Basílica del Santo Sepulcro (Foto: Raimond Klavis/Unplash)

Tierra Santa. Cuidando el cuerpo de Cristo

Siete jubilados se van a Jerusalén para ponerse al servicio de las obras de la Custodia. Tareas humildes en los lugares santos. Y muchos encuentros con los que viven el cristianismo en aquella tierra llena de contradicciones

«Id allí y cuidad del cuerpo de Cristo»: con estas palabras de don Ambrogio Pisoni partimos el pasado mes de mayo a Jerusalén un grupo de siete jubilados que pertenecemos, unos desde hace mucho tiempo y otros desde hace unos meses, a la asociación Romano Gelmini por los pueblos de Tierra Santa. Algunos de nosotros no nos conocíamos, pero gracias a la misa diaria ante el Santo Sepulcro, donde reconocemos el origen de nuestra unidad, hemos podido experimentar que la caridad nace de la comunión.

La asociación, que está presente en Tierra Santa desde hace casi veinte años, responde a las necesidades de la Custodia, poniendo a sus miembros a disposición de los frailes y de otras obras de caridad. Podemos estar limpiando, con una mezcla de veneración y temblor, objetos procedentes de la casa de san Pedro en Cafarnaúm, en el museo de la flagelación, o lavando los suelos y ventanas del convento, donde viven algunos frailes dentro de la basílica del Santo Sepulcro guiados por el padre Stephane, o arrancando hierbajos o rastrojos en el monasterio de las monjas clarisas de Jerusalén.

Para nosotros, “cuidar del cuerpo de Cristo” también ha significado encontrarse con las personas que viven en la tierra de Jesús, con las que estos años ha nacido una profunda amistad, y escuchar las historias de la Iglesia que sufre, que lucha a diario por afirmar su libertad mientras muchos cristianos, desanimados, emigran a otros países en busca de mejores oportunidades. Nuestro humilde comedor en el albergue para peregrinos de las hermanas de la Casa de María Niña en la Custodia se ha convertido en una sede donde invitar a cenar a testigos. En la sencillez de un comedor cuyo único elemento decorativo era un ramo de flores en el centro de la mesa, hemos escuchado al arqueólogo y padre Eugenio Alliata y su colaboradora Daniela Massara contándonos los últimos avances de sus hallazgos; el padre Giuseppe Gaffurini, ecónomo del convento y cantor oficial incomparable de la misa en latín, contándonos sus relaciones de amistad con otras confesiones religiosas dentro del Santo Sepulcro y las dificultades de los cristianos; el padre Alberto Pari, secretario de la Custodia, describiendo entusiasmado la compleja preparación de los frailes seminaristas; y un encuentro inesperado y precioso con Su Beatitud monseñor Pierbattista Pizzaballa, que con solicitud paternal se interesó por nosotros y nos mostró con preocupación la situación de la Iglesia en Tierra Santa.

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Para encontrarnos con Wafa, una joven de Belén, tuvimos que ir nosotros a su casa porque para ella y su familia los desplazamientos son muy complicados. Qué conmoción ver la libertad con la que viven una situación tan difícil y cómo han decidido quedarse para dar testimonio de Jesús en los lugares donde él nació y vivió. Mientras tocábamos las profundas aguas del Jordán o descansábamos a orillas del lago de Tiberíades, fluían por nuestra mente las imágenes de Jesús seguido por Juan y Andrés cuando se alejaba del río o asaba pescado mientras Pedro, al reconocerlo, se lanzaba al agua para encontrarse con él. Y pensábamos que Él está aquí. Está aquí como el primer día y con Su presencia se puede vivir allí donde estemos.
Chiaretta, Macerata