras que, tal como conquistaron el corazón de la Magdalena, resuenan e invaden el corazón de cada uno de nosotros.
Alberto y Fredy, Kampala, Uganda